domingo, 23 de octubre de 2016

¿Está mal tener imágenes de Jesús?

Cuando Dios dio su ley a la humanidad, empezó con una declaración de quién es Él: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto", (Éxodo 20:2) con la advertencia de que Israel no debía tener ningún otro Dios sino Él. Enseguida añadió la prohibición de hacer cualquier imagen de cualquier cosa "que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra", (Éxodo 20:4) con la finalidad de adorarlas o de inclinarse a ellas. Lo atrayente de la historia del pueblo judío es que desobedecieron este mandamiento más que cualquier otro. Una y otra vez, se hicieron ídolos para representar dioses y los adoraron, empezando con el becerro de oro durante el tiempo que Dios estaba escribiendo los Diez Mandamientos a Moisés (Éxodo 32). La adoración de los ídolos no solo alejó a los israelitas del Dios vivo y verdadero, sino que los condujo al abandono a todo tipo de pecados, incluyendo la prostitución del templo, orgías, e incluso el sacrificio de niños.
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Por supuesto, el simple hecho de tener una imagen de Jesús en el hogar o en la iglesia, no significa que las personas están practicando la idolatría.
 Mas
 es posible que un retrato de Jesús o un crucifijo puedan convertirse en objeto de adoración, en cuyo caso el adorador tiene la culpa. Pero no hay nada en el Nuevo Testamento que prohíba específicamente a un cristiano el tener una imagen de Jesús. Esta imagen podría muy bien ser un recordatorio para orar, para volver a centrarse en el Señor, o para seguir las huellas de Cristo. Pero los creyentes deben saber que el Señor no puede ser reducido a una imagen bidimensional y que la oración o la adoración no se ofrecen a una imagen. Además, una imagen nunca será una imagen completa de Dios ni muestra con precisión su gloria; nunca debe ser un sustituto de cómo vemos a Dios o profundizar en nuestro conocimiento de Él. Y, por supuesto, incluso la más bella representación de Jesucristo no es nada más que la idea de un artista de cómo era el Señor.

Así que, no sabemos cómo era Jesús. Si para nosotros fuera importante saber los detalles de su apariencia física, Mateo, Pedro y Juan, sin duda nos hubieran dado una descripción exacta, al igual que los mismos hermanos de Jesús, Jacobo y Judas. Sin embargo, estos escritores del Nuevo Testamento no ofrecen detalles acerca de los atributos físicos de Jesús. Nos queda a nuestra imaginación.

…¡Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis!

“Así ha dicho Jehová, el Señor, a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis”.  Ezequiel 37:5
y pondre mi espirituA lo largo de nuestras vidas todos tenemos que vivir procesos en mayor o menor proporción. Hace ya un año que quise someterme a un proceso algo doloroso y complicado que tenía que ver con mi salud y mi futuro, pero sabiendo que al final traería un bien a mi vida. Hace menos de tres semanas fui intervenida en una operación. Uno de los factores importantes que todo especialista nos advierte a cada uno de los que nos sometemos a este proceso, es que aunque sintamos dolor después de ser intervenidos, tenemos que sentarnos y luego caminar, movernos. Es determinante para la recuperación que sigamos cada instrucción que nos es dada, y que el dolor no nos impida hacer lo que tenemos que hacer, porque si no retrasaríamos el proceso y muchos podrían incluso morir.
Estos días, mientras caminaba meditaba en las grandezas que el Señor hace en nuestras vidas. Meditaba en cómo Él obra por caminos que nos parecen misteriosos y cómo nos lleva hasta donde quiere que estemos. Y mientras más analizaba, Dios me hacía recordar el pasaje de Ezequiel en aquel valle de huesos secos e inertes. Esos huesos que parecían no tener vida, ante el toque de Dios y la palabra proclamada volvieron a juntarse. Dios sopló aliento de vida en ellos, y lo que parecía imposible se hizo realidad.
Muchas veces, a lo largo de nuestras vidas, nos sentimos como esos huesos sin vida de los que hablaba el profeta Ezequiel en aquella visión. Pensamos y sentimos que ya no hay esperanza ni un futuro prometedor para nosotros. Los demás pronostican sobre nosotros males, calamidades o nos agobian con sus juicios y palabras; pero de repente Dios toma el control y se mete en la escena que estamos viviendo, para cambiar el panorama, para hacernos ver que Él sigue estando presente. De repente, Él sopla sobre nuestras almas y comenzamos a movernos, y al movernos comenzamos a sentir la vida que hay dentro de nosotros. Nuestro corazón late emocionado, el alma nos vuelve al cuerpo y nos sentimos esperanzados y con ganas de salir hacia adelante.

La conversión

Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo. Hechos 3:19
La conversión es el acto en el cual el hombre, bajo el impulso del Espíritu Santo, se vuelve por entero a Dios dejando su vida vieja y su pecado, para comenzar a vivir la nueva vida (El nuevo nacimiento).
Resultado de imagen de La conversiónSegún Proverbios 14:12, es el cambiar de dirección; el convertido se aparta del mal camino hacia lo que es bueno y mantiene esa santidad por la cual la venida de Jesús vendrá.
El que se convierte no solo confiesa su pecado sino que se aparta de él. (Proverbios 28:13)
  • Arrepentidos = arrepentimiento
  • Se aparta = conversión
Sepamos cuáles son los beneficios de la conversión:
En Jeremías 18:8 aprendemos sobre la ira de Dios para que sea quitada de Él.
Una vez que te arrepientes de tus pecados, el castigo de Dios te es quitado y eres llenado de misericordia para que puedas ser santificado y honrado por su amor hacia ti.
Jeremías 15:19 nos habla sobre la restitución que Dios tiene para con nosotros, y esto nos lleva a tener más comunión con Él. Así mismo, el convertido se aparta de su mal camino y se humilla, “comienza a perder el orgullo”; Dios le promete escuchar desde los cielos, perdonar sus pecados y sanar su tierra (2 Crónicas 7:14).
El orgullo nos lleva a una vida de negación hacia Dios, y esto nos impide tener la bendición que pueda darnos.
El creernos autosuficientes y pensar que podemos hacer las cosas por nuestra propia cuenta, se llama orgullo y Dios humilla al que se enaltece.
Pero ser convertidos hacia la verdad de Dios es uno de los privilegios más grandes que se nos puede haber regalado, aunque también trae muchas pruebas que solo venceremos en el nombre de Jesús. Es cierto que Él nos escogió mucho antes de la creación del mundo, pero no todos escuchan ese llamado.

Solitario del desierto

 Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su especie. Y vio Dios que era bueno. (Génesis 1:12).
"Solitario del desierto" es la historia personal de Edward Abbey sobre sus veranos como guardabosque en un parque nacional en Utah, Estados Unidos. Vale la pena leer el libro, aunque solo sea por el lenguaje vivaz y las gráficas descripciones de las bellezas naturales de aquel lugar.
Sin embargo, a pesar de sus cualidades artísticas, Abbey era un ateo que solo veía la belleza superficial de lo que disfrutaba. ¡Qué triste! Vivió toda su vida elogiando la belleza, sin captar la verdadera esencia de toda esa maravilla.
La mayoría de los pueblos antiguos tienen teorías sobre los orígenes rodeadas de leyendas, mitos y canciones. Pero la historia de Israel sobre la creación es única: hablaba de un Dios que creó la belleza para que la disfrutásemos con la alegría de un niño. Dios ideó el cosmos, lo hizo real con su palabra y lo declaró «hermoso». Después de crear el paraíso, formó al ser humano, lo puso en el Edén y le dijo: «¡Disfruta!»
Algunos ven y disfrutan de la belleza de los buenos regalos de Dios, pero «no lo glorifican como Dios, ni le dan gracias, sino que se envanecen en sus razonamientos» (Romanos 1:21).
Otros ven la belleza y dicen simplemente: «Gracias, Dios».

Señor, gracias por poder disfrutar de la belleza de tu creación.
Toda la creación refleja la belleza de Dios.