jueves, 2 de marzo de 2017

Un mensaje desde el fondo de mi corazón

¡Sí, yo sé lo que es sentir un dolor muy profundo! Sé lo que es sentir la enfermedad instalarse en tu cuerpo, luchar y pensar que no lo resistirás. No piensen que porque edito, predico la palabra de Dios y trato de hacer su voluntad, mi vida es un jardín de rosas sin espinas. Así como ustedes, también me toca enfrentar mis luchas y conquistar mis batallas. Pero hoy he recordado algo que tengo que recordarte a ti también. Porque eso que estás pasando y que parece una herida de muerte, mañana será solo una cicatriz y más aún, se convertirá en el trofeo que te recuerde que superaste la prueba que se te presentó porque Dios estuvo muy cerquita de ti. Este trofeo te recordará lo que es ver la gloria de Dios descender sobre tu vida.

No puedo evitar pensar en todos esos hombres y mujeres que la Biblia menciona. Ellos atravesaron el dolor, sintieron muchas veces deseos de morir y de borrarse del mapa; pero a la vez, sentían el fuego y la pasión arder en sus corazones. El amor profundo que sentían hacia Dios los motivaba a caminar la milla extra, porque sabían, al igual que Pablo, que ellos no habían sido diseñados por Dios para retroceder.
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Cumplir con el propósito y la misión que Dios tenía para sus vidas era más importante que sus propios deseos personales. Era para ellos, más importante cumplir el sueño de Dios que dejarse llevar por la corriente. Aunque el enemigo los atacaba una y otra vez, aunque muchas veces eran señalados y les daban la espalda hasta las personas que ellos menos pensaban, tenían claro que si Dios los respaldaba e iba al frente de ellos, harían proezas en su nombre. Mientras más pruebas y tribulaciones enfrentaban, más gloria de Dios descendía sobre sus vidas y sobre las personas que les rodeaban. Hasta sus enemigos tenían que bajar sus cabezas, al ver que el respaldo de Dios nunca los dejaba en vergüenza. El combate era a muerte, y ellos estaban dispuestos a dejarlo todo a cambio de que el nombre de Dios fuera conocido y exaltado.

Quizá sería muy fácil para mí, decirles que este caminar es de color de rosa. Mas no puedo dejar de hablar con sinceridad, este caminar es hermoso, sí, pero hay batallas que enfrentar. El enemigo sabe que le queda poco tiempo y está atacándonos con todo lo que puede. Humanamente sería muy fácil rendirnos, tirarnos al suelo y exclamar que hasta aquí llegamos. Pero me niego a permitir que Satanás gane el combate. No vale la pena rendirse después que hemos recorrido tanto camino.

Aquello que creí

... por lo cual asimismo padezco esto. Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. 2 Timoteo 1:12
Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: «Creí, por lo cual hablé», nosotros también creemos, por lo cual también hablamos. 2 Corintios 4:13
«No puedo imaginar que el universo sea la única cosa que haya existido siempre, sin causa, sin Creador. Creo que hay un Dios que, desde la eternidad, pensó en crearme y en salvarme. Creo que el bien y el mal no son nociones inventadas por los hombres para ponernos bajo el yugo de un Dios imaginario, sino realidades que cuentan para un Dios muy vivo. Creo que un día todo hombre tendrá que comparecer ante ese Dios. Creo todo esto porque la Biblia lo dice, y creo a la Biblia porque su lectura me convenció de que su autor es digno de fe.
Al leerla descubrí que Dios sabe todo sobre mí, que no se queda con la imagen que doy, sino que penetra en todos mis secretos, conoce mis aspiraciones por escondidas que estén, al igual que mi incapacidad para llevarlas a cabo. Comprendí que me creó como un ser responsable para hacer el bien y alejarme del mal, y que fracasé totalmente. Me convencí de que soy un pecador que solo merece el juicio.
Pero felizmente encontré mucho más: a pesar de todo, Dios se interesa por mí. Cuento a sus ojos al extremo que me dio un Salvador, su propio Hijo, quien sufrió en mi lugar el castigo que yo merecía. Jesús me amó tanto que aceptó morir para darme la vida eterna. Solo tuve que dar las gracias por ese maravilloso regalo, y entonces sentí en mi corazón una paz indescriptible. Esto es lo que creo y me gustaría que usted lo compartiese conmigo.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).

Todo viene de Él

Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad». Filipenses 2:13
La noche avanza, y avanzan también sus pesadillas. Braulio no duerme así. Fantasmas imaginarios invaden su noche solitaria y la transforman en preámbulo de muerte. Siempre es así desde los quince años, cuando empezó a tomar cocaína. Pasaron ya siete largos años; tiempo de dolor, de promesas incumplidas, de lágrimas y de abandono.
Braulio sufre aún más al percibir el sufrimiento de sus padres; los ama aunque ellos no lo crean. Daría la vida por verlos felices y orgullosos de su hijo primogénito pero no tiene fuerza de voluntad. El vicio se ha apoderado completamente de él.
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Pero esta noche es diferente. El hombre que diserta en la televisión habla de esperanza, de restauración, de una nueva vida. Cuenta historias de vidas destruidas por los vicios y de la manera maravillosa como Dios las restauró. Y Braulio quiere creer, pero no puede. Ya creyó en tanta cosa.... y nada dio resultado. Tiene miedo de seguir frustrándose y engañando a sus padres, y por eso decide cambiar de canal. Entonces sucede algo imprevisto: las cámaras se centran únicamente en el rostro de la persona que habla en la televisión y, sin querer, el joven drogadicto se encuentra cara a cara conmigo, y oye mi voz:
"No eres tú: es Dios quien lo hará. Tus promesas son promesas de arena, tú no tienes fuerza de voluntad. Lo que estás sintiendo en este momento es el trabajo del Espíritu Santo en tu corazón. Deja que Dios termine lo que está comenzando a hacer".
Y Braulio cree. Acepta el milagro divino y continua viendo el programa. Cuando Dios acaba de hacer el llamado, el muchacho se arrodilla delante del televisor y llora. "Dios, dice, yo no tengo fuerzas, no soy nadie, no puedo ni tengo fuerza de voluntad. Pero si el querer y el hacer son tuyos, opera el milagro en mi vida y líbrame de este vicio".

Acceso total

En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él. Efesios 3:12
Hace unos años, un amigo me invitó a acompañarlo a ver un torneo profesional de golf. Como era la primera vez que yo iba, no tenía idea de qué podía esperar. Cuando llegamos, me sorprendió que me dieran obsequios, información y mapas del campo de juego. Pero lo que superó todo fue que entramos en la tienda VIP, detrás del hoyo 18, donde había comida gratuita y lugar para sentarse. Sin duda, no podría haber disfrutado de toda esa hospitalidad por mi cuenta. La clave fue mi amigo; solo por él, tuve acceso total.
Extrapolando este caso, si fuera por nosotros estaríamos irremediablemente separados de Dios. Pero Jesús, quien cargó con nuestro castigo, nos ofrece vida y acceso a Dios. El apóstol Pablo escribió: «para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia» (Efesios 3:10). Esta sabiduría unió a judíos y gentiles en Cristo, quien nos abrió el camino para llegar al Padre: «en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él» .
Cuando ponemos nuestra fe en Cristo, recibimos el mayor acceso de todos: al Dios que nos ama y desea relacionarse con nosotros.

Padre, gracias porque puedo llamarte así y entrar en tu presencia al haber puesto mi fe en tu Hijo Jesús, quien abrió el camino al morir en la cruz por mí. ¡Qué regalo tan maravilloso!
Gracias a la cruz de Cristo, podemos hacernos amigos de Dios.