miércoles, 26 de junio de 2019

¿Cómo sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios, y no los libros apócrifos de la Biblia, el Corán, el Libro del Mormón, etc.?

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La pregunta de qué texto religioso es la verdadera Palabra de Dios, es de suma importancia. La pregunta que deberíamos hacernos es: En primer lugar ¿cómo sabríamos si Dios se comunicó? Bueno, Dios tendría que comunicarse de una manera que la gente pudiera entender, pero eso también podría significar que la gente pudo haber inventado sus propios mensajes y simplemente asegurar que estos procedían de Dios. Así que, parece razonable pensar que si Dios quisiera autentificar Su comunicación, tendría que ratificarla de una manera que no pudiera ser duplicada por medios humanos; en otras palabras, por medio de milagros. Esto nos reduce el campo considerablemente.

Más allá de la evidencia de la exactitud de la Biblia (evidencia de manuscritos) y su historicidad (evidencia arqueológica), la evidencia más importante es su inspiración. La verdadera determinación de que la Biblia es la absoluta e inspirada verdad, está en su evidencia sobrenatural, expuesta a través de la profecía. Dios usó a los profetas para hablar y escribir Su Palabra, y usó milagros como el cumplimiento de tales profecías para autentificar a Sus mensajeros. Por ejemplo, en Génesis 12:7, Dios promete que la tierra de Canaán le pertenecería a Abraham y sus descendientes. En 1948, esa tierra fue devuelta al pueblo judío por segunda vez en la historia. Lo cual no parece ser tan asombroso, hasta que te das cuenta de que ¡ninguna otra nación en la historia ha sido dispersada de su patria y ha regresado! Israel lo ha hecho dos veces. 

El libro de Daniel predice con exactitud la llegada de cuatro grandes reinos - el Babilonio, Medo-Persa, Griego, y Romano - siglos antes de que alguno de esos reinos llegara a formarse. Daniel escribió detalles concernientes a cómo gobernarían esas naciones y cómo serían derribadas. 

En Ezequiel 26 vemos en asombroso detalle, cómo la ciudad de Tiro iba a ser destruida; iba a ser derribada, y sus escombros serían arrojados al mar. Mucho tiempo después, cuando Alejandro el Grande marchó sobre esa zona, se encontró con un grupo de gente parapetada en una torre en una isla frente a la costa cerca de Tiro. Pero no podía cruzar el canal para luchar contra los que se encontraban en la torre. Así que en vez de esperar a que salieran, el orgulloso conquistador dispuso que su ejército construyera un puente de tierra hasta la isla. Y funcionó. Su ejército cruzó el canal y derrocó a los ocupantes de la fortaleza. Pero, ¿dónde consiguieron suficiente piedra para hacer el puente de tierra? Las rocas que utilizaron fueron los escombros sobrantes de la ciudad de Tiro. . . sus piedras fueron arrojadas al mar, ¡exactamente como Ezequiel lo había predicho casi 300 años antes!

Hay gran cantidad de profecías concernientes a Cristo que ocuparían varias páginas para enlistarlas. Jesús no habría controlado muchas de esas profecías, tales como Su lugar o fecha de nacimiento. Más aún, las posibilidades de que un hombre cumpliera accidentalmente estas profecías es muchísimo menos que una millonésima. Bueno, pues Jesús, quien confirmó que la Biblia es la Palabra de Dios, probó Su veracidad y deidad mediante Su resurrección (un hecho histórico nada fácil de ignorar).


Ahora, consideremos el Corán. Su autor, Mahoma, no realizó milagros que confirmaran su mensaje (aún cuando sus seguidores se lo solicitaron). Solo de acuerdo a la tradición muy posterior, (el Hadiz), Mahoma hizo supuestos milagros, siendo éstos demasiado fantasiosos (P. ej. Mahoma cortando la luna por la mitad), sin contar con ningún testimonio fiable que los confirme. Por otra parte, el Corán pone de manifiesto errores históricos. Los musulmanes creen que la Biblia es inspirada, pero con algunos errores de edición. ¡Absurdo! La pregunta que no pueden responder adecuadamente es, “¿Cuándo fue contaminada la Biblia?” Si dicen que antes del 600 d.C. entonces ¿cómo es que el Corán aconseja a los creyentes leerla? Si dicen que fue después del 600 d.C., entonces su argumento es aún más insostenible, pues no existe ninguna duda en cuanto a la exactitud de los manuscritos bíblicos, al menos desde el siglo III en adelante. Aún si el cristianismo fuera falso, el Corán todavía tiene un problema insuperable al acusar a los cristianos de creer cosas que realmente no creen. Por ejemplo, el Corán enseña que los cristianos creen que la Trinidad está formada por el Padre, la Madre (María), y el Hijo. El Corán también dice que los cristianos creen que Dios tuvo sexo con María a fin de crear un hijo. Pero si el Corán realmente procediera de Dios, debería al menos ser capaz de informar con precisión las creencias de los cristianos. 

José Smith, el autor del Libro del Mormón, trató de hacer algunos milagros tales como profecías, pero éstas fallaron muchas veces. En Deuteronomio 18:21-22 está la prueba del verdadero profeta. José Smith predijo la segunda venida de Cristo en “Historia de la Iglesia”. Smith predicó que la segunda venida del Señor sería en 56 años (cerca de 1891). Pero la segunda venida no ocurrió en 1891, y la Iglesia Mormona no afirmó que lo había hecho. Smith también profetizó que varias ciudades serían destruidas en “Doctrinas y Pactos”. Nueva York, Albany y Boston iban a ser destruidas si rechazaban el evangelio, de acuerdo a Smith. José Smith mismo fue a Nueva York, Albany y Boston y predicó allí, y estas ciudades no aceptaron su evangelio; sin embargo no fueron destruidas. Otra famosa profecía falsa de José Smith es su “FIN DE TODAS LAS NACIONES”, concerniente a la rebelión de Carolina del Sur en la Guerra Civil. Se supone que el Sur pediría ayuda a Gran Bretaña, y como resultado, la guerra se extendería a todas las naciones, los esclavos se rebelarían, los habitantes de la tierra se lamentarían, habría hambre, plagas, terremotos, truenos, relámpagos, y como resultado, el completo fin de todas las naciones. El Sur finalmente se levantó en armas en 1861, pero los esclavos no se rebelaron, la guerra no se extendió a todas las naciones, no hubo una hambruna mundial, ni plagas, ni terremotos, ni tampoco “el fin de todas las naciones.”

En cuanto a la colección de escritos a los que los protestantes llaman Libros Apócrifos (“escritos ocultos”), los Católicos Romanos les llaman libros deuterocanónicos. (“segundo canon”). Estos libros fueron escritos entre el 300 a.C. y el 100 d.C. en el Período Intertestamentario, entre los escritos inspirados del Antiguo y Nuevo Testamentos. Los libros apócrifos fueron aceptados como “infalibles” dentro de la Biblia por la Iglesia Católica Romana en 1546 en el Concilio de Trento. Ahora bien, los libros apócrifos deberían regirse por la propia evidencia de la Biblia, si es que estos escritos hubieran sido realmente inspirados, pero la evidencia parece indicar que no lo son. En la Biblia encontramos profetas de Dios, cuyos mensajes son ratificados por milagros o por profecías que se cumplen, y cuyo mensaje es inmediatamente aceptado por la gente (Deuteronomio 31:26Josué 24:261 Samuel 10:25Daniel 9:2Colosenses 4:162 Pedro 3:15-16). Lo que encontramos en los Apócrifos es justamente lo opuesto. Ningún libro apócrifo fue escrito por un profeta. De hecho, ¡un libro declara específicamente que no es inspirado (1 Macabeos 9:27)! Ninguno de estos libros fue incluido en las Escrituras hebreas. No hay ratificación de los autores de ningún libro apócrifo, y tampoco ningún libro apócrifo es citado como autoritativo por los escritores bíblicos posteriores. Y tampoco hay cumplimiento de alguna profecía en ninguno de los libros apócrifos. Finalmente, Jesús, quien citó cada sección de las Escrituras del Antiguo Testamento, jamás citó ninguno de los apócrifos. Y tampoco lo hicieron Sus discípulos. 

Hasta la fecha, la Biblia ha eclipsado a todas las fuentes que compiten por ser la revelación misma de Dios. Si no fuera la Palabra de Dios, parecería imposible elegir entre las otras restantes. Si la Biblia no es la Palabra de Dios, entonces hemos sido dejados sin un claro criterio para saber cuál podría ser.

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