miércoles, 13 de julio de 2016

¿Cuánto tiempo tengo que esperar para bautizarme?

¿Se debe esperar mucho tiempo para bautizarse después de haber creído en el Señor? ¿Se debe esperar a que los nuevos creyentes pasen por largos discipulados antes de bautizarlos? ¿Deben los pastores hacer esperar a los nuevos creyentes hasta que se junte un cierto número de personas para bautizarlos a todos en un solo día?
¿ENTONCES, CUÁNTO TIEMPO DEBO DE ESPERAR PARA BAUTIZARME DESPUÉS DE HABERME ARREPENTIDO Y HABER CREÍDO?
LO MISMO QUE ESPERARON LOS 3.000 DE PENTECOSTÉS – Hechos 2:37-41 SRV
Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados: y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas.
EL MISMO TIEMPO QUE ESPERÓ EL EUNUCO – Hechos 8:29-39 SRV
Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro: y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y bautizóle. Y como subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no le vio más el eunuco, y se fue por su camino gozoso.
EL MISMO TIEMPO QUE ESPERÓ CORNELIO Y SU CASA – Hechos 10:44-48 
Entonces Pedro respondió: ¿Puede alguien impedir el agua, que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y los mandó bautizar en el nombre del Señor.

Ser Agradecidos en Todo

La Biblia nos dice que el alma debe bendecir a Dios; lo encontramos en el Salmo 103:1-5 donde dice: “Bendice alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su Santo nombre. Bendice, alma mía a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus inequidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila”.
Estos versículos nos dicen que el alma debe bendecir a Dios, por eso debe estar bien ministrada y no puede haber rencores, resentimientos y recelos en ella, no puede tener avaricia y cosas de este tipo, porque debe bendecir a Dios.
El salmista se está diciendo a sí mismo; aprende también a hablarte cuando te mires al espejo, di a tu alma: “Bendice alma mía al Señor, no olvides ninguno de sus beneficios.” (Salmo 103: 1-2)
Cuando yo estaba leyendo este salmo, vino a mi mente el instante en el que tuve la oportunidad de entrar a la galería de la reina en el palacio de Buckingham, en Inglaterra, y ver algunas de las joyas que tiene. Es impresionante. Me acerqué al tercer o cuarto diamante más grande del mundo, y fue tal el destello que arrojó que se me cerraron los ojos. En ese momento vino a mi mente que la Biblia dice que el Señor te corona de favores y misericordias (Salmo 103:4). Me imaginé cómo la gente venía donde la reina y le ponían las diferentes coronas para las diferentes actividades en las que destacó. Y me imaginé al Señor, delante de todos poniendo coronas sobre cada uno; corona adornada con el favor, la gracia y la misericordia del Señor. No hay ni una piedra preciosa que se pueda comparar al favor y la misericordia de Dios.
Favores y misericordia son los materiales de la corona de Dios y tú debes lucir esa corona. Cuando esos reyes y reinas salen, lucen la corona. Cuando tú sales a la calle deberías hacerlo sabiendo que luces la corona del favor de Dios; debes creer en ese favor y en la gracia que Dios te ha dado. Cuando entras en una oficina a hacer negocios, tienes que entender que llevas la corona de gracia y del favor de Dios, y que el favor de Dios te acompaña donde quiera que vayas, porque es la corona que Él te puso. Tú decides si te la pones para salir a la calle o la dejas guardada.
Hay algunas personas que nunca están conformes ni contentas con lo que Dios les ha dado. Y no se trata de no desear más, se trata de no estar agradecido con lo que se tiene. Si tú tienes 10, lloras porque no tienes 11, pero agradeces muy poco que ya tienes 10; si tú tienes 20 estás enojado porque no tienes 21; Y cuando ya tienes 21 te enojas porque no tienes 23, en lugar de estar agradecido por todo lo que Dios te ha dado o te está dando.
Si vas a comenzar una nueva etapa, ¿por qué no comenzar por recordar las cosas que antes ocurrieron, de donde Dios nos levantó y de dónde nos sacó? Cuando lo recuerdas y ves tu vida, tu alma empieza a alabar al Señor y a bendecirlo continuamente.

Si todos venimos de Adán y Eva, ¿De dónde vienen las razas?

La Biblia nos indica que todos los humanos de la tierra descienden de Adán y Eva. Debido al hecho de que existen diferencias obvias entre el color de la piel de diferentes grupos étnicos, muchas personas han dudado del recuento Bíblico, afirmando que tal diversidad solo podría suceder si se evoluciona separadamente durante decenas de miles de años.
Antes de nada, debemos iniciar este artículo afianzando que está comprobado que solo hay una raza, por supuesto la raza humana. La Biblia nos enseña que "de una sangre ha hecho Dios todo el linaje de los hombres" (Hechos 17:26). La Biblia distingue a las personas por agrupaciones tribales o nacionales, no a través del color de la piel o por la apariencia física.
Aunque hay diferencias físicas entre "las razas," o más propiamente dicho, entre los grupos étnicos, las diferencias no son realmente tan grandes. Incluso los evolucionistas no afirman orígenes separados por la evolución de las razas, estando de acuerdo que todos los humanos descienden de una población común. Por supuesto, ellos afirman que grupos como los Aborígenes o los chinos han tenido decenas de miles de años de separación para que tengan unos rasgos físicos tan diferentes.      

Científicamente, "Muestras de genéticas modernas muestran, sin embargo, que cuando un gran grupo que se cruza libremente, es repentinamente dividido en muchos grupos más pequeños entre los cuales, desde aquel momento, se engendran solo entre ellos, las diferentes características raciales sucederían muy rápidamente. Una lección simple de herencia genética mostraría que un par de padres medio-castaños podría producir todos los matices de color conocidos, de muy blanco a muy negro, en tan solo una generación." 
La Biblia nos dice que semejante evento ocurrió brevemente después del Diluvio. Durante unos pocos siglos, había solo un idioma y un grupo cultural. Entonces no había ninguna barrera matrimonial dentro de este grupo, lo cual tendería a mantener el color de la piel de la población lejos de los extremos (o muy negros o muy blancos).
La piel un tanto oscura o un tanto blanca aparecería, pero estas personas, al casarse con alguien menos oscuro o menos claro que ellos, garantizaría que el color promedio se quedara aproximadamente igual. Bajo estas circunstancias, las líneas raciales distintas nunca habrían surgido, caso de países donde todos son blancos o todos son negros. Mientras no exista mezcla, todos continuarán siendo o todos blancos, o todos negros, lo que sucedió donde todos eran de un solo color. Esto es verdad tanto para los animales como para la población humana.

¿Qué dice la Biblia acerca del racismo, el prejuicio y la discriminación?

El primer concepto a asumir en este asunto es que solo debemos considerar una raza, la raza humana. Los caucásicos, africanos, asiáticos, indios, árabes, judíos etc., no debemos considerarlos como razas diferentes, más bien son diferencias étnicas de la raza humana. Todos los seres humanos tienen las mismas características físicas, con variaciones menores por supuesto, pero lo más importante es que todos los seres humanos fueron creados a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27). Dios ama al mundo entero (Juan 3:16). Jesús dio su vida por todos en el mundo entero (1 Juan 2:2), que incluye obviamente todas las etnias de la humanidad.

Dios no muestra un favoritismo parcial (Deuteronomio 10:17; Hechos 10:34; Romanos 2:11; Efesios 6:9), como tampoco debemos hacerlo nosotros. Santiago 2:4 dice que cualquiera que muestra discriminación es como un “juez con malos pensamientos.” En cambio, debemos “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos” (Santiago 2:8). En el Antiguo Testamento, Dios consideró a la humanidad dividida en dos grupos “raciales”; los judíos y los gentiles. La intención de Dios fue que los judíos fueran un reino de sacerdotes, ministrando a las naciones gentiles. Pero en vez de eso, la mayoría de las veces, los judíos se volvieron orgullosos de su posición y despreciaban a los gentiles. Jesucristo puso fin a esto destruyendo el muro divisorio de hostilidad (Efesios 2:14). Todas las formas de racismo, prejuicio y discriminación son afrentas a la obra de Cristo en la cruz.

Jesús ordena que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado (Juan 13:34). Si Dios es imparcial, y nos ama imparcialmente, implica que necesitamos amar a los demás de la misma manera. Jesús nos enseña al final de Mateo 25 que todo lo que hagamos por los más pequeños lo hacemos por Él. Si tratamos a las personas con desprecio, estamos maltratando a una persona creada a la imagen de Dios; estamos lastimando a alguien a quien Dios ama y por quien Jesús murió.