María fue una bondadosa auxiliar de maestra que simplemente quería amar mejor a sus estudiantes, niños con problemas emocionales. Ella pudo haber sido muy tolerante, pero Danny estaba agotando su paciencia. Antes, había sido más fácil quererle, cuando él prefería herirse a sí mismo antes que a otros. Y aunque Danny tenía sólo siete años, ella, verdaderamente, era lastimada cuando se sentía físicamente golpeada por él.
Durante muchos meses, Danny se retiró a "su mundo privado" e intentaba golpear su cabeza contra una pared, cada vez que se sentía incómodo. Había ido avanzando, progresando, pero, en vez de abstraerse, golpeaba a María.
-¿Progresando, avanzando?, exclamó María. ¿Cómo es que este avance le induce a dañarme?
Danny fue abusado en su infancia en repetidas ocasiones, explicó el psicólogo de la escuela. Sólo ha conocido adultos que fueron mezquinos con él, o que simplemente hicieron caso omiso a sus necesidades básicas.
No tuvo nunca en quien confiar. Nadie estuvo cercano a él; nadie que enjugara sus lágrimas, que le preparara alimento alguno cuando el hambre le azotaba. Padeció castigo sin motivo. Está progresando, ya que, por primera vez en su vida, deposita la suficiente confianza en un adulto como para exteriorizar su ira antes que autodestruirse. María, usted es el adulto acreedor de su confianza.
Después de haber escuchado esa explicación, María, con lágrimas brotando de sus ojos, exclamó:
-¡Ya entiendo!
Mientras su comprensión aumentaba como la luz de la aurora, su enfado se desvanecía.
"Cuando el amor y la experiencia operan juntos, anticipan una obra cumbre".
Algunas veces parece que el progreso nos evade, pero Dios es fiel para continuar la buena obra que Él ha comenzado en cada una de nuestras vidas. Si abrimos los ojos del corazón, veremos Su mano obrando en nosotros.
1 Reyes 3:9
Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento.
Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento.
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