sábado, 22 de octubre de 2016

El hijo rebelde regresa al hogar

"Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros". Lucas 15;19


Rembrandt, en su cuadro sobre la parábola del hijo prodigo, deja muy pocas dudas del estado físico-emocional de este hijo que regresa. Su cabeza estaba afeitada como la de un prisionero al cual se le ha puesto un número de identidad. El pintor lo dibuja con una ropa que apenas cubre su cuerpo demacrado.

Se trata de un hijo que regresa al padre sin dinero, sin salud, sin honor y sin reputación pues ya lo ha despilfarrado todo. El artista nos deja ver como hay cicatrices en las plantas de sus pies, mostrando la historia de un viaje humillante y doloroso. Al igual, sus sandalias hablan de su miseria y sufrimiento. Pero hay dos grandes aspectos en este miserable hijo pródigo y su regreso que resaltar y que son una gran bendición. 

El hijo pródigo (rebelde) siempre creyó que era hijo del padre. En medio de toda su miseria y a pesar de haber solicitado la herencia que le correspondía con su padre en vida. Aún habiendo derrochado y malgastado irracionalmente toda aquella fortuna que el padre le había entregado con amor y desprendimiento. Eso no importaba, había un tesoro espiritual muy grande en su corazón, él tenía la certeza de un padre. 
No había olvidado en su mente y corazón que todavía era hijo del padre, que tenía hacienda y empleados. Podía considerar la posibilidad de regresar a la casa de su padre.

Este joven se aferró con todas las fuerzas de su alma a esta realidad congénita, “soy hijo de mi padre”. El hijo volvió a casa cuando recordó y valoró el lazo familiar que le unía. Tuvo que perderlo todo para indagar en lo más profundo de su ser interior, y entonces decir:  “iré a mi padre y le diré…"

Este es el misterio de la gracia divina, usted y yo tampoco hemos olvidado que somos hijos del Padre Celestial.

La soledad más grande que puede sentir el cristiano es comenzar a pensar que no es hijo del Padre. Esto no se aprende en seminarios evangélicos, sino que es una experiencia personal.

El triunfo más diabólico que puede obtener Satanás de nosotros es hacernos pensar que ya no somos hijos del Padre Celestial. Pero una vez que hemos sido sellados con la Promesa Divina del Espíritu Santo, no habrá nada ni nadie en este mundo que nos pueda separar del Amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Si estamos lejos de casa, el Padre Celestial nos espera siempre, cada mañana levanta su vista hacia la puerta del camino y se pregunta: ¿Cuándo volverá mi hijo, cuando se percatará de que soy su padre y él es mi hijo?

¡Cuán importante es la doctrina de la salvación en la vida del creyente convertido a Jesucristo! ¡Afiancemos nuestra identidad como hijos de Dios cada día! Nuestras iglesias evangélicas deberían estar más enfocadas en esto: reafirmar a los creyentes en que nuestra identidad como hijos de Dios está basada en la obra de Cristo, en la fe que hemos depositado en su muerte y resurrección, y no precisamente en nuestros extravíos lejos de casa.

El reconocimiento de Dios

Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará. Juan 12;26
Entendamos el propósito: Buscar ser glorificados por Dios mediante nuestro trabajo para Él.
Pensemos y tengamos en cuenta que:
1. Un epitafio es la inscripción que se pone sobre una sepultura, en la mayoría de ellas indicando alguna cualidad del fallecido. El libro titulado "Héroes sin fusil" es un memorable epitafio que escribió el erudito investigador Jorge Eduardo Arellano, sobre la vida de más de 144 personajes de la cultura e historia, hombres y mujeres que en su tiempo fueron nobles hijos de su patria.
Resultado de imagen de El reconocimiento de Dios2. Al hombre le gusta elogiar, pero Dios siempre dirá la verdad sobre nosotros.
3. Un hermano escribió un libro sobre la Historia de la iglesia de Cristo. “Cristianos que han hecho historia” es una relevante sección del mismo, porque destaca la labor de hombres y mujeres en el quehacer de las iglesias cristianas.
Por todo esto nos preguntamos: cuando ya no estemos en este cuerpo, ¿qué habremos dejado en la iglesia para mantener nuestro recuerdo en el corazón de ella?
Si Dios nos diera su opinión acerca de cómo nos ve, ¿qué piensa usted que le diría? Veamos el criterio de Dios sobre algunos personajes importantes de la Escritura:
I. EPITAFIOS SOBRESALIENTES DE LA BIBLIA:
A. Enoc: “No murió porque caminó con Dios”, Hebreos 11:5.
La obediencia nos hace inmortales. Miguel Ángel Polío era uno de los ancianos de nuestra congregación, fiel, amante a la obra y muy trabajador. La última vez que lo vi se dirigía a un trabajo evangelístico. La semana siguiente a ese encuentro, murió, y tuve la oportunidad de predicar la noche de su velorio. De él se puede decir que fue un hombre que caminó con Dios, y que su fe en Jesucristo fue el abono que germinó el evangelio en el corazón de su familia.
B. Noé: “Hizo todo lo que Dios le mandó”, Génesis 6:22.
Si Noé hubiera cambiado las órdenes del Señor por sus criterios personales, muy posiblemente las cosas no hubieran salido como salieron para Noé y los suyos. Si nosotros cambiamos la palabra de Dios por nuestro criterio, corremos el riesgo de caer en un abismo profundo. Después de todo, esto se llama desobediencia.
C. Abraham: es el único hombre en la larga historia de la Biblia que es llamado “amigo de Dios”, Santiago 2;23.
Tenía una fe total en su Dios, y esa fue la característica que lo situó en esa relación tan especial con su creador, Hebreos 11:6.

No a la división

La división es el resultado de preferir a unos por encima de otros. Pero la presencia de los débiles entre nosotros nos obliga a dar consideración a todos, y no a unos pocos.
Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; 1 Corintios 12:22
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Cada congregación tiene al menos dos o tres personas que entran dentro de esta categoría, hermanos que calificaríamos de "débiles". Son esas personas problemáticas que no terminan de insertarse correctamente en el cuerpo, especialistas en comportamientos o comentarios inapropiados. El resto convivimos con ellos movidos por una mezcla de tolerancia y lástima. ¿No hemos sido llamados, acaso, a la compasión?

Aun con esta perspectiva, la declaración del apóstol Pablo nos confunde. ¿Cómo
 es esto?, ¿los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles son los más necesarios? Estamos acostumbrados a valorar a las personas por la contribución que hacen a nuestras vidas. Con este parámetro, ¡estos «hermanitos» definitivamente no parecen ser los más necesarios! Al contrario, parecen los menos importantes. Los verdaderamente necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo son el pastor, los ancianos o los diáconos. ¡Ellos sí sirven a la iglesia con sus dones y talentos!

Saber esperar

¡Yo os conjuro, hijas de Jerusalén,
por las gacelas y las ciervas del campo,
que no despertéis a mi amor!
¡Dejadla dormir mientras quiera! Cantares 2;7
Cuando la actriz Elizabeth Taylor se casó el 6 de mayo de 1950 con Conrad N. Hilton, dijo: “El corazón sabe cuándo una conoce al hombre apropiado. No cabe duda de que Nicky es el hombre con quien deseo pasar mi vida”. Sin embargo se divorció más tarde, para que el 21 de febrero de 1952 contrajera nuevas nupcias con Michael Widing, y dijo: “Solo deseo vivir con Michael, ser su esposa. Para mí, éste es el comienzo de un final feliz”.
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Pero también se divorció, casándose posteriormente con Mike Todd, el 2 de febrero de 1957 y afirmó: “Le he jurado amor eterno…este matrimonio durará eternamente. Para mí, será esta tercera vez la definitiva”. Nuevamente se divorció, ahora casándose con Eddie Fisher el 12 de mayo de 1959 y dijo: “En mi vida me sentí más feliz…Nuestra luna de miel se prolongará treinta o cuarenta años”.
Pero no fue así, otra vez terminó en divorcio. Esta vez lo hizo porque en su vida se atravesó el actor Richard Burton, con quien se casó el 15 de marzo de 1964 y afirmó: “Me siento feliz, parece increíble… Lo amo tanto que estoy dispuesta a acompañarlo, no importa lo que haga”.
Estos dos se divorciaron para volverse a casar el 10 de octubre de 1975, cuando Liz Taylor comentó: “No habrá más matrimonios ni divorcios. Estamos unidos como plumas de gallina con alquitrán… para siempre”. Pero tampoco fue así, pues después de ese divorcio se casó con John Warner el 4 de diciembre de 1976 y juró diciendo: “John es el mejor amante que he tenido jamás. Deseo pasar con él el resto de mi vida, y quiero que me entierren con él". 
Tampoco sucedió así. Pasaron muchos años y muchos otros hombres por su vida, hasta que en 1995, Liz Taylor contraería nuevamente nupcias, ahora con un trabajador de la construcción, con quién solo duró unos cuantos meses.
En medio de tantas relaciones de boda, esta mujer también vivió el fracaso, la desilusión y la soledad, pues su felicidad en pareja se sustentaba en emociones y decisiones tomadas a la ligera. Si bien muchos hombres y mujeres no viven tantas bodas como Liz Taylor, sí llegan a vivir estas mismas emociones de tristeza y fracaso.
Todo, sin pretender juzgar, es por no considerar a Aquel que fundó el matrimonio: Dios, el de la Biblia, allá por Génesis 2: 23-24. Dios creó el matrimonio por muchas razones y una es que consideró que no era bueno que el hombre estuviera solo, sino que le haría una ayuda idónea.
De esta idea podríamos desarrollar muchas reflexiones, pero lo que nos interesa es cómo encontrar esa ayuda, a esa persona que amaremos y nos amará, quien nos ayude y a quien podamos ayudar.
Deseamos que nuestros hijos tengan una calidad de vida mejor que la nuestra en todos los sentidos, y es nuestra responsabilidad buscar de Dios la mejor dirección para que nuestros hijos puedan formar una pareja feliz.
Cantar de los Cantares, era entonces un libro prohibido para los jóvenes menores de 30 años. Se cree que es la narración de un amor de Salomón con una sulamita. Y nos ocuparemos de un pasaje en donde se nos dice cómo debe ser la espera del verdadero amor.
Jóvenes y jovencitas, presten atención a lo que Dios desea decirles a ustedes referente a saber esperar a la persona idónea para tener un matrimonio de éxito, pues muchas veces solo nos dejamos llevar por cuestiones superfluas como Liz Taylor que terminan con frustración y fracaso.