domingo, 28 de agosto de 2016

Dos malvados condenados a muerte a cada lado de la cruz de Cristo

Es normal encontrar personas que se encuentran perjudicados, agraviados y no tienen esperanza con respecto a la cruz de Cristo. Quieren un Dios que les resuelva todos sus problemas, que los baje de la cruz del sufrimiento de inmediato y cuestionan a Dios con algunas de estas preguntas:

dos pecadores al lado de Cristo¿Por qué hay tantas catástrofes?, ¿por qué hay accidentes?, ¿dónde está Dios? ¿por qué el terrorismo?, ¿por qué las guerras y el dolor?, ¿por qué lo permite?, ¿por qué tantos mueren de cáncer o de otras enfermedades?, ¿por qué hay ricos y pobres?, ¿por qué el hambre?, ¿por qué no resuelves esto o aquello?, ¿por qué? y ¿por qué?...

Dios no quiere que lo usemos siempre para resolver todos nuestros problemas. Tampoco Dios ha de querer siempre librarnos de las aflicciones y del dolor que que nos presenta un mundo caído y en caos. ¿Por qué? Porque no tendríamos el sincero deseo de estar en el cielo con Dios, si realmente tuviéramos un paraíso en esta tierra. A veces nos hace falta estar sumergidos en las lágrimas y los sufrimientos para acordarnos y sentir la necesidad de un Salvador.

Graciosamente, ésta no fue la actitud de uno de los malhechores que pudo ver descender la Gracia de Dios en la cruz del Calvario. Y a la misma hora que se enfrentaba al destino eterno de su alma, tomó una actitud de quebranto, reconoció su pecado y la deidad del Hijo de Dios.

Recuerda

En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti (Salmo 119:11).
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Un aspecto bastante difícil de olvidar al envejecer es el temor a padecer demencia senil y a perder la memoria de corta duración. Sin embargo, el Dr. Benjamin Mast, experto en la enfermedad de Alzheimer, brinda cierto ánimo. Dice que el cerebro de los pacientes suele estar tan bien "trabajado y habituado" que estas personas enfermas pueden, al escuchar canciones antiguas, cantar toda la letra. También sugiere que las disciplinas espirituales, tales como la lectura bíblica, la oración y el cantar himnos hacen que la verdad "se enrede" en nuestro cerebro y que esté lista para resurgir cuando se la estimula.
En el Salmo 119:11, leemos que esconder las palabras de Dios en nuestro corazón nos da poder para que no pequemos. Puede fortalecernos, el enseñarnos a obedecer y dirigir nuestros pasos (versos 28, 67, 133). Esto, a su vez, nos da esperanza y entendimiento (versos 49, 130). Aun cuando empecemos a notar pérdidas de memoria en nosotros mismos o en algún ser querido, la Palabra de Dios, aprendida tiempo atrás, sigue estando allí, guardada o atesorada en el corazón (verso 11). Aunque nuestra mente deje de ser joven, sabemos que las palabras de Dios, escondidas en nuestro corazón, seguirán hablándonos.
Nada, ni siquiera la pérdida de la memoria, puede separarnos del amor y el cuidado de Dios.
Señor, gracias porque dependemos de tu fidelidad a tu Palabra.
Las promesas de Dios nunca fallan.

Rescate y salvación

En nuestra sociedad nos apresuramos a desechar lo que está roto. Pero felizmente, Dios no actúa de la misma manera.
-Mamá…”, se escucha desde el asiento trasero y en voz baja, como una advertencia. Sé que mis hijos han detectado la suave desaceleración de nuestra camioneta.
-“Solo quiero ver”, les digo. “No os preocupéis”.
Pero ellos ya lo han vivido antes. Ven que desacelero para mirar y hacer una evaluación del mueble que está en la acera, la mayoría de las veces, la acera de nuestros vecinos.¿Es interesante?, ¿es útil?,¿dónde podría ponerlo? Y, lo más importante, ¿podríamos meterlo en el vehículo?
En este día todas las respuestas indican que sí. Mis hijos hoy no están de suerte, aunque realmente no necesito la ayuda de ellos; haré como lo hice el día en que recogí de la acera el tocador que tengo ahora. No. Esta pequeña rinconera de madera sin brillo y con patas excelentes que estoy rescatando, puede ser sacada de los desechos puestos en la acera y colocada fácilmente en el maletero de la camioneta con solo levantar rápidamente mi brazo.
“Nadie lo vio”, les digo a mis hijos mientras cierro la puerta del coche y me pongo el cinturón de seguridad. “Esta mesa va a quedar muy bien junto al sillón de la sala”.
Mis hijos tuercen los ojos y sacuden la cabeza mientras me miran y piensan...¡qué bochorno!, mamá recogedora de basura. Pero no importa. Aunque ellos no aprecian esto ahora, les estoy enseñando lecciones esenciales para la vida al rescatar las cosas que encuentro en la calle.
Lo sé, porque hace tiempo yo también las aprendí. Cuando era una niña, asistía a una iglesia llena de hombres que trabajaban recogiendo basura (no estoy siendo sexista: es que no puedo recordar a una sola mujer de mi iglesia que lo hiciera). Dicho esto, el padre de mi mejor amigo nos sacó a pasear una vez en su camión de basura; fue una de las mejores noches que pasé en Chicago. ¡Quién lo diría!

Gracias a las cosas que habían encontrado, esas familias me enseñaron algo en cuanto al ahorro, y a vivir en un hogar lleno de objetos que cuentan historias, y sobre el amor y el corazón de Dios.

En mi iglesia, que estaba en un suburbio, varias familias eran verdaderas compañías recolectoras de basura; los papás trabajaban en agotadores turnos matutinos recogiendo basura. Y parecía que todos los chicos que yo conocía, tenían una historia que contar en cuanto a las cosas magníficas que sus papás habían encontrado: una bolsa con dinero suelto; artículos de oficina “perfectamente buenos” y resmas de papel; alimentos enlatados “apenas caducados”; una hermosa, aunque tambaleante, estantería... Eran cosas que llevaban a sus casas, que utilizaban, y de las que presumían.
Como niña que era, eso podía haberme provocado nauseas. Solo la idea de que la basura de otra persona estuviera en mi casa...¡qué escalofrío!
Sin embargo, por alguna razón, algo caló en mí profundamente. Porque gracias a las cosas que esos hombres habían encontrado, esas familias me enseñaron algo en cuanto al ahorro, a la conservación y a vivir en un hogar lleno de objetos que cuentan historias, y sobre el amor y el corazón de Dios.

¿Cuáles son los argumentos bíblicos más sólidos de la divinidad de Cristo?

No se puede negar que el Nuevo Testamento está lleno de referencias acerca de la divinidad de Cristo. Desde los cuatro evangelios canónicos, pasando por el libro de Los Hechos y las epístolas paulinas, Jesús no solo es visto como el Mesías (o Cristo), sino que también es equiparado a Dios mismo. El apóstol Pablo se refiere a la divinidad de Cristo cuando Él llama a Jesús “nuestro gran Dios y Salvador" (Tito 2:13), e incluso dice que Jesús existió en "forma de Dios" antes de su encarnación (Filipenses 2: 5-8). Dios el Padre dice con respecto a Jesús, "Tu trono, oh Dios, por los siglos de los siglos" (Hebreos 1: 8). Se hace referencia directa de Jesús como el Creador mismo (Juan 1: 3Colosenses 1: 16-17). Otros pasajes bíblicos enseñan la deidad de Cristo (Apocalipsis 1:72:81 Corintios 10:41 Pedro 5:4).

Aunque estas menciones directas son suficientes para mostrar la divinidad de Jesús en la Biblia, podría ser más poderoso un enfoque más directo. Jesús en repetidas ocasiones se colocó en el lugar de Yahvé, asumiendo las facultades divinas del Padre. A menudo, Él estuvo haciendo y diciendo cosas que solo Dios tenía derecho a decir y hacer. Jesús también se refirió a sí mismo de diferentes maneras, con las cuales insinuó su deidad. Estos casos nos proporcionan la prueba más contundente del auto-entendimiento divino de Jesús.

En Marcos 14, Jesús está acusado en su juicio delante del sumo sacerdote. "El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (Marcos 14:61-62). Aquí, Jesús se está refiriendo al libro de Daniel en el Antiguo Testamento, donde el profeta Daniel afirma, "Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que nunca será destruido" (Daniel 7:13-14).

En esta referencia a la visión de Daniel, Jesús se identifica a sí mismo como el Hijo del hombre, una persona a quien le fue dado "dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran". El Hijo del hombre tiene un dominio que es eterno y no pasará. Uno inmediatamente se pregunta, ¿qué clase de persona tiene un dominio que es eterno? ¿A qué clase de persona se le otorga un reino donde todos los hombres le servirán? El sumo sacerdote, que reconoció inmediatamente la afirmación de Jesús con respecto a la divinidad, rasgó su manto y declaró a Jesús culpable de blasfemia.
El uso que Jesús hace del título "hijo del hombre", tiene un fuerte valor apologético. Un escéptico de la deidad de Cristo no puede ignorar fácilmente este particular auto-nombramiento de Jesús. Que Cristo se refiriera a sí mismo de esta manera, goza de numerosos testimonios, tal como se encuentran escritos en los evangelios. La frase "hijo del hombre" solo se usa un par de veces fuera de los mismos evangelios, con referencia a Jesús (Hechos 7:56Apocalipsis 1:1314:14). Dado su escaso uso por la iglesia primitiva apostólica, es poco probable que este título hubiera sido escuchado de nuevo de los labios de Jesús, caso de que Él no hubiera usado este especial auto-nombramiento. Sin embargo, sí está demostrado que Jesús usó realmente este título para sí mismo, por lo que se hace evidente que Él se consideró a sí mismo, como alguien que tenía eterno poder y una autoridad única que va más allá que la de un simple ser humano.