domingo, 21 de mayo de 2017

El Vuelo

El 14 de Octubre de 1998, en un vuelo trasatlántico de una línea aérea tuvo lugar el siguiente suceso:
A una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra.
Resultado de imagen de El VueloLa mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no podía sentarse al lado de una persona tan "desagradable", le dijo.
La azafata argumentó que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar a primera clase para ver si podía encontrar algún lugar libre.
Todos los demás pasajeros observaron la escena con disgusto. No por el hecho en sí, sino por la posibilidad de que hubiera un sitio para la  mujer en primera clase.
El pobre hombre quedó incómodo y cohibido por la reacción de su compañera de fila, pero tuvo la educación de no hacer un escándalo.
El clima en la cabina era de total tensión, pero la señora se mostraba feliz y hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese sitio y ya no estaría cerca de aquella persona.
Minutos más tarde regresó la azafata y le informó a la señora: - Discúlpeme señora, todo el vuelo está lleno, pero…
Afortunadamente, encontré un lugar vacío en primera clase.
Me demoré unos instantes porque para poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización al capitán.
Él me indicó que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable, y que me autorizaba el cambio.

La niña de papá

«Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él» (l Juan 3: l).
Una vez observé a un padre entrando por la puerta de su casa. Se agachó con los brazos abiertos y gritó: «¡Canddy!». Con tres años, Canddy corrió hacia él tan rápido como pudo y se lanzó a sus brazos. Él la levantó en el aire y luego la abrazó diciendo: «Canddy, ¿sabes cuánto te ama papá?» ¡Oh, cuánto anhelaba yo un papá para llenar mi vacío! Y se me ocurrió una idea: «¿Por qué no tratar de establecer contacto con mi propio padre?».
Imagen relacionadaAsí que hice planes, compré un billete de Buenos Aires a California e hice las maletas. «¿Qué le diré al llamarlo? ¿Cómo nos vamos a saludar?», pensaba. Tenía el estómago hecho un nudo! Algunos familiares me acompañaron para ir a conocer a mi padre por primera vez. Mi maravillosa madre me había aliviado el dolor de crecer en un hogar sin padre. Así que quería ser fuerte, demostrando sus valores.
Por fin estaba allí, parado frente a mí, tan diferente a la foto a la cual me había aferrado durante años. Nos abrazamos. En ese momento, muy en el fondo, quería ser la niña de papá, amada, querida y protegida, Me enfrenté rápidamente a la realidad durante esa breve visita. Veréis, mi padre es alcohólico.
La adicción es una experiencia horrible. El adicto rompe sus promesas. Los actos de papá traicionaron continuamente sus buenas intenciones. En pocas palabras, le gustaba la botella más de lo que me quería a mí. Mi decepción era inevitable.
Quizá pienses en tu propio padre. Quizá él también estuvo ausente o falló en proporcionar un refugio seguro para su pequeña. Y te sentiste abandonada. Quizá has estado esperando llenar ese vacío dejado por un padre terrenal. Sin embargo, como la niña de papá, no tienes que buscar ese amor nunca más. Tu Padre celestial te ha proporcionado un lugar seguro y lleno de amor y te está esperando con los brazos abiertos.
Él no te decepcionará. Te abrirá su corazón a través de su Palabra. Él es el Padre ideal y perfecto, en quien puedes confiar. Hoy sé que, independientemente del amor de un padre terrenal o la ausencia de él, todavía soy la niña de papa. Y tú también.

Nuestro Socorro – Un Cántico a Dios (Salmo 121)

“Nuestro Socorro – Un Cántico a Dios (Salmo 121)”, nos enseña que debemos alabar a Dios porque solo Él nos puede sostener con su fidelidad en cualquier situación de nuestra vida.

¿Cuántas veces pensamos que los salmos son cánticos a Dios? En el antiguo Testamento eran alabanzas. Tenían un sentido muy especial, pues afirmaban lo que el salmista creía, ya que Dios mismo se lo había revelado.
Hace poco me encontraba bastante enfermo y me estaba costando cumplir con mis compromisos, me sentía mal porque no quería dejar de servir. Entonces hablé con Dios y le dije: Señor, Tú sabes que te quiero servir, pero no lo puedo hacer enfermo, así que, te pido que Tú te encargues de mi enfermedad y yo de de servirte. Yo sabía que el único que me podía sacar de la enfermedad era Él. Y así empezó mi proceso de sanidad. Pero el Señor lo hizo de la manera que menos me esperaba. Así que podemos decir con toda seguridad que Él es nuestro socorro.

I. Tenemos que depender de Dios y buscarlo en alabanza.

socorro, ayuda, cristo, salva, entrada, salidaSalmos 121:1-2  Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.
Meditemos, cerremos los ojos y pensemos: ¿Cómo saldré realmente de donde estoy?, ¿quién me socorrerá? Pero hagámoslo en alabanza. En muchas iglesias actuales, los jóvenes cantan cualquier clase de música, música estridente que no edifica. Pero pensemos que en el Antiguo Testamento estos salmos eran alabanzas; cuando el salmista escribió este salmo lo hizo para alabar a Dios.


Verso 1. Alzaré mis ojos... expresa deseo mezclado con la expectativa de donde vendrá. Puede leerse como pregunta, y la contestación sigue en el verso 2, al decir que es Dios quien socorre, de cuyo poder se desprende su potencia creadora, juntamente con su incansable vigilancia.
Este salmo nos enseña:
  1. Que debemos depender de Dios como un Dios de poder, un Dios que es suficiente para nosotros. David lo creyó y al hacerlo encontró el beneficio de ello.
  2. A no depender exclusivamente de los hombres y sus medios, que son carne como nosotros, sino a levantar primero nuestros ojos a lo alto, a los montes, a las alturas del firmamento, buscando el rostro de Dios. Debemos ser muy conscientes de esto, que se lo diremos a Dios de día y de noche por medio de la alabanza.
  3. Que no debemos depender de las fuerzas de las montañas, ni de príncipes y grandes hombres. No, nuestra confianza debe estar en Dios, plena y únicamente.
  4. Que debemos levantar nuestros ojos hacia las montañas; y debemos buscar a Dios, quien ha hecho todas las cosas terrenales para nosotros. 

Vestido por Dios

Habló el ángel y ordenó a los que estaban delante de él: «Quitadle esas vestiduras viles.» Y a él dijo: «Mira que he quitado de ti tu pecado y te he hecho vestir de ropas de gala.» Zacarías 3;4
Cuando mis hijos eran pequeños, jugaban en nuestro empapado jardín y se llenaban de barro. Por su bien y el bien de mi suelo, les quitaba la ropa antes de entrar y los llevaba a bañarse. Al agregar jabón y agua, pronto pasaban de la suciedad a la limpieza.
En una visión dada a Zacarías, vemos a Josué, el sumo sacerdote, vestido con harapos que representaban el pecado y las malas obras (Zacarías 3:3). Sin embargo, el Señor lo limpiaba, le quitaba la ropa sucia y lo cubría de prendas costosas (3:5). La mitra limpia y la túnica mostraban que el Señor le había quitado sus pecados.
Dios también puede limpiarnos, al librarnos de nuestras malas obras mediante la obra salvífica de Jesús. Como resultado de su muerte en la cruz, el pecado que nos embarra puede ser lavado y recibimos las ropas de los hijos de Dios. Ya no nos definen nuestros pecados (la mentira, el chisme, el hurto, la codicia, etc.), sino que podemos apropiarnos de los nombres que Dios da a aquellos que ama: restaurado, renovado, limpio, libre...
Pídele a Dios que te quite cualquier harapo que estés usando, para que puedas vestirte de las ropas reales que tiene reservadas para ti.

Señor Jesús, gracias por el regalo de aceptación y amor que nos diste al morir en la cruz.
¿Quién puede lavar mis pecados? ¡Jesús!