martes, 9 de agosto de 2016

¿Qué significa realmente seguir a Cristo?

En los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), el mandamiento de Jesús de 'sígueme' aparece repetidamente (por ejemplo, Mateo 8:22; 9:9, Marcos 2:14; Lucas 5:27; Juan 1:43). En muchos casos, Jesús estaba llamando a los doce hombres que llegarían a ser Sus discípulos (Mateo 10:3–4). Pero otras veces, Él estaba hablando a quien quería lo que Él tenía para ofrecer (Juan 3:16; Marcos 8:34).

En Mateo 10:34–39 
, Jesús indicó claramente lo que significa seguirlo. Él dijo, “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”

Jesús trayendo una "espada" y volviendo a miembros de la familia uno contra otro, puede parecer un poco duro después de palabras como “todo aquel que en Él cree no se pierda (Juan 3:16). Pero Jesús nunca suavizaba la verdad y la verdad es que seguirlo a Él conduce a decisiones muy difíciles. En estos casos volverse atrás puede ser muy atractivo. Cuando la enseñanza de Jesús pasó de las Bienaventuranzas (Mateo 5:3–11) a la realidad de la Cruz venidera, muchos de los que lo habían seguido lo abandonaron (Juan 6:66). Incluso los discípulos decidieron que seguir a Jesús era demasiado difícil la noche que Él fue arrestado. Cada uno de ellos desertó (Mateo 26:56; Marcos 14:50). Esa noche, seguir a Cristo significaba una posible detención y ejecución. Para no poner en riesgo su propia vida, Pedro negó tres veces que conocía a Jesús (Mateo 26:69–75).

Seguir a Cristo verdaderamente, significa que Él se ha convertido en "un todo" para nosotros, nuestro único objetivo. Todo el mundo sigue algo: los amigos, la familia, la cultura popular, los deseos egoístas, o... Dios, y solo podemos seguir una cosa a la vez (Mateo 6:24). Dios declara que no deberíamos tener ningún otro Dios delante de Él (Éxodo 20:3; Deuteronomio 5:7; Marcos 12:30). Seguir a Cristo verdaderamente, significa que no seguimos nada más. Jesús dijo en Lucas 9:23, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” No existe algo así como un "discípulo a medias,” y tal como lo demuestran los mismos discípulos, nadie puede seguir a Cristo por el poder de su propia fuerza de voluntad. De hecho, los fariseos eran buenos ejemplos de aquellos que estaban tratando de obedecer a Dios con sus propias fuerzas. Su propio esfuerzo solo los condujo a la arrogancia y la distorsión de todo el propósito de la ley de Dios (Lucas 11:39; Mateo 23:24).

Dos maneras de Nacer – Dos maneras de Vivir

El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Juan 3:5.
Los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2 Corintios 5:15.
Un joven padre se pasea nerviosamente por el pasillo de la planta de maternidad. De repente oye un pequeño grito agudo y entrecortado en la sala de partos. ¡Su bebé ha nacido!
la_alegria_de_vivir3Todos hicimos nuestra entrada en el mundo de la misma manera. Jesús, el Hijo de Dios, también se sujetó a ello cuando, para salvarnos, se vistió de nuestra humanidad.
Pero, al lado de este nacimiento natural, el Señor habla de un nuevo nacimiento. Por medio de él el hombre recibe el Espíritu Santo y la vida eterna, pasando así a formar parte de la familia de Dios. ¿Qué hay que hacer para obtenerlo? Sencillamente aceptarlo como un don gratuito que Dios ofrece a aquel que se reconoce culpable ante Él.
La Biblia reconoce solo dos maneras de vivir:
La primera consiste en considerar la vida como un bien personal, un capital que uno puede gastar como quiera. Esta opción conduce a la muerte y al juicio (Hebreos 9:27).

La segunda consiste en vivir para Jesucristo, andando “como es digno del Señor, agradándolo en todo” (Colosenses 1:10). A esto me invita Dios si creo en Él. Como Él me amó primero, adquirió derechos sobre mis afectos, y así, apartado de mi propia voluntad que me conducía al desastre, le obedezco, porque lo amo. No se trata de una infeliz servidumbre, sino de una alegre respuesta a su divino amor.

Mi milagro está a la puerta

“…Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él…” Hechos 12:5
Dice el verso 6, y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. Era humanamente imposible que Pedro pudiera escapar de la cárcel; se necesitaba la intervención divina para salvar al Apóstol Pedro de morir al día siguiente.
Cuando leemos al principio del capítulo 12 de Hechos, vemos que el rey Herodes ya había matado a Jacobo hermano de Juan. Herodes se dio cuenta que a los judíos les gustó lo que había hecho con Jacobo y metió también a Pedro en la cárcel.
Pero “la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. El verso siete dice Y he aquí que se presentó un ángel del Señor “y una luz resplandeció en la cárcel”, y tocando a Pedro en el costado le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
De repente un ángel apareció en la cárcel y anestesió a los 16 soldados, y las cadenas de Pedro se soltaron. ¡Aleluya! el ángel apareció aquella noche con una misión, sacar al apóstol de la cárcel; su milagro está a la puerta hoy, ese milagro que ha estado esperando viene en camino.
Versos ocho y nueve, le dijo el ángel: “Cíñete,” y “átate” las sandalias, y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. Y saliendo, le seguía, pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. Llama la atención que ni Dios ni el ángel hicieron lo que Pedro podía hacer por sí mismo; el apóstol tuvo que ponerse sus ropas, sus sandalias y seguir al ángel. Pedro no decía nada, solo obedecía, amén.
“Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él”, la iglesia estaba orando sin cesar a Dios, la iglesia estaba intercediendo fuertemente en oración por Pedro. Entonces vemos el poder de la oración; es poderosa porque le oramos a un Dios todopoderoso. Siga orando “sin cesar” a Dios por ese milagro, no se desanime, su milagro está a la puerta; hay poder en la oración.

Conocido por las cicatrices

Uno de los misterios de la resurrección es que nadie reconoció a Jesús después de Su resurrección de los muertos.
María pensó que era el jardinero (Juan 20:15). Los discípulos en el camino a Emaús caminaron y hablaron con Jesús durante horas, pero no lo conocieron (Lucas 24:15). Juan 21:12 dice que cuando los discípulos se reunieron alrededor de Jesús en la segunda pesca, milagrosa,
ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor.
Sabían que era Jesús, y sin embargo había algo diferente en cuanto a Su apariencia. Pero una cosa está clara. Cuando Jesús quiso que lo reconocieran, ¿qué hizo? Cuando primero se les apareció a los discípulos, les mostró Sus cicatrices (Juan 20:20).
A Jesús se le reconoce por su condición de herido. Siempre ha sido así y siempre lo será.
Zacarías registra lo que algunas personas llaman una aparición pre-encarnada de Jesús: Y alguien le dirá: “¿Qué son esas heridas en tu cuerpo?” Y él responderá: “Son aquéllas con que fui herido en casa de mis amigos”. (Zacarías 13:6).
Juan hace referencia al Cordero que fue sacrificado desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Cuando está de pie en medio de la multitud y uno de los ancianos grita, "Mira, el León" . . . Juan, esperando ver un león, levanta la vista, solo para encontrar un cordero. ¿Y cómo sabe quién es el cordero?
Por Sus heridas. (Apocalipsis 5:1-6).