domingo, 26 de junio de 2016

¿Cómo era Jesús?

La Biblia no da nunca alguna descripción física de Cristo. Lo más cercano que podemos ver a una descripción está en Isaías 53:2b, “No hay parecer en él, ni hermosura; lo veremos, mas sin atractivo para que lo deseemos.” Todo esto nos dice que la apariencia de Jesús era la de cualquier otro hombre, su apariencia era normal. Isaías estaba profetizando aquí, que la venida del Siervo sería en condiciones pobres y no usaría ninguno de los emblemas usuales de la realeza, teniendo Su verdadera identidad visible únicamente con el discernimiento del ojo de la fe.

Isaías describe después la apariencia de Cristo cuando fuera azotado antes de Su crucifixión. “De la manera que muchos se asombraron de ti, pueblo mío, así fue desfigurada su apariencia más que la de cualquier hombre, y su aspecto más que el de los hijos de los hombres.” (Isaías 52:14). Estas palabras describen la inhumana crueldad que Él sufrió, hasta el punto que ya no parecía un ser humano (Mateo 26:67;27:30Juan 19:3). Su apariencia era tan terrible que la gente lo veía asombrada.

La mayoría de las imágenes que tenemos de Jesús hoy probablemente no sean fieles. Jesús era un judío, así que es muy posible que tuviera la piel morena, los ojos oscuros y el cabello negro. Esto está muy lejos de la representación del pelo rubio, los ojos azules y la piel blanca de muchas imágenes modernas. Una cosa es segura: si fuera importante para nosotros saber realmente cómo era, Mateo, Pedro y Juan, quienes pasaron tres años con Él, ciertamente podrían darnos una descripción precisa, así como lo harían Sus hermanos, Jacobo y Judas. Sin embargo, estos escritores del Nuevo Testamento no ofrecen detalles acerca de Sus atributos físicos.



El desafío del creyente

¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? Marcos 8:36
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo… El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:15, 17
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El mundo, la sociedad organizada en la que vivimos, ejerce una presión tan grande y quiere ofrecernos tanto, que corremos el riesgo de pasar nuestra vida corriendo tras las vanidades. Dinero, bienes materiales, ocio, popularidad y cultura no pueden ser el objetivo principal de nuestra vida, pues esos supuestos valores son efímeros.
Seamos consecuentes, detengámonos un momento para hacer balance y hagámonos las verdaderas preguntas: ¿Qué estoy buscando? ¿Cuál es mi proyecto de vida?
Recordemos lo que Cristo dijo: Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Lo que amamos, nuestro “tesoro”, nos ata y nos transforma. Si amamos el mundo y sus placeres, quizá todo vaya bien durante algún tiempo. Pero nuestra sed de felicidad no estará verdaderamente satisfecha, y perderemos nuestra vida. Respondamos más bien a la invitación de Dios, vayamos a Jesucristo, quien nos dará una paz, un gozo y una esperanza que traspasan todo, incluso la muerte.
El desafío para nosotros, cristianos, es vivir en el mundo sin dejar que el mundo viva en nosotros. Si buscamos primero el reino de Dios, es decir, la presencia del Señor en cualquier circunstancia, podremos vivir felices sin estar ligados a los valores y las prioridades del mundo. Así, nuestra vida en este mundo será realmente benéfica para nosotros y para nuestro entorno, y honrará al Señor.

La montaña gigante

Una montaña alcanza los 27 kilómetros de altura, mientras el monte Everest, el más alto de la Tierra, tiene una altura de 8.848 metros, casi 9 kilómetros. Esa montaña gigantesca se llama Olympus y está ubicada en el planeta Marte. La base del monte se extiende más de 600 kilómetros. La llamaron Monte Olympus, en homenaje a la montaña que era residencia de los dioses, según la mitología griega.
el everstPorque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Marcos 11:23
Es realmente impresionante el tamaño de la montaña que existe en Marte. El monte Everest es casi nada a su lado. Las elevaciones montañosas son parte de la geografía terrestre, y constituyen la atracción de deportistas de montaña, que son seducidos para escalarlas y hollar sus cumbres. Es su manera de vencerlas para descender victoriosos.

El embudo de Dios

“…Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan…” Mateo 7:13-14
El señor Jesús nos indica que hay dos caminos que el hombre puede seguir: el camino ancho que lleva a la destrucción y el camino angosto que lleva a la vida eterna.
La persona cuando cree en Jesús, es sacada por el poder del Espíritu Santo del camino ancho y puesto por la gracia de Dios en el camino angosto, y eso lo podemos denominar como “El embudo de Dios”.
Cuando usted quiere llenar de líquido una botella con cuello angosto, y lo va a hacer con una taza grande, necesita un embudo para, literalmente, obligar al líquido a entrar en la botella sin que se derrame o desperdicie ni una gota.
Dios tiene un embudo, por así decirlo, que le permite a Él, sacarlo a usted (pequeña criatura) de la muchedumbre y colocarlo exactamente donde Él quiere colocarlo.
Si usted pudiera examinarlo, se daría cuenta que el embudo de Dios está hecho de diferentes problemas, personas, sucesos, circunstancias adversas, situaciones complejas en su vida, presiones financieras, matrimonio en crisis, situaciones familiares difíciles y crisis en la Iglesia inclusive, por nombrar solo unos cuantos.
Pues sí, querido hermano, todos los problemas de tu vida están diseñados y calculados por Dios, para inducirte a entrar por el Embudo de Dios, al camino angosto que un día te llevará a Su divina presencia, donde los problemas no serán más una preocupación sino que la adoración, la oración y la alabanza serán el curso normal de tu vida.