La Biblia nos dice que el alma debe bendecir a Dios; lo encontramos en el Salmo 103:1-5 donde dice: “Bendice alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su Santo nombre. Bendice, alma mía a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus inequidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila”.
Estos versículos nos dicen que el alma debe bendecir a Dios, por eso debe estar bien ministrada y no puede haber rencores, resentimientos y recelos en ella, no puede tener avaricia y cosas de este tipo, porque debe bendecir a Dios.
El salmista se está diciendo a sí mismo; aprende también a hablarte cuando te mires al espejo, di a tu alma: “Bendice alma mía al Señor, no olvides ninguno de sus beneficios.” (Salmo 103: 1-2)
Cuando yo estaba leyendo este salmo, vino a mi mente el instante en el que tuve la oportunidad de entrar a la galería de la reina en el palacio de Buckingham, en Inglaterra, y ver algunas de las joyas que tiene. Es impresionante. Me acerqué al tercer o cuarto diamante más grande del mundo, y fue tal el destello que arrojó que se me cerraron los ojos. En ese momento vino a mi mente que la Biblia dice que el Señor te corona de favores y misericordias (Salmo 103:4). Me imaginé cómo la gente venía donde la reina y le ponían las diferentes coronas para las diferentes actividades en las que destacó. Y me imaginé al Señor, delante de todos poniendo coronas sobre cada uno; corona adornada con el favor, la gracia y la misericordia del Señor. No hay ni una piedra preciosa que se pueda comparar al favor y la misericordia de Dios.
Favores y misericordia son los materiales de la corona de Dios y tú debes lucir esa corona. Cuando esos reyes y reinas salen, lucen la corona. Cuando tú sales a la calle deberías hacerlo sabiendo que luces la corona del favor de Dios; debes creer en ese favor y en la gracia que Dios te ha dado. Cuando entras en una oficina a hacer negocios, tienes que entender que llevas la corona de gracia y del favor de Dios, y que el favor de Dios te acompaña donde quiera que vayas, porque es la corona que Él te puso. Tú decides si te la pones para salir a la calle o la dejas guardada.
Hay algunas personas que nunca están conformes ni contentas con lo que Dios les ha dado. Y no se trata de no desear más, se trata de no estar agradecido con lo que se tiene. Si tú tienes 10, lloras porque no tienes 11, pero agradeces muy poco que ya tienes 10; si tú tienes 20 estás enojado porque no tienes 21; Y cuando ya tienes 21 te enojas porque no tienes 23, en lugar de estar agradecido por todo lo que Dios te ha dado o te está dando.
Si vas a comenzar una nueva etapa, ¿por qué no comenzar por recordar las cosas que antes ocurrieron, de donde Dios nos levantó y de dónde nos sacó? Cuando lo recuerdas y ves tu vida, tu alma empieza a alabar al Señor y a bendecirlo continuamente.