martes, 5 de julio de 2016

¿Tienes Objetivos y Metas?

Gran parte de nuestros fracasos y frustraciones tienen su origen en la no concreción de las metas que nos hemos propuesto. “¡Vaya descubrimiento!”, podrá insinuar usted. Sin embargo, vamos a ir un poco más allá de la superficialidad de las frases y de los saberes previamente aprehendidos.
Tiempo atrás me inspiró la decisión de una persona conocida, que decidió efectuar cambios en la realidad de su vida. Casado y con tres hijos, este hombre de edad mediana decidió concluir aquello que había dejado inconcluso en los años de su juventud: la finalización de su carrera universitaria.
Con gran esmero y no poco sacrificio, acudió al ministerio de estudios superiores, se informó sobre el estado de las pocas materias que le restaban por aprobar, y se dispuso a estudiar para concluir cada uno de los exámenes pendientes.
¿Cómo le fue? Después de largos meses de estudio en los que efectuó verdaderos “malabares” para coordinarlos con su agenda de vida, sin descuidar su rol como esposo, padre y empleado de una importante empresa de la ciudad, aprobó la totalidad de las materias que habían quedado pendientes, recibiendo finalmente el anhelado título de Ingeniero Civil.
Objetivos, metas, decisiones. Un elemento conduce hacia el otro, permitiendo lograr la concreción de los sueños.
Como mi amigo pudo comprobar, las metas no son cuestiones baladíes, sino que llegan a ser verdaderos peldaños que nos guían en la escalera ascendente de la vida. Pero no tienen ningún valor en sí mismas si las aislamos de los objetivos, hechos estos que sin duda llegan a ser “la meta de las metas”: el fin hacia el cual debemos dirigir nuestros mayores y mejores esfuerzos.
Los objetivos globales concretados (por ejemplo, “terminar una carrera universitaria”) nos llevarán a fijarnos metas concretas de realización (por ejemplo, “aprobar cada uno de los exámenes pendientes”, “reordenar nuestro programa diario de actividades”, “dedicar menos tiempo al ocio”, etc.).

Mentir

“Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres, en el Instituto que mi abuelo había fundado a 30 kilómetros en las afueras de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar.
Estábamos bien en el país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mí siempre nos entusiasmaba poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine.
Un día mi padre me pidió que lo llevara a la ciudad para atender una conferencia que duraba el día entero y yo salté de alegría con la oportunidad.
Como iba a la ciudad, mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba, y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes como llevar el coche al taller.
Cuando me despedí de mi padre, él me dijo: -Nos vemos aquí a las 5 P.M. y volvemos a casa juntos.
Después de muy rápidamente completar todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me centré tanto en la película, una película doble de John Wayne, que me olvidé del tiempo. Eran las 5:30 P.M. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el coche y me apuré hasta donde mi padre que me estaba esperando. Eran casi las 6 P.M.
Él me preguntó con ansiedad: -¿Por qué llegas tarde? Me sentía mal por eso, y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne. Entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar. Esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.

Preciosa Factura

Una tarde, un pequeño se acercó a su madre que preparaba la cena en la cocina, y le entregó una hoja de papel en la que había escrito algo. Después de secarse las manos y quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la nota:
– Cortar el césped del jardín…                15.00
– Limpiar mi cuarto esta semana…            5.00
– Cuidar de mi hermano…                         5.00
– Ir a la panadería…                                  0.50
– Sacar la basura toda la semana…            2.50
– Libreta con buenas calificaciones…       50.00
– Limpiar el patio…                                   5.00
– TOTAL ADEUDADO…                               83.00
La madre lo miró con fijeza mientras él aguardaba expectante. La madre tomó un lapicero y en el reverso de la misma hoja anotó:
– Por llevarte 9 meses en mi vientre y darte la vida…                   NADA
– Por muchas noches de desvelos,  por curarte y rezar por ti …      NADA
– Por la alegría y el amor de nuestra familia…  NADA                                                                    
– Por el temor y las preocupaciones cuando enfermabas... NADA                
– Por comida, ropa y educación…       NADA
– Por tomar tu mano y darte apoyo…  NADA                                               
Cuando el niño terminó de leer lo que había escrito su madre, tenía los ojos llenos de lágrimas. La miró a los ojos y le dijo: "Te quiero mamá…”. Luego tomó el lapicero y escribió con letras muy grandes: “TOTALMENTE PAGADO”.
Así somos las personas, como niños, queriendo recompensas por las buenas acciones que hacemos, pero es difícil entender que la mejor recompensa es el AMOR que, para nosotros, es totalmente GRATIS.

Vestidos para enfrentar cada día

Los policías, los bomberos, los obreros de la construcción, los científicos, los soldados, los médicos, etc., cada uno de ellos usa su uniforme para ir al trabajo. Igualmente, todos nosotros nos vestimos cada mañana acorde con el clima o con las actividades del día que vayamos a tener.
Vestirse correctamente también es aplicable a nuestra vida espiritual.
ARMADURA DE DIOSTenemos, gracias al amor de Dios, todo lo necesario para hacer frente a todas las dificultades. Su Palabra nos enseña que: Primero, debemos ajustarnos el “cinturón de la verdad”, aquella que nos establece como creyentes en Cristo Jesús y que determina nuestra identidad. 
Luego debemos colocarnos la “coraza de justicia” la cual nos defiende de toda prueba injusta, de todo mal y que representa el poder el Espíritu Santo. 
Tercero, el “calzado de la paz” para que caminemos en pos de ayudar al necesitado y de darle a conocer el evangelio de la salvación. 
Cuarto llevar puesto el “escudo de la fe”, aquel que necesitamos en cada momento de nuestra vida, para no desmayar ante las dificultades, para protegernos de los ataques del mal, para cubrirnos en momentos de debilidad emocional. 
Quinto colocarnos el “casco de la salvación”, para que nuestra mente no sea atacada fácilmente por las doctrinas falsas llenas de mentiras, sino que tengamos la mente de Cristo que nos da discernimiento y sabiduría… 
Finalmente, con la “espada del Espíritu” que es la Palabra de Dios, la cual contiene todo lo que necesitamos para avanzar en esta vida acorde con Su plan.