“…QUIEN COMENZÓ EN VOSOTROS LA BUENA OBRA… LA CONTINUARÁ HASTA QUE QUEDE COMPLETAMENTE TERMINADA…” (Filipenses 1:6 NTV)
Cuando Pablo escribió a los creyentes de Filipos, les dijo que Dios estaba haciendo una obra en cada uno de ellos. ¡Qué verdad tan extraordinaria! El apóstol escribió: “Le pido a Dios que el amor de ustedes desborde cada vez más y que sigan creciendo en conocimiento y entendimiento. Quiero que entiendan lo que realmente importa, a fin de que lleven una vida pura e intachable hasta el día que Cristo vuelva. Que estén siempre llenos del fruto de la salvación, es decir el carácter justo que Jesucristo produce en su vida, porque esto traerá mucha gloria y alabanza a Dios” (Filipenses 1:9-11 NTV).
Seguro que piensas que eso es muy difícil. Es cierto, y nunca lo podrás cumplir solo con tu fuerza de voluntad, las buenas intenciones o los propios esfuerzos. Debes buscar la dirección de Dios, someterte a Él en todas las cosas y sacar fuerzas de las suyas. Intentar hacer cosas que solo le atañen a Dios es una empresa fútil, no funciona. Confía en que Dios te va a equipar para la obra a la que te ha llamado. Claro es que debes cumplir con tu parte, ¡pero no quieras hacer la suya! “… Nosotros todos, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en Su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18). ¿Qué es lo que nos cambia? “El Espíritu del Señor”. Eso debería quitarnos un peso de encima, y eliminar el estrés y la ansiedad que sentimos siempre que buscamos “cambiarnos” a nosotros mismos.