Tenemos poder y autoridad para tocar, para acariciar, para trabajar, para levantar al caído, para sanar, para corregir, para guiar.
Jesús nos dejó el ejemplo usando sus manos para sanar a los ciegos, a los sordos, a los leprosos, a los endemoniados, a los que habían perdido la esperanza de sanidad, a los que estaban tristes. Con sus manos tocó a los niños y los bendijo, con sus manos extendidas en el Calvario, nos dio la mejor prueba de Su Poder para sanar, salvar y liberar a los cautivos.
Muchas veces usamos las manos para cosas indebidas, como castigos a los hijos de manera indebida o injusta. Tomamos lo que no es nuestro, señalamos los defectos de otros, acariciamos a quien no es debido, hacemos cosas para que no nos vean, etc., pero Dios quiere que esas manos con el potencial que tenemos sean usadas para su Gloria, y como dice Mateo 5:16: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.