lunes, 20 de febrero de 2017

El equilibrio entre el bien y el mal

COMPRENDIENDO EL EQUILIBRO ENTRE EL BIEN Y EL MAL.
No se sabe ciertamente desde qué tiempo se viene definiendo erróneamente la frase: “la lucha del bien contra el mal”; definición que está muy alejada de la realidad.
Dice Dios en su Palabra, en el libro de Isaías 45:5-7:
Yo soy el Señor, y no hay otro; fuera de mí no hay ningún Dios. Aunque tú no me conoces, te fortaleceré, para que sepan de oriente a occidente que no hay ningún otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay ningún otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas, traigo bienestar (BIEN) y creo calamidad (MAL); Yo, el Señor, hago todas estas cosas.
Resultado de imagen de El equilibrio entre el bien y el mal¿Acaso el Creador es malo? De ninguna manera. Comparemos esta Escritura con el libro de 1ª Corintios 10:13 “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.”
La palabra “MAL” en hebreo, se puede traducir como anormal, inmoral, mal, adversidad, aflicción, agravio, calamidad, castigo, desastre, difícil, doloroso, duro, etc.
La palabra “BIEN” en hebreo, se puede traducir como seguro, bien, feliz, amistoso, bienestar, salud, prosperidad, paz.
Así que no se trata literalmente de “la lucha del bien contra el mal”, puesto que ambas fueron creadas por el mismo Dios. De esta manera entendemos que, cuando vienen calamidades, adversidades, aflicciones a nuestra vida, es porque tenemos que ser purgados, depurados, limpiados de aquello que nos hace daño; el oro para que sea fino tiene que ser pasado por el fuego.
En el caso de los hijos de Dios el mal es usado para equilibrar nuestra vida, y en ella, la soberbia y el orgullo, muchas veces nos hacen olvidar la gran necesidad que tenemos de entrar a la Presencia de Dios de forma humilde; y entramos a su iglesia o ante nuestros hermanos como grandes hijos de Dios, de manera tal que ni el suelo merece ser pisado por nosotros; es entonces cuando el Creador nos pasa por fuego, vienen pruebas y adversidades que, con toda certeza, nos harán doblar la cerviz y pedir misericordia.

Dos maneras de nacer y de morir

Tiempo de nacer, y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado. Eclesiastés 3:2
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Juan 11:25
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Jean de la Bruyère, escritor del siglo 17, decía: «Para el hombre solo existen tres acontecimientos: nacer, vivir y morir». Todo ser humano viene al mundo por medio del nacimiento: es el nacimiento natural.
Pero la Biblia precisa que existe otro nacimiento: El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:5-6). Sorprendente declaración, que fue hecha por Jesucristo al comienzo de su ministerio. Existen, pues, dos nacimientos muy diferentes. No escogimos venir al mundo; en cambio, nuestro nacimiento en el reino de Dios depende de nosotros. Jesús dice: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). Si creemos en Él, experimentaremos ese nuevo nacimiento.

El genio de la basura

—Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. Juan 9;25
Noah Purifoy empezó como "artista" recolectando tres toneladas de escombros de los vandalismos de 1965 en una zona de Los Ángeles, Estados Unidos. Desde ruedas de bicicletas rotas y bolas de boliche, hasta llantas desechadas y televisores dañados —cosas ya inservibles. Él y un colega crearon, con ello, esculturas que transmitían un enérgico mensaje sobre cómo la sociedad moderna «descarta» a las personas. Un periodista se refirió a Purifoy como «el genio de la basura».
En la época de Jesús, muchos consideraban que quienes tenían enfermedades y problemas físicos eran pecadores a quien Dios estaba castigando. Entonces, los evitaban e ignoraban, pero, cuando Jesús y sus discípulos se encontraron con un hombre que había nacido ciego, el Señor explicó que su estado no se debía al pecado, sino que era una ocasión para ver el poder de Dios: «Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo» (Juan 9:5). El ciego siguió las indicaciones de Jesús y pudo ver.
Cuando las autoridades religiosas le preguntaron, él simplemente contestó: «una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo» (verso 25).
Jesús sigue siendo el gran «genio de la basura» del mundo. El pecado nos dañó a todos, pero Él toma nuestras vidas rotas y crea una nueva.

Señor, te agradezco por lo asombrosa de tu gracia.
Jesús es el restaurador de la vida.

Por mí, fue por mí

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Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Isaías 53:4-5
«De repente, leyendo en la Biblia el capítulo 53 de Isaías, el mensaje de la cruz me llegó al corazón. Por primera vez vi que la cruz es el centro del Evangelio. Comprendí lo que Jesús hizo por mí: llevó sobre sí mismo mis pecados y mis tormentos, cargó con mis faltas y con mi culpabilidad, para que yo pudiese estar ante Dios como un hombre libre. Empecé a valorar el precio que tuvo que pagar. Tomé consciencia de lo que dio para salvarme a mí, hombre esclavo del pecado y perdido. ¡Cuánto le costó mi liberación!



Para mí fue una realidad nueva y me alcanzó con fuerza. Saber el precio extremo que Jesús pagó por mí me hizo llorar durante mucho tiempo. Los sollozos subían desde lo más profundo de mi ser y no podía detenerlos. La escena de Jesús con una corona de espinas en la cabeza, herido, clavado en la cruz, se repetía sin cesar en mi mente.
Por mí… fue por mí… las palabras se volvían inútiles... ninguna palabra podía expresar mi agradecimiento y mi sentimiento de indignidad. No podía sondear la profundidad de un amor tan grande. ¡Él tomó mi lugar! Era un conocimiento que no puede ser percibido mediante la inteligencia, y que oprime el corazón. ¡Esto me hizo ponerme de rodillas! Durante toda mi vida había pensado que nadie comprendía mi sufrimiento, pero me di cuenta de que Jesús no solo lo comprendía, sino que lo tomó sobre sí mismo para liberarme».