Nuestra vida en este mundo es temporal y pasajera. Si las fuerzas nos ayudan, podemos vivir setenta años, y aun llegar a los ochenta; pero no tiene sentido que vivamos tanto tiempo: esa vida de angustias y problemas pasa pronto, lo mismo que nosotros. Salmo 90:10 (TLA)
Algunas veces sentimos que vamos cuesta arriba y otras hacia abajo. Y si nos dieran a escoger tomaríamos ir hacia abajo pues nos costaría menos esfuerzo poder avanzar. Sin embargo, las cosas no siempre suceden como uno desea, y tendremos que bregar cuesta arriba muchas veces en la vida.
A veces nuestros días son placenteros, soleados y hermosos, pues todo lo que nos proponemos se logra, no hay enfermedades, y si las hay no son graves, nuestra economía está estable, las relaciones familiares son sonrisa y fiesta, nuestros hijos son buenos y brillantes en la escuela, tienen buenas amistades,... casi todo suena a una hermosa melodía con violines y cuerdas, a aroma de flores, a pájaros cantando su trinar, etc.
Pero de improviso, ese día claro y soleado se convierte en un día nublado y frío, otras veces desértico y seco, o con fuertes vientos que azotan nuestra vida. Es cuando sin esperarlo, nos quedamos sin empleo, comenzamos a carecer de cosas que antes teníamos, hay enfermedades graves con personas queridas en el hospital, incluso llega la muerte a rondar a nuestro alrededor; nos llueve sobre mojado, parece que nunca pasara la tormenta.
En las historias en la Biblia hay un episodio en el que unos pescadores experimentados estaban cruzando de noche el mar, y de repente les llegó la tormenta, su barca comenzaba a inundarse; uno supondría que ellos, con tanta pericia, podrían sacar adelante la situación controlando el bote, pues toda su vida habían lidiado con ello, sabían tomar el timón y esquivar las olas, manejar las amarras, izar las velas y cosas de esas; junto a ellos, en la misma barca iba el Maestro dormido.... Algunas veces sentimos que vamos cuesta arriba y otras hacia abajo. Y si nos dieran a escoger tomaríamos ir hacia abajo pues nos costaría menos esfuerzo poder avanzar. Sin embargo, las cosas no siempre suceden como uno desea, y tendremos que bregar cuesta arriba muchas veces en la vida.
A veces nuestros días son placenteros, soleados y hermosos, pues todo lo que nos proponemos se logra, no hay enfermedades, y si las hay no son graves, nuestra economía está estable, las relaciones familiares son sonrisa y fiesta, nuestros hijos son buenos y brillantes en la escuela, tienen buenas amistades,... casi todo suena a una hermosa melodía con violines y cuerdas, a aroma de flores, a pájaros cantando su trinar, etc.
Pero de improviso, ese día claro y soleado se convierte en un día nublado y frío, otras veces desértico y seco, o con fuertes vientos que azotan nuestra vida. Es cuando sin esperarlo, nos quedamos sin empleo, comenzamos a carecer de cosas que antes teníamos, hay enfermedades graves con personas queridas en el hospital, incluso llega la muerte a rondar a nuestro alrededor; nos llueve sobre mojado, parece que nunca pasara la tormenta.
Llegó un momento en el que ellos, en su desesperación, solo se atrevieron a gritarle a Jesús….. ¿No te importa que nos ahoguemos?, ¡sálvanos que perecemos! Jesús impuso su autoridad y mandó calmar la tormenta, y ellos se quedaron atónitos. -¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?
En momentos graves tienes que clamar a Jesús, y el socorro llegará a tu vida. Puede que la tormenta no cese de inmediato, pero tu vida no estará a la deriva; deja que Jesús se suba a tu barca y calme tu tempestad. No hay otra cosa que puedas hacer, solo confiar.
“Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza”. Salmo 23:4
Dios no te dejará solo, nunca lo hará, tienes que seguir caminando, no te quedes allí y saques la “tienda de campaña y tu silla” en el valle, camina cuesta arriba. Pasar sin quedarse es fe, es caminar seguro porque Dios está a tu lado.
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