PERO CUANDO PEDRO VINO A ANTIOQUÍA, LO REPRENDÍ CARA A CARA, PORQUE ERA DE CONDENAR. Gálatas 2:11
El apóstol Pedro mostró preferencia por los judíos ante los gentiles, y Pablo lo confrontó al respecto. ¿Por qué? Por mantener la unidad de la Iglesia. A veces no te queda más alternativa que confrontar a alguien. ¿Pero cómo? Ninguno de nosotros nacimos con la capacidad innata de hacerlo; es una destreza que se aprende con práctica y paciencia. Y el motivo por el que no somos buenos es porque evitamos como la peste que nos confronten; como consecuencia, nuestras relaciones sufren y los problemas quedan sin resolver. El primer paso en la preparación para confrontar a alguien, es aclarar los verdaderos motivos para sacar el asunto a la luz. La finalidad debe ser mejorar la relación, lo cual puede implicar que el confrontado deje de hacer algo o empiece a hacer algo. Pero en ningún momento, y esto es muy importante, el objetivo debe ser reprender a alguien, desahogarte y echarle la culpa.
Es importante, por lo tanto, que primero te analices a ti mismo. Sé franco y considera por qué has decidido enfrentar el problema. ¿Tienes motivos encubiertos, como resentimiento o el orgullo herido, o quieres de verdad un cambio de comportamiento genuino en el otro? Tienes que preguntarte "Cuando esta confrontación se acabe, ¿qué actitudes quiero que el ofensor cambie?" En la confrontación efectiva se busca un resultado favorable para ambas partes. “El hermano ofendido es más difícil de ganar que una ciudad fortificada…” (Proverbios 18:19 LBLA). Si alguien sabe que de verdad te preocupas por él o ella y que estás buscando glorificar a Dios con la situación, te va a resultar más fácil conseguir la respuesta que buscas.