jueves, 1 de septiembre de 2016

Saco de plumas

Cuenta la leyenda, que en cierta ocasión un hombre calumnió fuertemente a un amigo suyo, llevado por la envidia al comprobar el éxito que había alcanzado.
plumasdddSin embargo, con el paso del tiempo, el calumniador se arrepintió del mal causado. De tal manera que, en busca de consejo, visitó a un hombre muy sabio, a quien le confesó:
-“Maestro: Quiero arreglar todo el mal que a través de mis calumnias, le propicié a un amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?”
El sabio le contestó:
-“Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas una a una, por donde vayas”.
El hombre, muy contento por aquella tarea, a simple vista fácil, efectivamente tomó el saco con plumas y empezó a desparramarlas por el sector. Al cabo de un corto tiempo, terminó la tarea. Entonces regresó donde el sabio para decirle:
“Maestro, tal como me lo ordenaste, solté ya todas las plumas”. 

Agotado para ser salvo

Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien… ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Romanos 7:18, 24
El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19:10
Resultado de imagen de Agotado para ser salvoSucedió a orillas del lago Ontario en Canadá. Un grupo de jóvenes jugaba en el agua, cuando de repente, uno de ellos que se había alejado imprudentemente de la orilla, sufrió un calambre. Jack, el profesor de natación y un amigo suyo, observaban la escena sin intervenir, a pesar de los signos evidentes de gravedad. Su amigo empezó a preocuparse y le dijo:
–¿No ves que ese joven se está ahogando?
–Claro que lo veo, y voy a rescatarlo. Jack, sin mucha prisa, se quitó su ropa y se echó al lago en el momento en que el chico parecía extenuado. Rápidamente socorrió al imprudente y lo llevó hasta la orilla.

El mejor viaje por carretera

Voz que clama en el desierto: Preparad camino al Señor; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Isaías 40;3
Resultado de imagen de Carretera Nacional 5 de MadagascarLa Carretera Nacional 5 de Madagascar permite disfrutar de la belleza de playas de arena blanca, bosques de palmeras y el Océano Índico. No obstante, sus 200 kilómetros de camino de roca viva, arena y barro le han atribuido la reputación de ser una de las peores carreteras del mundo. A los turistas que desean disfrutar de estas vistas impresionantes se les aconseja ir con un vehículo de doble tracción, un conductor experimentado y un mecánico.
Juan el Bautista fue a anunciar la buena noticia de la llegada del Mesías a quienes iban por senderos escarpados y regiones áridas. Citando las palabras que Isaías había escrito siglos antes, exhortó a las multitudes: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas (Lucas 3:4; Isaías 40:3).
Juan sabía que si la gente iba a prepararse para recibir al esperado Mesías, debía cambiar su corazón. Montañas de soberbia religiosa tenían que allanarse, y aquellos hundidos en el valle de la desesperación deberían ser levantados.
El esfuerzo humano no podría lograr nada. Quienes se resistieron al Espíritu de Dios, rechazando el bautismo de Juan, no reconocieron a su Mesías cuando vino (Lucas 7:29-30). Sin embargo, los que admitieron su necesidad de cambiar, descubrieron en Jesús la bondad y la maravilla de Dios.

Señor, haz en mí lo que yo no puedo hacer.
El arrepentimiento abre el camino para nuestro andar con Dios.

En medio de las ruinas

Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria, pues si hubieran estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. Hebreos 11:13, 16
Poco después de la segunda guerra mundial, mi abuelo y un amigo suyo visitaban las ruinas de la "City", en Londres. Al pasar por una calle devastada, vieron los escombros de una casa de la que solo quedaban partes de una pared de la planta baja y el marco de la puerta de entrada. Por encima de esta puerta, el propietario había escrito este texto bíblico: Si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5:1). ¿Qué había sucedido a los habitantes de esta casa? ¿Habrían podido refugiarse a tiempo en otro lugar, o habrían muerto bajo los escombros? Mi abuelo nunca lo supo, pero el testimonio grabado encima de esta puerta muestra la fe de los dueños en las promesas de Dios.
El tabernáculo (o la tienda) del cual habla el apóstol es el cuerpo, el envoltorio del alma y del espíritu. Cuando el creyente muere, su cuerpo vuelve al polvo, y su alma es llevada por Jesús al paraíso, según la promesa que hizo al ladrón arrepentido (Lucas 23:43). Allí, descansando junto a Jesús, espera el glorioso día en el que se desplegará el poder de Jesús: resucitando a los muertos y transformando a los vivos, les dará un cuerpo nuevo, glorioso, el envoltorio definitivo de su alma. Ya no será una frágil y perecedera tienda, sino un edificio eterno. En esta nueva condición, todos los hombres salvos por la fe en Jesucristo vivirán para siempre en la casa del Padre.