Muchos decimos que somos cristianos pero aún no hemos comprendido el verdadero significado de serlo. Es un proceso muy duro, y es tarea de nosotros seguir creciendo en santidad.
Punto 1. ¿Qué sucede cuando acepto a Cristo?
1. Ya no hay condenación, somos salvos:
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Romanos 8:1
2. Todo es hecho nuevo:
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17
Romanos 6:1-11“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Punto 2. Cuando ya somos hijos de Dios, ¿qué nos pasa?
Se supone que hemos sido transformados, ¿pero realmente hemos cambiado? Bueno, la verdad es que le volvemos la espalda a Dios y nos endurecemos luego; tan pronto ha pasado el primer amor, empezamos a vivir en necedad, sin amor a Dios y menos a nuestros semejantes, y el que no ama a su hermano no puede amar a Dios. O el que no ama a su padre o madre, menos puede amar a Dios. Por eso Isaías dice:
Isaías 1:2-5 “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente.
Éstas son palabras duras; está hablando del pueblo de Israel, el pueblo más duro sobre la faz de la tierra. No querían enderezar sus pasos, siempre andaban tras otros dioses. Podemos decir que ahora sucede lo mismo.