miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿Verdaderamente, todo sucede por algo?

Resultado de imagen de ¿Verdaderamente, todo sucede por algo?¿Todo sucede por algo? La respuesta corta es "sí"; dado que Dios es soberano, no existe la casualidad ni eventos que sucedan fuera de control. Los propósitos de Dios puede que nos sean ocultos, pero podemos estar seguros que detrás de cada evento hay un propósito.

Hubo un propósito por la ceguera del hombre en Juan 9, aunque los discípulos se equivocaron al identificar la razón (Juan 9:1-3). Hubo una razón respecto a los malos tratos que recibió José, aunque el propósito de sus hermanos en lo que le hicieron fue muy diferente del propósito de Dios al permitirlo (Génesis 50:20). Hubo un propósito en la muerte de Jesús; las autoridades de Jerusalén tenían sus razones, basadas en malas intenciones, y Dios tuvo las suyas, basadas en la justicia. La soberanía de Dios se extiende incluso hasta la más humilde de las criaturas: "Con todo, ni uno de ellos (pajarillos) cae a tierra sin el permiso de vuestro Padre" (Mateo 10:29).
Varios factores nos ayudan a saber que todo sucede por algo: la ley de causa y efecto, la doctrina del pecado original, y la providencia de Dios. Todo esto demuestra que todo sucede por alguna razón, y no solo por casualidad o por azar.


En primer lugar, existe la ley natural de la causa y el efecto, también conocida como la ley de la siembra y la cosecha. Pablo dice, "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna" (Gálatas 6:7-8). Esto significa que en cada acción que realicemos o en cada palabra que pronunciemos, ya sea para bien o para mal, hay ciertos resultados inevitables que vendrán (Colosenses 3:23-25). Alguien podría preguntar, "¿Por qué estoy en la cárcel?, ¿hay alguna razón para ello?", y la respuesta podría ser, "Porque usted robó la casa de su vecino y lo atraparon". Esa es la causa y el efecto.

Todo lo que hacemos es una inversión en la carne o una inversión en el Espíritu. Vamos a cosechar lo que hemos sembrado, y cosecharemos en proporción a cómo hemos sembrado. "Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará" (2 Corintios 9:6). El creyente que camina en el Espíritu y "siembra" en el Espíritu, va a recoger una cosecha espiritual. Si su siembra ha sido generosa, la cosecha será abundante, si no en esta vida, ciertamente en la vida venidera. Por el contrario, aquellos que "siembran" para la carne van a cosechar una vida sin todas las bendiciones de Dios, tanto en esta vida como en la vida por venir (Jeremías 18:10; 2 Pedro 2:10-12).

Libérate del Peso de la Culpa

¡Culpa!, una carga demasiado pesada. 
Te hace sentir triste e infeliz. No te deja dormir porque constantemente tu conciencia te lleva a enfrentarte con la realidad de tu falta, delito o pecado. Vivir de esa manera no es vida. Es como vivir esclavo y preso de tus errores; aún más, es como vivir un infierno interno.
Pero hoy puede ser un día diferente para ti. Así como en una ocasión un ladrón al lado de la cruz de Jesús, reconoció sus pecados y pidió perdón, tú puedes recibir ese perdón y ser libre de esa culpa. Jesús, mediante su sangre preciosa al morir en la cruz, murió por nuestros pecados y no solo eso, sino que por esa preciosa sangre nos lava, purifica y redime. Con solo aceptarlo, puedes comenzar a experimentar el perdón en tu corazón.
También existen cosas que todavía puedes hacer. Errores que puedes enmendar, y si es así, no debes perder más tiempo, sino hacerlo ya. Mientras más pronto lo hagas, mejor será para ti. Te sentará muy bien experimentar la verdad y la libertad desde lo más íntimo de tu ser.
Ya no andes más oprimido, deprimido o como si estuvieras muerto estando vivo. No escondas tus culpas y pecados tras las adicciones o tratando de ignorarlos. Porque muchos tratan de ignorarlos, pero cuando llega la noche y hay silencio, no pueden dormir porque la culpa casi los aplasta.

Robot de la fe

Conversando con una amiga y compañera de trabajo, recodábamos un episodio bastante incómodo que vivimos, ella de manera directa y yo de espectadora un par meses atrás. Fue una desagradable confrontación que mi amiga tuvo con uno de los directivos del lugar en que trabajamos, quien la reprochaba que no estaba confiando totalmente en Dios y que revisara de qué manera eso se lo estaba transmitiendo a sus alumnos. Fue incómodo ese momento porque la manera de decirlo no fue, a mi juicio, la apropiada y porque además, creo que nadie puede andar por la vida evaluando tu nivel de confianza o fe en Dios porque, sencillamente, no le corresponde.
robot de la feA partir de ese evento salió a colación el término de “robot de la fe”, un poco tratando de asimilar lo que había sucedido y dando a entender lo que se esperaba de ella, y bueno, lo que muchas veces se espera de todos, pero que por fortuna para todos, Dios no espera que lo seamos. Él sí espera que confiemos y tengamos una fe ciega, pero no se decepciona ni se tira de los pelos de la cabeza cuando no la tenemos, porque no nos hizo como un robot, nos hizo seres de carne y hueso.
Si fuésemos "robots de la fe" no necesitaríamos el abrazo tibio del Espíritu Santo diciéndonos que todo estará bien, no necesitaríamos la oración, el ayuno, la lectura de la palabra y la comunión diaria porque estaríamos programados para tener fe y producirla; no nos costaría trabajo alguno, nos saldría de manera natural. Pero la cosa no funciona así, Dios nos hizo reflexivos y libres para escoger porque no quería autómatas, y la fe nos la dio como un don preciado digno de cultivar y poner al servicio del cuerpo de Cristo, por lo que es algo que Él nos entrega, no algo que hagamos por nosotros mismos.

La coronación de Cristo

Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. (Apocalipsis 15:3)

Ese día los redimidos resplandecerán con la gloria del Padre y el Hijo. Los ángeles del cielo, tocando sus áureas arpas, darán la bienvenida al Rey, y a los trofeos de su victoria, que serán los seres lavados y emblanquecidos en la sangre del Cordero. Surgirá un himno de victoria que henchirá el cielo. Cristo ha vencido. Entra en los atrios celestiales acompañado por sus redimidos, testigos de que no fue vana su misión de sufrimiento y sacrificio.  

Resultado de imagen de La coronación de CristoMuy por encima de la ciudad, sobre un cimento de oro bruñido, hay un trono alto y encumbrado. En el trono está sentado el Hijo de Dios, y en torno suyo están los súbditos de su reino. Ningún lenguaje, ninguna pluma puede expresar ni describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre Eterno envuelve a su hijo. El esplendor de su presencia llena la ciudad de Dios, rebosando más allá de las puertas e inundando toda la tierra con su brillo. 

Inmediatos al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, han seguido a su Salvador con profunda e intensa devoción. Luego vienen los que perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la infidelidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la “gran muchedumbre, que nadie podría contar, de entre todas las naciones, tribus y pueblos, y las lenguas…de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas blancas, y teniendo palmas en sus mano.” Su lucha ha terminado, han ganado, son victoriosos, han disputado el premio de la carrera y lo han ganado… En presencia de los habitantes de la tierra y del cielo reunidos, se efectúa la coronación final del Hijo de Dios.