lunes, 5 de diciembre de 2016

El misterioso sueño

José estaba en casa estudiando su sermón en su subrayada Biblia. Una hora antes había tenido una charla con su esposa sobre la deuda del alquiler de la casa y el pago de la mensualidad del colegio, y mientras habían hablado eso, él, lejos de desesperarse, atendió una llamada telefónica de la esposa de su primo quien le preguntó:
– Hola José, ¿cómo estáis? Soy Rocío, la esposa de tu primo.
José, muy alegre como siempre, le contestó: hola Rocío, estamos bien, gracias a Dios.
Ella le volvió a hacer la pregunta.
– ¿Como estáis? ¿Seguro que estáis bien?
Él le volvió a contestar de la misma forma su respuesta.
Resultado de imagen de El misterioso sueñoFinalmente, ella le dijo: -bueno José, quiero que me disculpéis porque hace mucho que no sabemos de vosotros; hasta tuve que pedir vuestro número de teléfono a otras personas, y por eso os estoy llamando. Además quiero contaros que tuve un sueño con vosotros, y en ese sueño tú me decías que estabais pasando por muchas dificultades, y hasta me dijiste la cantidad que debías. Quería saber vuestro número de cuenta bancaria para poder hacer un depósito en ella.
José, algo nervioso, suavemente le dijo: Rocío, no era preciso que se molestaran pero se lo agradecemos en gran manera. Cuando José terminó de hablar con ella, estaba maravillado de haber recibido una llamada telefónica de alguien de quien hacía mucho tiempo que no sabía nada. Era realmente un milagro, y al siguiente día fue al banco, y su sorpresa fue grande al observar que su cuenta tenía 10,000 euros de más, y casi llegaba a los doce mil. Estaba sorprendido, pues sabía que su primo y Rocío habían hecho un gran sacrificio para poder enviarles eso.
José tomó su Biblia y se puso a leer el libro de Ester capítulo 6 del 1 al 3 así: “…Esa noche el rey no podía dormir, entonces ordenó a un asistente que le trajera el libro de la historia de su reino para que se lo leyeran. En los registros descubrió el relato de cuando Mardoqueo informó del complot que Bigtana y Teres, dos de los eunucos que cuidaban la puerta de las habitaciones privadas del rey, habían tramado para asesinar al rey Asuero. ¿Qué recompensa o reconocimiento le dimos a Mardoqueo por este acto?, preguntó el rey…”

Arrebatado por el Espíritu

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Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más; y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las ciudades hasta llegar a Cesarea. Hechos 8:39,40

Después de matar a Esteban, los dirigentes religiosos comenzaron una campaña de  persecución religiosa sin cuartel, en contra de aquellos que creían en Jesús.
Saulo estuvo presente en el juicio y en el apedreamiento de Esteban, y había participado de la cruel tarea. Interiormente había quedado profundamente impresionado. No pudo responder a los argumentos de Esteban, ni eludir el hecho de que Dios había honrado al hombre que mataron con un rostro angélico y brillante. Pero ignoró todas estas cosas e hizo todo lo que pudo por dañar a cada nuevo creyente. Yendo de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres hasta la prisión, y hacía que muchos fueran condenados a muerte.
Mientras Satanás esperaba que la persecución desbaratara al nuevo movimiento cristiano al esparcir a los creyentes, Dios usó esa dispersión para extender las buenas nuevas a muchos lugares.

La irracionalidad del mal

Aquellos cuatro hombres, creyentes en un Dios de justicia, se encontraban en un dilema: cómo explicar la situación de Job de una manera racional y lógica, y que fuera consistente con su comprensión del carácter de Dios. Lamentablemente, en su intento de entender el mal que cayó sobre Job, terminaron en una posición que resultó ser equivocada. Elena de White (autora cristiana estadounidense), ofrece un comentario a este respecto. “Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado”. 
Resultado de imagen de La irracionalidad del malElla usa la palabra pecado, pero supongamos que la reemplazamos por otro término con un significado similar: mal. Entonces la cita diría: Es imposible explicar el origen del mal y dar razón de su existencia. El mal es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser mal. 

Muy a menudo, cuando golpea la tragedia, la gente piensa: “No entiendo esto”. O bien: “Esto no tiene sentido”. Ésta era la queja de Job todo el tiempo. Hay una buena razón por la que Job y sus amigos no le encontraron el sentido a todo lo que estaba sucediendo: el mal mismo no tiene sentido. Si pudiéramos comprenderlo, si se adecuara a algún plan lógico y racional, no sería tan malo, porque serviría a un propósito racional. Lo único que podemos llegar a comprender es que el mal es la ausencia del bien.

¿Cuánto vales?

…  pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18-19
Se cuenta que, en el año 75 a.C., un joven de la nobleza romana llamado Julio César fue secuestrado por piratas, tras lo cual se pidió un rescate para liberarlo. Cuando exigieron 20 talentos de plata (unos 600.000 dólares de hoy), César se rió y dijo que era evidente que no tenían ni idea de quién era él. Entonces, insistió en que elevaran el montante del rescate a 50 talentos. Creía que valía más de 20.
¡Qué diferencia vemos entre la arrogante valoración personal de César y el precio que Dios le pone a cada ser humano! Nuestro valor no se mide en términos monetarios, sino en función de lo que el Padre celestial ha hecho a nuestro favor.
¿Cuál fue el precio del rescate que pagó para salvarnos? La sangre de su único Hijo al morir en la cruz. Así, el Padre nos liberó de nuestro pecado: «fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo» (1 Pedro 1:18-19).
Dios nos amó tanto que entregó a su Hijo para que muriera en la cruz y resucitara de los muertos para redimirnos y rescatarnos. Éste es el valor que tienes para Él.

Padre, gracias por el precio que pagaste para que fuera perdonado. Que mi vida sea una expresión constante de gratitud hacia ti.
Nuestro valor lo determina el precio que Dios pagó para rescatarnos.