domingo, 3 de abril de 2016

Entrena tus sentidos espirituales

"Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte" (Ezequiel 3:10,11).
La Biblia está repleta de escrituras y de historias que sostienen la importancia de velar y orar, y esto no es menos trascendente para los creyentes de hoy interesados en oír de Dios y alinearse con su voluntad. Estos velan para no juzgar lo que ven con sus ojos naturales ni oír con sus oídos naturales. En cambio, dejan que el Espíritu Santo entrene sus sentidos espirituales para que puedan agudizarse y ser más precisos en todo lo que atañe al espíritu.
oracionHoy declaro:
Padre, no pongo mi confianza en lo que veo. Pongo mi confianza en ti y en tu Palabra. Soy quien Tú dices que soy, y puedo lograr lo que Tú dices que puedo lograr. Dios todopoderoso, agudiza mi discernimiento espiritual para que pueda oírte claramente. Que la visión profética caiga hoy sobre mí. Coloca en mí la unción de Isacar para que sea entendido en los tiempos. Dame sabiduría y dirección. “Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma” (Salmos 143:8). Desarma los poderes malignos que operan para frustrar mi día, mis tareas y actividades. En el nombre de Jesús, amén.


¿Cómo servir a Dios?

Cuando se nos presentan oportunidades de servir a Dios, no siempre reaccionamos de la manera que Él merece. Quizá por pensar que nuestra agenda está muy saturada o por sentirnos poco capaces.
Estas respuestas abortan la posibilidad aparte de que el Señor quiera o no que lo hagamos. Quizá nunca ha pensado que negarse a servir a Dios es idolatría, pero eso es precisamente, el doblegarse a sí mismo en vez de someterse a Él.
flores rojasEl Señor quiere que sus siervos estén dispuestos, primero, a hacer lo que sea; y después, a buscar conocer su plan específico para ellos. Dios dota de manera especial a sus seguidores para que le sirvan conforme a su voluntad. Pero cuando ya hemos decidido que no podemos hacerlo, que no lo haremos, o que no estamos bien preparados, estamos actuando entonces de acuerdo con nuestra voluntad, y eso no está bien.
Usted puede servir al Señor como buen padre, o como quien habla del evangelio a sus compañeros de trabajo, o como amigo que escucha a quienes estén sufriendo. No hay ninguna restricción en lo que Dios puede hacer con un ayudador dispuesto. El poder de su Espíritu supera las limitaciones humanas. ¿No se siente usted lo suficientemente valiente? Dios puede cambiar eso. ¿No tiene las aptitudes adecuadas? Dios puede cambiar eso.
Dejar las excusas es lo más sabio que podemos hacer para servir a Dios. Confíe en que el Señor le capacitará para hacer lo que Él le pida, y que se ocupará de dotarle y prepararle debidamente (Efesios 2.10; 2 Timoteo 3.16, 17). Lo único que Él le pide es que diga “sí”.

El Cristo resucitado

La muerte de Cristo estuvo acompañada de por lo menos cuatro acontecimientos milagrosos: la oscuridad, la división de la cortina del templo, el terremoto y la resurrección. La muerte de Jesús no pasó desapercibida. Todos notaron algo.
I. La sepultura de Cristo (Mateo 27:57-61)
José de Arimatea era un seguidor secreto de Jesús. Dirigente religioso, miembro distinguido del Sanedrín (Marcos 15:43) en el pasado, José pidió a Pilatos que le diera el cuerpo de Jesús para darle sepultura, y tomándolo lo envolvió en una sábana limpia (Lucas 23;53). José y Nicodemo eran seguidores de Jesús a escondidas, y también Nicodemo vino trayendo un compuesto de mirra y de aloes; lo pusieron en un sepulcro nuevo, probablemente en una cueva labrada en una de las colinas cercanas. Al sepultar a Jesús, Nicodemo y José debieron apurarse para no trabajar en el día de reposo, porque era ya el viernes al atardecer, con su puesta del sol.
Asegurada la entrada (Mateo 27:62-66), los líderes religiosos tomaron la resurrección de Jesús con mayor severidad que los discípulos. Los discípulos no recordaban las enseñanzas de Jesús, pero los líderes religiosos sí. (Mateo 20:17-19). Tomaron, pues, precauciones para que el cuerpo permaneciera en la tumba, ya que estaban temerosos de las predicciones de Jesús relacionadas con su resurrección. Sellaron la puerta y pusieron guardas a la entrada.

¿Por qué debo creer en la resurrección de Cristo?

Es establecido y reconocido el hecho de que Jesucristo fue públicamente ejecutado por crucifixión en el Ier. siglo d.C., en Judea bajo el poder de Poncio Pilato, a petición del Sanedrín judío. Los relatos históricos no cristianos de Flavio Josefo, Cornelio Tácito, Luciano de Samosata, Maimónides e incluso del Sanedrín judío, corroboraron las declaraciones de los primeros cristianos que atestiguaron estos importantes aspectos históricos de la muerte de Jesucristo.

En cuanto a Su resurrección, hay muchas líneas de evidencia que hacen este caso irrefutable. Un famoso abogado resumió el entusiasmo y confianza cristianos puestos en la solidez del caso de la resurrección, cuando escribió, “He sido abogado defensor más de 42 años, habiendo ejercido en muchas partes del mundo, y aún estoy en servicio activo. He sido afortunado en asegurar un buen número de éxitos en diversos procesos jurídicos y puedo asegurar inequívocamente, que la evidencia de la Resurrección de Jesucristo es tan abrumadora, que obliga a aceptarla por las pruebas que no dejan lugar a dudas.”


La respuesta de la comunidad secular a la misma evidencia fue predeciblemente apática, acorde con su compromiso con el naturalismo metodológico. Para quienes no están familiarizados con el término, el naturalismo metodológico es el empeño de explicar todo en términos de causas naturales solamente. Si algún supuesto evento histórico desafía una explicación natural (por ejemplo una resurrección milagrosa), los eruditos seculares generalmente lo tratan con exagerado escepticismo, a pesar de la evidencia, sin importar lo abrumadora que ésta sea.
Tal inflexible fidelidad a las causas naturales, a pesar de la clara evidencia de lo contrario, no conduce a una investigación imparcial (y por lo tanto adecuada) de la evidencia. Una postura científica e histórica más equilibrada ha dicho, “Ser forzado a creer solo en una conclusión... se violaría la propia objetividad de la misma ciencia.” Procedamos pues, a examinar varias líneas de evidencia a favor de la resurrección.

La Primera Línea de Evidencia para la Resurrección de Cristo.

Para comenzar, tenemos el demostrable y sincero testimonio de testigos oculares. Los apologistas del cristianismo primitivo citaron a cientos de testigos oculares, algunos de los cuales documentaron las experiencias vistas con sus propias declaraciones. Muchos de estos testigos oculares, gustosa y resueltamente soportaron prolongadas torturas y la muerte misma, antes que repudiar su testimonio. Este hecho certifica su sinceridad, descartando un fraude por parte de ellos. De acuerdo con el registro histórico, (p. ej. El Libro de los Hechos 4:1-17; Cartas de Plinio a Trajano X, etc.) leemos, “Muchos cristianos podían terminar su sufrimiento solo con renunciar a la fe. En vez de eso, parece que la mayoría optó por soportar el sufrimiento y proclamar la resurrección de Cristo de la muerte.”
Pero aunque el martirio es algo admirable, no es necesaria ni totalmente demostrativo. No valida una creencia tanto como a quien la cree (al demostrar su sinceridad de una manera tangible). Lo que hace que el martirio de los primeros cristianos sea algo extraordinario, es que ellos demostraban, con ello, si lo que estaban pregonando era verdad o no; si vieron a Jesucristo vivo después de Su muerte o no lo hicieron. Esto es lo extraordinario. Porque si todo fuera solo una mentira, ¿por qué muchos seguían sosteniéndola dadas las circunstancias? ¿Por qué conscientemente se aferrarían a una mentira sin validez alguna, al extremo de enfrentar persecución, prisiones, tortura y muerte? ¿Eufemismos?, ¿sofismas?, nada de eso.


Mientras que en el 11 de septiembre del 2001, los terroristas indudablemente creían lo que profesaban (evidenciado por su decisión de morir por ello), no pudieron saber y no supieron, porque no lo vieron, si el origen de sus creencias era o no verdad. Ellos pusieron su fe en tradiciones transmitidas a ellos por muchas generaciones. En contraste, los primeros mártires cristianos fueron la primera generación. O ellos vieron lo que aseguraban haber visto, o no.

Entre los más ilustres que profesaron haber sido testigos oculares, estaban los apóstoles. Ellos colectivamente sufrieron un cambio innegable, después de las declaradas apariciones de Cristo, posteriores a Su resurrección. Inmediatamente después de Su crucifixión, ellos se escondieron temiendo por sus vidas. Después de la resurrección, tomaron las calles y valientemente proclamaban la resurrección, a pesar de sufrir una intensa persecución. ¿Qué explicación habría para su repentino y dramático cambio? Ciertamente, no era una ganancia financiera. Los apóstoles renunciaron a todo lo que tenían para predicar la resurrección, incluyendo sus vidas.

La Segunda Línea de Evidencia para la Resurrección de Cristo.
La segunda línea de evidencia concierne a la conversión de ciertos escépticos claves; los más notables de ellos fueron Pablo y Santiago. Pablo fue, con sus propias palabras, un violento perseguidor de la naciente Iglesia de Cristo. Después de lo que él describió como un encuentro con el Cristo resucitado, Pablo sufrió un inmediato y drástico cambio, de ser un perseguidor de la Iglesia, a uno de sus más prolíficos y desinteresados defensores. Como muchos de los primeros cristianos, Pablo sufrió pobreza, persecución, golpes, prisiones y su ejecución a causa de su firme compromiso por la resurrección de Cristo.

Santiago era un escéptico, aunque no fue tan hostil como Pablo. Un comentado encuentro con Cristo después de Su resurrección, lo convirtió en un innegable creyente, un líder de la iglesia en Jerusalén. Aún tenemos, lo que los eruditos generalmente aceptan, una de sus cartas a la iglesia primitiva. Como Pablo, Santiago sufrió gustosamente y murió por su testimonio, un hecho que respalda la sinceridad de su creencia.