miércoles, 22 de junio de 2016

Confía en Dios

“…En ti confían los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparas a los que te buscan…” Salmos 9:10
¿Qué significa confiar? ¿Cómo aprendemos a confiar en las personas? Por ejemplo, si ahora llega a ti una persona desconocida y te pide dinero prestado, ¿se lo prestarías? No creo que exista alguien que haga tal cosa.
La realidad es que la mayoría de las personas, si no todos, antes de prestar una cifra de dinero a alguien desconocido seguirían las reglas de los bancos o instituciones financieras. Es decir, pedirían un aval, una certificación de empleo, un historial de crédito, y referencias personales que testifiquen del carácter de la persona.
Y con toda esta documentación en nuestro poder, podríamos llegar a sentir la confianza necesaria para hacer el préstamo. Pero ahora debemos preguntarnos, ¿hacemos lo mismo, o algo similar en cuanto a confiar en Dios?
La realidad es que nosotros tenemos la mejor documentación y referencias de Dios que existen. Tenemos la palabra de Dios, que claramente nos prueba que:
  • Dios nunca falla (Números 23:19Josué 23:141 Crónicas 28:20)
  • Dios es fiel (Isaías 25:12 Tesalonicenses 3:31 Corintios 10:13)
  • Dios es bueno (Salmos 86:5100:5107:1)
  • Dios es galardonador y misericordioso (Efesios 2:4Hebreos 11:6)
Pero a pesar de tener este conocimiento, en ocasiones a muchos les cuesta confiar en Él.

Dispuestos a todo para que Jesús vea nuestra necesidad

A menudo, cuando las personas se enfrentan a desafíos buscan consuelo en las cosas que les son familiares. Puede ser un trabajo, o una actividad, o en las relaciones, etc., pero esas cosas solo traen consuelo temporal. La verdadera comodidad, el consuelo real se encuentra en la relación personal con Dios a través de Su Hijo, Jesús.
Según el diccionario, consuelo significa: “dar o recibir fortaleza y esperanza; para aliviar el dolor o la angustia”.
No importa qué dificultad pueda estar enfrentando hoy en día, Dios quiere darte consuelo.
Cuando era niño, si algo no estaba bien, o si había sufrido una caída mi madre mí abrazaba, me hablaba con palabras amorosas y de ánimo que me tranquilizaban y me daban paz, sabía que no estaba solo… eso es amor.
Igualmente Dios nos ama como nadie puede hacerlo; Él anhela darle fuerza, brindarle esperanza y fortalecer en usted la confianza.
Si aún no lo ha hecho, tome la decisión de entregarle por primera vez cada área de su vida.
En la medida que se entregue a Él, Su gracia le llenará de Su paz y alegría. Tendrá el poder para superar todos los obstáculos, y va a vivir realmente en victoria todos los días de su vida.
“Señor, yo hoy te entrego todo mi ser. Mis temores, alegrías, triunfos y derrotas; te pido tu consuelo, la fuerza y ​​el poder de tu Espíritu Santo para vivir la victoria que Tú tienes para mí, lo creo y declaro en el nombre de Jesús. Amén”.
“Como madre que consuela a su hijo, así yo os consolaré a vosotros… “ Isaías 66:13 (NVI).

Mañana Será Mejor

Por favor, ¡no nos coloquemos muy cerca de los árboles! No disfrutaremos del bosque…
Unos cuantos años antes de que el huracán Katrina azotara Nueva Orleans, un costoso y nuevo automóvil se detuvo en la cima del Puente del Río Mississippi, y un caballero se bajó del mismo luciendo una vestimenta muy costosa.
Se encaramó sobre el barandal del puente, sobre una plataforma en la calzada, preparándose para saltar. Los coches comenzaron a detenerse y el tráfico se amontonó por kilómetros. La policía llegó con los bomberos, ministros y profesionales de salud mental.
Comenzaron a hablar al hombre y a pedirle que no saltara. Le dijeron que podría no morir; que se le romperían todos sus huesos y quedaría paralizado de por vida. Como un kilómetro atrás, en el tráfico estancado, había un viejo camión con cortadoras de césped, rastrillos y palas. Un viejo jardinero se bajó del camión y caminó hasta donde estaba reunida la multitud.
Se abrió paso entre la gente, miró hacia abajo y le gritó al hombre del borde: “Oiga, tengo que llegar a mi trabajo; salte o bájese del puente. Si decide no saltar, ¡mañana va a ser mejor!”

La Cáscara de Huevo

“¡Te odio, Alicia!”, le gritó Tom. “¡Nunca más vuelvas a entrar a mi cuarto! ¡Eres una ladrona!”
“¡Eh, qué dices!”,  clamó el abuelo, que venía por el pasillo. “¿De qué se trata toda esta gritería?”
“Tom dice que yo le robé sus tijeras, pero yo no lo hice”, gritó Alicia desde su habitación. “¡És un mentiroso y también es mejor que no entre en mi habitación!”, terminó de decir Alicia y cerró la puerta de un tirón.
Con un suspiro, el abuelo revisó la estancia. No pasó mucho tiempo antes de que descubriera las tijeras de Tom sobre la mesa del pasillo. Ambos niños, muy enojados, insistieron en que el otro las había dejado allí.
Resultado de imagen de La Cáscara de Huevo“¡Silencio!”, ordenó el abuelo. Les hizo señas de que lo siguieran y se dirigió hacia la cocina, donde puso un huevo y una taza vacía sobre la mesa.
“¡Alicia, rompe este huevo y échalo en la taza!”, le dijo el abuelo. Los niños se preguntaban a dónde quería llegar el abuelo con todo eso, pero Alicia obedeció.
“¡Ahora, tú, pon el huevo de vuelta dentro de la cáscara. Por favor, en la misma forma en que estaba antes!”, le dijo el abuelo a Tom.
Tom frunció el ceño. “¿Qué quieres decir?”, le preguntó. “Esto es imposible, abuelo. Tú no puedes arreglar un huevo roto”.
“Entonces, el abuelo se puso serio. “El tema principal es que hay algo que NO puede ser arreglado fácilmente. Estoy pensando en los sentimientos. Niños, ustedes se dijeron cosas feas entre sí. Recoger las palabras es algo tan imposible como componer un huevo”.
Ambos niños se sintieron mal. “Nunca se les olvide lo dañinas que pueden ser las palabras”, les advirtió el abuelo. “Dios dice que la lengua es como un fuego que no puede ser apagado. Así es el gran daño que pueden hacer las palabras. Aunque digas que lo sientes, esto no hace que desaparezcan”.
“Lo siento”, Tom le dijo a su hermana.
“Sí, … bueno,… yo también”, contestó Alicia. “Puedes entrar en mi habitación, si lo deseas”.
¿Y qué tal tú? ¿Tienes cuidado de las palabras que dices, o dices las cosas sin pensarlas? Aunque te disculpes, la otra persona puede que aún recuerde esas palabras que dijiste. Pídele a Dios que te ayude a controlar tu lengua.
Efesios 4:29
No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan.