domingo, 14 de mayo de 2017

¿Es buena la venganza?

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.» Romanos 12:19.


Resultado de imagen de ¿ES BUENA LA VENGANZA?Dios indicó al profeta Samuel que debía buscar un nuevo rey. Samuel, obedeciendo la orden de Dios, fue a casa de Isaí, y de entre todos sus hijos eligió al menor, David, que era pastor de ovejas.
«¡Si es un niño!», decían sus hermanos. Pero Dios lo había escogido porque tenía un corazón dispuesto a obedecerlo. Samuel derramó algo de aceite sobre la cabeza de David y oró por él.
Sin embargo, en esos días, el rey que todavía gobernaba a Israel era Saúl. Saúl se llenó de celos y quiso matar al joven futuro rey.
David tuvo que huir, y durante mucho tiempo anduvo de un lugar a otro. Un día, Saúl y su ejército casi lo alcanzaron, así que tuvo que esconderse en una cueva. Esa noche, mientras sus enemigos dormían en el campamento, David bajó cautelosamente y cortó un pequeño trozo del manto (tela) de Saúl.
Al día siguiente, desde la montaña, David le gritó al rey y le mostró el trozo del manto. ¿Crees que David pudo haber matado a Saúl? ¿Por qué crees que no quiso? 
Él amaba a Dios, así que no devolvería mal por mal.
La venganza nunca será el mejor método para resolver un conflicto. La Biblia dice que cuando alguien te haga algo malo, tú respondas con algo bueno, pues Dios hará justicia por ti. Ahora, en el pequeño trozo de tela, escribe «Nunca me vengaré».

Querido Jesús, ayúdame hacer como David y desear el bien a los que me hacen el mal. Amén.

Doy Gracias a mi Cristo

Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Efesios 5:20.
Hoy, cuando me levanté escuché en el patio de mi casa a los pájaros cantar alegremente, mientras el sol bañaba con su manto toda la creación. Aún en mi cama, escuché el trinar de las aves, y salió de mi corazón, como un murmullo lleno de admiración, la expresión - GRACIAS SEÑOR, POR TODO LO QUE HOY ME DAS. Y entonces recordé las palabras de aquella poesía que dice:
“Gracias a mi Cristo que me ha dado tanto. Me dio dos luceros que cuando los abro, perfecto distingo lo negro del blanco. Y en el alto cielo su fondo estrellado y en las multitudes los seres que yo amo”.
“Gracias a mi Cristo que me ha dado tanto. Me ha dado el sonido y el abecedario. Con él las palabras que pienso y declaro. Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando, la ruta del alma del que estoy amando”.
“Gracias a mi Cristo que me ha dado tanto. Me ha dado la marcha de mis pies cansados. Con ellos anduve ciudades y charcos. Playas y desiertos, montañas y llanos. Y la casa tuya, tu calle y tu patio”.
“Gracias a mi Cristo que me ha dado tanto. Me dio el corazón que agita su marco, cuando miro el fruto del cerebro humano, Cuando miro al bueno tan lejos del malo, cuando miro el fondo de tus ojos claros.”
“Gracias a mi Cristo que me ha dado tanto. Me ha dado la risa y me dado el llanto. Así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman mi canto, y el canto de ustedes que es mi mismo canto. Y el canto de todos que es mi propio canto”. Gracias a mi Cristo. Gracias a mi Cristo. 

Me salvó la fe

Me contaba mi abuela, que viviendo ella en una vecindad llamada San Isidro, donde solo había una bodega, el bodeguero tenía la vieja costumbre de orar antes de hacer caja al finalizar la venta del día. Oraba por la multiplicación de sus ingresos, por la seguridad y solidez de su negocio y terminaba dando gracias a Dios.
Era la tarde del año 1944, finalizando la Segunda Guerra Mundial, y los potenciales clientes no tenían mucho dinero, pero lo poco que poseían era de gran valor. El bodeguero había recibido un mensaje del sargento de policía diciéndole que pasaría a visitarlo, y dejó la puerta entreabierta para que pasara el visitante; mientras él, después de orar, contaba su dinero.
Resultado de imagen de Me salvó la feSe sintió el crujir de la puerta que se abría del todo. El comerciante no levantó la cabeza porque sabía de quién se trataba, y sin mirar dijo: -Buenas tardes sargento, ¿en qué puedo servirlo?
No obtuvo respuesta, solo oyó unos pasos que apresuradamente se le acercaban. Entonces levantó la vista y para su sorpresa, una mano con un machete amenazador estaba ante él. Pronto se dio cuenta del peligro que corría, y sin dar un paso atrás, aunque con el mostrador de la tienda por medio, estaba al alcance del agresor quien sin perder tiempo le gritó: -¡Dame todo el dinero que tienes!
Pero nuestro hombre, con asombrosa tranquilidad, respondió: -Te lo daré todo, es más, hasta un caballo para marcharte si lo necesitas, porque sé que estás huyendo por la forma en que te has presentado ante mí-. Decía esto y continuaba contando los billetes; lo hacía una y otra vez, pero a la vez que no parecía prestarle atención al asaltante, estaba atento y continuaba conversando: -Te sugiero que no cometas una locura, ya te dije que te lo daré. Yo me vi en una situación como la tuya en una ocasión; pero te advierto que si haces algo imprudente te puede costar caro. Tengo un revólver listo para disparar debajo de esta caja registradora y créeme, es más fácil que te perfore el estómago que tú muevas ese machete. No pensarás que soy tan tonto para hacer caja con la puerta abierta para que alguien como tú me robe.

Cuando llega la prueba a nuestra vida

Entonces respondió Elifaz el temanita, y dijo: Si probamos a hablarte, te será molesto; Pero ¿quién podrá detener las palabras? He aquí, tú enseñabas a muchos, y fortalecías las manos débiles; al que tropezaba enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; y cuando ha llegado hasta ti, te turbas. ¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?” (Job 4:1-6)
Éstas fueron las palabras de uno de los amigos de Job que fue a consolarlo por la prueba tan dura que estaba atravesando. Ese amigo se llamaba Elifaz, el temanita, le dijo palabras llenas de verdad para hacer reflexionar a Job sobre el porqué de su condición y cómo debía afrontarla, pero su alocución no era completamente efectiva para la vida de Job, pues él no conocía lo que al principio del libro se nos da a conocer a nosotros los lectores: Job no estaba sufriendo a causa de sus pecados o sus injusticias, pues él era justo y recto, sino porque satanás quería destruirlo para hacerlo blasfemar contra Dios.
Pero aunque las palabras de Elifaz no se podían aplicar correctamente a la vida de Job, sí nos dan enseñanzas muy importantes a cada uno de nosotros, para reflexionar en ellas en los momentos en los que pasamos por las pruebas en nuestra propia vida. Reflexionemos en esas enseñanzas que podemos tomar para nosotros, cuando la prueba llega a nuestra vida.
I) EN LA PRUEBA ES CUANDO VERDADERAMENTE DEMOSTRAMOS NUESTRA CONFIANZA Y FE EN DIOS (versos 1-5)
Tal como lo dijo Elifaz, quizá nos podamos molestar con la verdad, pero es necesario que se nos diga la verdad para poder reaccionar, y esa verdad es que muchos de nosotros somos buenos para animar, para consolar, para fortalecer, cuando la prueba llega a la vida de otras personas; en cambio nos desanimamos, nos turbamos, es decir, no sabemos qué hacer ni qué decir, nos sentimos desalentados, cuando la prueba llega a nuestra propia vida.
Resultado de imagen de Cuando llega la prueba a nuestra vidaEl Señor nos hace comprender por medio de la prueba en nuestra vida, que no debemos juzgar ni ser crueles con las críticas que hacemos a otros cristianos que se apartan, que se desalientan, sino más bien orar por ellos y apoyarlos, pues eso mismo es lo que nosotros quisiéramos recibir en los momentos de prueba y de aflicción.
En la prueba, Dios nos hace comprender que no es lo mismo hablar que creer en Él, que no es lo mismo dar un consejo que aplicarlo a nuestra vida, pues en la prueba el Señor nos hace reconocer lo firme que es nuestra fe.
II) EN LA PRUEBA TENEMOS QUE REFLEXIONAR EN LO QUE SEMBRAMOS EN EL PASADO (versos 7-8)
Elifaz quería hacer reflexionar a Job sobre la ley de la siembra y la cosecha, y por eso le pregunta ¿Qué inocente se ha perdido? Quería hacerlo comprender que su situación actual podía ser a causa de algún pecado que hubiera cometido, y estuviese recibiendo la consecuencia o el castigo de parte de Dios.
En el caso de Job sabemos que no era así, pero, ¿y en nuestra vida? ¿Estaremos cosechando lo que hemos sembrado? ¿Estaremos sufriendo las consecuencias de nuestro pecado? El único que puede responder esa pregunta somos cada uno de nosotros. Interiormente, en lo íntimo del corazón, en la prueba de nuestra vida el Señor quiere de nosotros sinceridad de corazón (Salmo 51:4 y 6).
Tenemos que pedir a Dios misericordia por medio de un corazón arrepentido, y Él nos la dará como lo ha prometido en su palabra (Proverbios 28:13).