Al comienzo de su carrera, Erma Bombeck tuvo que transitar por un camino lleno de dificultades. En su temprana edad ya se sentía atraída por el periodismo. Su primer trabajo, cuando era una adolescente, fue escribir obituarios en el Journal-Herald de Dayton. Cuando salió del colegio y quiso ingresar en la Universidad de Ohio, un consejero estudiantil le dijo: Olvídese de ser escritora. Pero ella rechazó ese consejo.
Más tarde se pasó a la Universidad de Dayton, donde en 1949 se graduó en inglés. Poco después empezó a trabajar como escritora para la columna de defunciones de la página femenina.
Ese año, la adversidad golpeó su vida personal. Al contraer matrimonio, uno de sus grandes deseos era ser madre, pero para su tristeza, los médicos le anunciaron que no podría tener hijos. ¿La hizo eso darse por vencida y considerarse una fracasada? No. Ella y su esposo estudiaron la posibilidad de la adopción y adoptaron una niñita.
Dos años más tarde, una sorprendida Erma descubrió que estaba embarazada. Pero eso le trajo aún mayores dificultades. En cuatro años tuvo cuatro embarazos pero solo dos de los bebés sobrevivieron.
En 1964, Erma logró convencer al editor jefe de un pequeño periódico de barrio, el Kettering-Oakwood Times, de que accediera a publicarle una columna humorística semanal. No obstante la insignificante cantidad de tres dólares que le pagaban por artículo, esto la mantuvo firme. Aquella columna le abrió otra puerta. Al año siguiente le ofrecieron la oportunidad de escribir una columna tres veces a la semana para su antiguo empleador, el Journal-Herald de Dayton. En 1967, su columna aparecía en más de novecientos periódicos en toda la nación.
Erma escribió su columna humorística durante algo más de treinta años. Durante ese tiempo, publicó quince libros, fue reconocida como una de las veinticinco mujeres más influyentes de los Estados Unidos, aparecía frecuentemente en el programa de televisión "Buenos días, América", apareció en la cubierta de la revista Time, recibió innumerables honores (como la Medalla al mérito de la Sociedad Americana del Cáncer), y fue distinguida con quince doctorados honorarios.