lunes, 16 de enero de 2017

Candados de amor

SALMOS 106:1… Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre (NVI).
En junio de 2015, en París, se quitaron 45 toneladas de candados de las barandillas del Puente de las Artes. Como un gesto romántico, las parejas grababan sus iniciales en un candado, lo colocaban en la baranda, lo cerraban y arrojaban la llave al río Sena.
0012731048Como este ritual se había repetido miles de veces, el puente ya no podía soportar más el peso de tanto «amor». Por fin, el gobierno de la ciudad, para proteger el puente, quitó los «candados de amor».
El propósito de los candados era simbolizar amor eterno, pero el amor humano no dura para siempre. Hasta los amigos más íntimos pueden ofenderse y no resolver nunca el problema; los parientes, discutir y negarse a perdonar; los esposos y esposas, alejarse tanto que no recuerdan por qué decidieron casarse. El amor humano es inconstante.

No calles lo que es importante decir

Hay un refrán que dice: “el que calla otorga”. En otras palabras, el que se calla, consiente. Pero hay ocasiones en las que es necesario romper el silencio, en las que no se pueden callar ni tolerar las injusticias que suceden a nuestro alrededor, en las que hay que llamar a las cosas por su nombre. No podemos ser testigos silentes del dolor, del maltrato ni consentir las traiciones.
¿Cuántas tragedias se hubieran evitado en este mundo si algunos no hubieran silenciado su voz cuando era necesario que hablaran?
Martin Luther King Jr., pastor estadounidense de la Iglesia Bautista, no pudo silenciar su voz y sus palabras se hicieron eco de tantos negros que habían sufrido discriminación en el mundo. Rosa Parks, figura importante del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, tampoco pudo aguantar más cuando la quisieron mover de su asiento en aquel autobús; ¡tuvo que hablar, tuvo que negarse ante aquel abuso! Y su gesto provocó un movimiento a favor de los derechos civiles en Estados Unidos.
Tú también puedes ser un agente del cambio. Aprendí con un profesor que debemos ser activistas o protagonistas, servir de puente, ser enlaces. Siempre vi a ese profesor con una sonrisa en su rostro, siempre estuvo abierto al diálogo, a prestar sus oídos. Y cuando tuvo que hablar y dar a conocer sus opiniones respecto a un tema, lo hizo. Las personas así son una fuente de inspiración.

Optimismo

Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”». Números 13: 30

Resultado de imagen de OptimismoCaleb era optimista; un santo optimista. Un hombre con una extraordinaria visión de futuro. Su optimismo se basaba en su confianza en las promesas divinas. El optimismo está relacionado con la responsabilidad que asumes, o no, ante las circunstancias, es decir, aceptas ser el responsable por lo que te sucede, y entonces te preguntas qué es lo que puedes hacer, con la ayuda de Dios, a fin de mejorar o cambiar la situación presente de las cosas.
Ése era el caso de Caleb. El pueblo estaba dominado por el miedo, pues el enemigo era poderoso; una comparación del armamento de ambos demostraba que Israel no tenía las condiciones mínimas adecuadas para enfrentarse a los cananeos. Pero Caleb veía algo que los demás no veían: su confianza radicaba en las promesas de un Dios que no conoce la derrota.
El optimista se apoya en las promesas de Dios; por el contrario, el pesimista se siente impotente frente al mundo o, incluso, frente a sí mismo, y espera a que las circunstancias externas cambien para hacer algo al respecto.
La confianza en Dios llevaba a Caleb a verse a sí mismo corno agente o causa de sus circunstancias; por su parte, el pueblo, temeroso y pesimista, se veía como víctima de ellas.

La pesada cruz de mi pasado

“Las cosas pasadas se han cumplido, y ahora anuncio cosas nuevas; ¡las anuncio antes que sucedan!”
(Isaías 42:9 NVI)
Hace 14 años, recién casada y viviendo el tiempo que, supuestamente, debería ser la luna de miel en mi relación con el papá de mis hijas, experimenté en carne propia, lo que significa ser traicionada. Encontré en su billetera una carta en la que especificaba claramente y con todo lujo de detalles, las caricias, los besos y la profunda pasión que nacieron de un encuentro fortuito entre él y otra mujer.
Resultado de imagen de La pesada cruz de mi pasadoEntonces permití que mi corazón se llenara de odio y resentimiento. Lo maldije a él de todas las formas posibles, y para qué hablar de ella. Me convertí en una mujer despreciable que, sin ningún tipo de reparo, humilló y maltrató con palabras y acciones repulsivas, a alguien que también era una víctima como yo.
Durante 7 años y medio de infierno, 3 infidelidades más y un proceso doloroso que el Señor inició en mí, pude ver más allá de mis emociones y entender que en aquel entonces ninguno/a de los tres implicados conocíamos del Señor, y que las circunstancias y la manera inadecuada que tenemos las mujeres de resolver nuestros conflictos, habían propiciado que cargara la pesada cruz de haber hecho lo incorrecto delante de Dios.
Odiamos a las amantes de nuestros maridos, las insultamos y nos creemos con todo el derecho de hacerlo, como una salida al dolor recibido. Pensamos que actuando de esa manera somos unas triunfadoras, pero no es así; el vacío en nuestro interior, la baja autoestima a la que conlleva una infidelidad y el exceso de orgullo hacen de las suyas, destruyendo a su paso todo lo que se atraviese con tal de recuperar nuestra dignidad; hijos, esposo, matrimonio, familia y amigos, ninguno de ellos queda al margen, sino que son víctimas colaterales de un conflicto sin cuartel y sin propósito.
La palabra de Dios indica castigo para los adúlteros, pero no de nuestra mano sino por la voluntad de Él, quien ve todo desde la barrera, de manera objetiva y con un juicio equilibrado de las causas del resquebrajamiento de una relación. ¿Verdaderamente crees que es solo responsabilidad del hombre infiel el que tu matrimonio esté mal?… Cuando aparece la amenaza, nuestro impulso natural es el de contraatacar, usar las artimañas del mundo para hacerse escuchar, pero olvidamos que las armas correctas no son del mundo, sino que nos fueron dadas por Jesús a través de su ejemplo; amor, perdón, oración por nuestros enemigos, y paz y armonía en todo momento y todo lugar.