domingo, 30 de junio de 2013

Incomodidades - Ánimo en mensaje

incomodidades
El lunes de la semana que acabó recientemente me pasó algo muy peculiar. No sé si hay algo que no te guste hacer y que tengas que hacerlo a pesar de todo. En mi caso es cocinar y ahora que mi vida ha cambiado mucho, me veo en la necesidad y obligación de hacerlo, pese a lo mucho que me desagrada esta actividad.

El caso es que este lunes pasado, después de una jornada agotadora de más de 12 horas de trabajo, fui al supermercado a comprar los ingredientes que me faltaban para preparar la comida del día siguiente. Tenía perfectamente planeado el menú, pero me encontré con la sorpresa de que no encontraba el ingrediente principal. Comencé a pensar qué otra alternativa tenía, pero estaba tan bloqueada centrada en mi receta que no veía ninguna otra posibilidad.

Es muy probable que este mismo “bloqueo” se nos produzca cuando el camino se ponga difícil o cuando algo se salga de nuestra planificación, (sobre todo si estás MUY apegado a las planificaciones) y no seamos capaces de ver a nuestro alrededor, las distintas alternativas que tenemos para lograr el mismo objetivo (como en mi caso cocinar), pero a través de otras vías (otro menú). En el momento de cambiar la alternativa puede que se produzca una incomodidad tal, que nos resistamos a realizar este cambio y permanezcamos porfiadamente en la ruta que estamos viendo que no nos lleva a nada, y que por más que insistamos no lograremos nada diferente. Sin embargo, persistimos tozudamente en lo mismo.

Esto ocurre también con nuestra vida espiritual. A ratos Dios luce tremendamente incomprensible e indescifrable, y cuando insistimos en hacer las cosas de una forma determinada u orientarnos hacia alguna meta que vemos cada día más lejana, nos bloqueamos y porfiamos en continuar allí, viendo y comprobando que “allí” ya no hay nada, nada que nos sirva. Es muy probable que ante esto queramos llorar, que nos enojemos, nos decepcionemos y desanimemos, pero es importante que algo nos suceda, que algo sintamos…porque sólo sintiendo esta incomodidad podremos permitirnos salir de “allí” y comenzar a ver la situación bajo otra perspectiva.

Aquel lunes en el supermercado, me di cuenta de lo frágiles que son mis planes y de lo poco perseverante que soy cuando algo no se da como yo espero. Pero también me doy cuenta, de que si no fuera Dios quien me susurra al oído nuevos planes o ideas (en este caso recetas), nunca saldría adelante. Y no puedo negar que a veces, cuando estoy muy cansada y lo más mínimo no resulta como se supondría que debiese hacerlo, me molesto y pregunto a Dios por qué no me puede ahorrar ese mal rato o ese cansancio extra; y en Él mismo encuentro la respuesta a ésta pregunta: porque mientras resuelve esos asuntos, que son mínimos, repara y acomoda los que son más profundos, los que tienen que ver conmigo y mi forma de relacionarme con Él, con el trabajo, con la familia, con el cansancio.

Cuando las cosas simples o pequeñas no funcionan como quisiéramos y se nos acumula un número cada vez mayor de ellas, esa misma sensación de saturación permite que detone dentro de nosotros la necesidad profunda de que Dios lo arregle todo; es como si nuestra guardia se relajara y así permitiera que Su amor y Su consuelo entraran a unos espíritus y cuerpos agotados, decepcionados y apenados.

A través de las pequeñas cosas que nos ocurren, como por ejemplo, no encontrar un ingrediente en el supermercado, Dios hace un trabajo intenso y profundo en nuestras vidas, en donde ese pequeño hecho es la puerta abierta para un devenir de bendiciones, que ni siquiera se pueden comparar con el mal rato vivido anteriormente.

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