viernes, 29 de abril de 2016

Ladrones del ánimo

Hay un tipo de personas en este mundo, que sin haber estudiado ningún curso universitario son especialistas en dar malas noticias y en desanimar a otros. Si a estas personas les hablamos de cualquier dolencia por la que estemos atravesando, su respuesta suele ser: “yo tengo un pariente que comenzó con esa dolencia y terminó en cáncer, ¡el pobre!”...
Parece como sintieran una fuerte adicción a desanimar a la gente. A los que tienen que tratar con estas personas, el mejor consejo que se les puede dar es el de evadirlas, porque tienen el hábito de echar por tierra toda la esperanza que se pudiera estar acariciando.
El libro de Números nos relata una historia que nos enseña cómo la mala influencia de personas como éstas, pueden acarrear desgracias sobre aquellos que dan crédito a sus mensajes desalentadores. Muchas personas son presas del desánimo con facilidad. Los pesimistas son los mayores portadores de este mal, pero Dios quiere edificar la vida de aquellos que están desanimados.
Pero para eso nos necesita. Pon tu fe en Él, y busca la oportunidad de dar ánimo a quien lo necesite. Josué y Caleb, fueron de esos hombres que hicieron hasta lo que parecía imposible para animar al pueblo de Israel, pero el pueblo prefirió dar crédito al mensaje negativo de los espías, por lo cual todos los que tenían más de 20 años, aquella generación, murieron en el desierto por dar crédito a los que se convirtieron en portadores de malas noticias.
Por esa causa, de 603.550 hombres mayores de 20 años que había cuando ocurrieron los hechos, solo quedaron en el desierto dos, Josué y Caleb. Ellos llegaron a la tierra prometida de los de aquella generación.

La fe en Dios salvó la vida de Stephen Hawking, asegura su ex-esposa

“¡Por favor, Señor, que Stephen esté vivo!”, fue la plegaria desesperada que Jane Wilde expresó en voz baja en 1985, cuando le dijeron por teléfono que su esposo, el ahora famoso científico Stephen Hawking, debía ser desconectado del respirador después de quedar en coma por una neumonía virulenta.
Jane recuerda esta escena en su libro “Hacia el infinito”, donde cuenta que se aferró a Dios como tantas otras veces. Ese Dios en el que ella siempre creyó “para resistir y mantener la esperanza”, frente al ateísmo ferviente de su esposo enfermo, que despreciaba e incluso se burlaba de sus “supersticiones religiosas”, porque “la única diosa de Stephen Hawking es y siempre fue la Física”.
En una entrevista con el diario español El Mundo, la ex-esposa recuerda que los médicos suizos le dieron a entender que no había nada que hacer, y que si ella lo autorizaba, desconectarían el respirador artificial para dejarlo morir con el mínimo dolor posible. “Desconectar el respirador era impensable. ¡Qué final más ignominioso para una lucha tan heroica por la vida! ¡Qué negación de todo por lo que también yo había luchado! Mi respuesta fue rápida: Stephen debe vivir”, afirmó.
A los médicos no les quedó más remedio que realizar una traqueotomía que salvó la vida al científico, pero también le dejó sin habla obligándole a comunicarse con la voz robótica de su sintetizador.
Jane afirma que no se equivocó al tomar esta decisión que permitió vivir al astrofísico, que acaba de cumplir 73 años el 8 de enero, y que sigue escribiendo libros y dando conferencias en diversas partes del mundo.

Injusticia inexcusable

Este hombre (Jesús) hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Entonces Caifás les dijo: Nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Juan 11:47-50
Cerca de Jerusalén, Jesús hizo un milagro, algo inimaginable: resucitó a Lázaro, quien había muerto hacía cuatro días. Grande fue la emoción y la inquietud de la clase dirigente judía, pues los testigos de esta resurrección aumentarían el número de los que creían en Jesús, quien se presentaba como el Mesías, el rey de los judíos.
En vez de examinar a la luz de las Santas Escrituras si las palabras y los hechos de Jesús confirmaban lo que Él decía ser, los jefes temían su creciente notoriedad.
La adhesión del pueblo a su discurso corría el riesgo de alejarlo de la religión oficial. Y Caifás, el principal de entre ellos, sugirió dar muerte a Jesús para salvar su lugar de culto y su nación. En esto violaba este mandamiento:No harás injusticia en el juicio” (Levítico 19:15, 35).

Remordimiento y arrepentimiento

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
—Hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo:
—Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hechos 2:36-38
La idea es distinguir lo que es el remordimiento del arrepentimiento.
En este pasaje bíblico, podemos observar el discurso del Apóstol Pedro, cuando se dirigió a su audiencia en la Ciudad de Jerusalén, después de la resurrección de Jesús. Sociedad a la que se dirige, que en su mayoría eran los líderes religiosos, los mismos que sentenciaron a muerte a Jesús en el Sanedrín Judío. Todos éstos, al escuchar el mensaje estaban COMPUNGIDOS de corazón, y reaccionaron con sentimiento de culpa. En el verso 37 se nota que ellos se veían en la necesidad de hacer algo, estaban con remordimiento.