La palabra “depresión” viene del latín "depressio",
que significa opresión, abatimiento o apocamiento; dentro de la patología, es un trastorno del estado de ánimo que puede ser transitorio o
permanente. Según estudios científicos, en el origen de la depresión influyen
factores genéticos y psicosociales; sin embargo, su etiología no ha sido
totalmente definida.
En la actualidad es muy común esta
enfermedad, y a día de hoy, para un profesional del área mental es
relativamente fácil diagnosticar dicha problemática, pues si miramos las
estadísticas, los casos de pacientes con depresión aumentan cada día más; esto
es debido principalmente a la situación económica, política y social de las
naciones, añadiendo a esto las disfunciones que se viven en el interior de las
familias, en donde la mayoría de los padres están ausentes, y los
hijos, en el peor de los casos, están siendo formados por terceras
personas, por lo que viven en lo que se conoce como la selva de
cemento: “la calle”.
Causa tristeza el hecho de que una persona,
debido a una determinada problemática que le desencadena una crisis emocional, -una situación normal que toda persona en cualquier momento de la vida puede
atravesar-, sea inmediatamente etiquetada como “depresiva” una vez consulta al
profesional de salud. Y lo más triste es que las personas permiten que esa
etiqueta se quede como sello en su vida, como una marca que el paciente no
pretende borrar; claro, en algunos casos es más fácil adherirse a este cuadro
depresivo, pues es una forma de justificar los errores que se cometen y de
argumentar el estancamiento al que, por lo general, se ven sometidas esas
personas, cuando pierden el sentido de la responsabilidad que tienen como seres
existenciales.
Son muchos los casos en los que las
personas atribuyen como causa de su depresión, al hecho de que no trabajan, de que no asumen
sus responsabilidades y los roles que les corresponde, de que pierdan la
esperanza y dejen de soñar...; asumen una condición de discapacidad que sólo
existe en sus mentes. En otros casos están pretendiendo continuamente que las
personas se sometan a su estilo de vida, maltratan y manipulan a aquellos que
más aman, y no se dan cuenta que con su actitud, lo único que hacen es
desencadenar y perpetuar en el hogar esta problemática, que no en todos los
casos es una enfermedad, sino un estilo de vida conformista y anulador, una
maldición. Es como si, una vez que se colocaran la etiqueta, también trazaran
una línea que dice “prohibido continuar”, límite que impide que las personas
prosigan con sus metas y con su vida. Entonces su propósito cambia, se dedican
a amargar sus propias vidas y se creen con derecho a amargar la vida de las
personas que se encuentran alrededor.
No se trata de quitar mérito a la labor de los profesionales de la salud y mucho menos desmentir la problemática de la depresión; sin embargo, sí es importante encontrar la diferencia que existe entre estar enfermo y etiquetarse con una enfermedad o una situación; además, es necesario encontrar soluciones efectivas que eliminen, por completo, este estilo de vida que muchos a día de hoy están asumiendo; que más que un estilo de vida, es una fortaleza que Satanás ha establecido en la sociedad, para evitar que las personas logren sus metas y especialmente la libertad de sus opresiones. Sólo Dios nos puede dar la revelación y la libertad que tanto necesitamos. No permitas, entonces, que haya lugar a razonamientos en este susodicho caso, porque de lo contrario, no comprenderás lo siguiente: "la razón es estorbo para la fe y para el poder sobrenatural de Dios".
“El que no es
espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son
tonterías. Y tampoco las puede entender, porque son cosas que tienen que
juzgarse espiritualmente”. 1 Corintios 2:14 (Dios Habla Hoy).
Si retomamos la definición de la depresión, vemos que científicamente
está definida como “opresión”, y es precisamente esto lo que hace el enemigo a
través de sus principados y potestades (demonios): oprimir a las personas con
pensamientos, emociones, sentimientos y situaciones negativas para derrumbarlas
y desanimarlas, para limitarlas.
“Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar”. 1 Pedro 5:8 (Nueva Versión Internacional).
El enemigo sólo viene a robar, matar y destruir; pero Jesús ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia y en todos los aspectos de nuestra vida, no sólo en el área económica. (Juan 10:10). No vayamos a asumir ahora que la culpa entonces sólo la tiene el diablo y no la depresión o la problemática por la que se está atravesando. No seamos tan analistas, por favor. La idea es que realmente tengamos el discernimiento que requerimos, para liberarnos de las ataduras que han impedido durante todo este tiempo, que alcancemos la victoria en nuestras vidas. Es decir, ya sabemos que el enemigo siempre está trabajando en nuestra contra, pero somos nosotros los que le permitimos que nuestra vida sea atribulada por sus artimañas y mentiras. Amigos, así como Dios existe, existen los demonios. Satanás tiene aliados trabajando para Él, para que cumplan con la labor de oprimir a cualquier hijo de Dios que pretenda levantarse y asumir el rol (el de Dios), de libertador, salvador, victorioso y triunfador, etiquetas de Dios, que desde el principio ha querido que llevemos en nuestro corazón.
El enemigo oprime nuestros cuerpos y
nuestras mentes con enfermedades y pensamientos negativos, las finanzas con la
ruina y la escasez, la familia con el maltrato y el desamor, la sociedad con la
violencia y la corrupción, la alegría y las ganas de salir adelante con el
desánimo y el abatimiento, etc.
Cuándo vamos a entender que nuestra lucha no es sólo contra la carne, sino también contra principados y potestades; el enemigo ha levantado fortalezas en este mundo precisamente para destruir al ser humano, porque es su principal objetivo; él nos odia y siempre tratará de impedir que seamos felices.
“Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino, contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza”. Efesios 6:12-13 (Nueva Versión Internacional).
La solución de todos nuestros problemas y de nuestras enfermedades no está en el hombre y mucho menos en sus invenciones por científicas que sean. Obviamente, es importante acceder a estos recursos, pues Dios mismo nos ha dado el privilegio de utilizarlos para nuestro beneficio; sin embargo, antes de nada, primero debemos buscar el recurso principal, aquél que nos revelará las respuestas y soluciones que necesitamos, para que la situación por la que atravesamos, por imposible que parezca, pueda cambiar. Ese recurso es la presencia de Dios, ese es el medicamento o el medio más efectivo que puede existir. Es a través de Él como nuestras problemáticas empiezan a solucionarse y lo mejor es que las etiquetas que Él nos coloca, están siempre llenas de esperanza y bendición, que no de maldición y estancamiento.
La oración, la meditación de la palabra de Dios, la compañía de personas llenas de amor, la perseverancia y la constancia, la alabanza y adoración, son las armas más contundentes para vencer las opresiones del enemigo, son los medicamentos más efectivos para sanar nuestras enfermedades. Entender que no estamos solos, que Jesús es real y está vivo, nos dará para siempre la libertad de todo aquello que en este momento, se ha convertido en una opresión.
“Ciertamente Él
cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo
consideramos herido, golpeado por Dios y humillado”. Isaías 53:4 (Nueva Versión
Internacional).
Jesús no murió en vano, Él entregó su vida por nosotros en la cruz y allí quedaron clavadas todas nuestras necesidades, enfermedades y angustias. Créelo, aprópiate de su Palabra, de sus promesas; son vida, son vivas y se cumplen en tu vida una vez las crees, porque para la ciencia existen limitaciones y según ella enfermedades incurables, pero para Dios no hay límites, para Él todo es posible porque Él es Sobrenatural; sólo en Cristo Jesús tenemos libertad y sanidad.
“Él perdona todos
tus pecados y sana todas tus dolencias; Él rescata tu vida del sepulcro y te
cubre de amor y compasión; Él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a
las águilas”. Salmo 103:3-5 (Nueva Versión Internacional).
El Señor es más grande que cualquier enfermedad o dificultad. Él no nos dio una vida limitada, quiere que la disfrutemos totalmente, y es nuestra decisión recibir sus promesas de esperanza y bendición, o las etiquetas de maldición y desesperanza que el enemigo quiere colocarnos.
Empieza a valorar tu vida, mira a tu
alrededor cuántas cosas hermosas creó Dios para que las disfrutes, pero
recuerda: “no se trata de tener mucho para disfrutar, sino de disfrutar
todo lo que tienes”.
“Dile a tu depresión, enfermedad o
problemática… ¡fuera, en el nombre de Jesús!, decido creerle a Él, decido recibir la etiqueta de hijo de Dios, decido recibirle en mi corazón, para que
sea Él quien a partir de este momento tome el control de tu situación”.
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