¿Quién les dirá?La Segunda Guerra Mundial había terminado; se había declarado la paz. Sin embargo, el joven teniente Hiroo Onoda, del Ejército Imperial Japonés, posicionado en Filipinas, no se había enterado. Como la última orden que había recibido en 1945 era que se mantuviera firme y resistiera, consideró que los avisos y los panfletos que dejaron caer donde él estaba ubicado eran un engaño del enemigo. Onoda no se rindió hasta marzo de 1974, casi 30 años después, cuando su comandante viajó desde Japón a Filipinas, revocó su orden inicial y lo liberó oficialmente de su deber. Finalmente, Onoda creyó que la guerra había terminado.