“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.”
Isaías 53:4
Lo predicamos, lo recordamos, lo escribimos…¿pero verdaderamente somos conscientes de lo que hizo?
Imagino a Dios y a su Hijo sentados en su trono, mirando cómo la perversidad, la maldad y el dolor arrasaban la humanidad. Viendo cómo todas las formas del mal se enseñoreaban en las almas: padres sacrificando en el fuego a sus hijos para dioses ajenos, hombres fornicando con sus madres, hombres abusando sexualmente de otros hombres, niños que perdían el brillo de sus ojos desde muy temprana edad, su pueblo consultando a las tinieblas por dirección, actos abominables de canibalismo en la humanidad y muchas perversidades más.
Viendo cómo el ciego andaba a tientas en las tinieblas, cómo el cojo se arrastraba por la vida, cómo el leproso era carcomido por su dolor en el alma al ser la vergüenza del mundo, cómo el enfermo de cáncer sufre dolor al aferrarse a esta vida, cómo el maníaco-depresivo pelea por salvarse de su infierno, y cómo un niño con enfermedad terminal no comprende por qué no puede vivir más.