jueves, 10 de marzo de 2016

Practicar la presencia de Dios

Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí. Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Hechos 2:25
La verdadera prueba del carácter y de la vida espiritual de una persona no es lo que hace en los momentos extraordinarios de su vida, sino lo que hace en el diario devenir de ella, cuando nada grande o emocionante sucede.
En el siglo XVI existió un monje a quien llamaban Hermano Lorenzo. Este monje expresó una gran verdad que debe ser aceptada y practicada por cada uno de los cristianos del siglo XXI. Afirmó: "Para mí el tiempo de actividad no es diferente del tiempo de oración. El bullicio y las presiones de la vida diaria no me hacen perder el sentido de la presencia de Dios, ni la paz y tranquilidad que Él me da".
Como se puede ver, Lorenzo no sentía urgencia alguna por retirarse en soledad para encontrarse con Dios, para adorarlo y tener con Él comunión y compañerismo. Se encontraba con Él en cualquier actividad que realizaba. Esta es la clase de vida que Jesús desea para cada uno de sus seguidores.

La Biblia habla de varios hombres que practicaron la presencia de Dios. El primero que menciona es Enoc, de quien se dice que caminó con Dios. También tenemos el caso de José, del cual se dice que el Señor estaba con él en todo cuanto hacía. Podríamos mencionar también a Moisés, que se sostuvo viendo al invisible. De Eliseo se dijo que vivía como en la presencia de Dios. El apóstol Pablo, por su parte, puso los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe.

He hallado a Jesús

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas  (que quiere decir, Pedro). El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Juan 1:40-45
El recuerdo bíblico de la mayoría de las personas es que, cuando Jesús comenzó su ministerio llamó a unos pescadores para que le siguieran. Ese recuerdo es que Jesús los encontró y les dijo “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”. (Mateo  4:18-22, Marcos 1:16-20, Lucas 5:2) 
El evangelio de Juan se aparta de esa tradición de los evangelios sinópticos. Según Juan, los primeros dos seguidores de Jesús vinieron a Él. Al ver Jesús que estos dos lo estaban siguiendo les dijo: “¿Qué buscáis?” (Juan 1:35-38) Los nombres de estos dos eran Andrés y Juan, quien llegó a ser el discípulo amado. Según Juan, el tercer seguidor de Jesús es Pedro, quien fue llevado a Él por su hermano Andrés. El cuarto seguidor de Jesús fue Felipe. Éste fue hallado por Jesús, quien al hallarlo le dijo: Sígueme” (Juan 1:43). Es interesante hacer notar que Felipe era de la misma ciudad de Andrés y Pedro. Algunos estudiosos aportan argumentos para establecer que Felipe era un conocido de Andrés, Pedro y Juan. Esbozan algunos de estos estudiosos, que Andrés, Pedro y Juan llevaron a Jesús donde estaba Felipe y que es por eso que Jesús le dice a Felipe: “Sígueme”. El quinto seguidor de Jesús, según el evangelio de Juan, es Natanael. Natanael viene a donde está Jesús porque Felipe le dice: “Hemos hallado a aquel de quien escribió  Moisés en la ley, así como los profetas.”(Juan 1:45)
Algunos estudiosos bíblicos explican esta diferencia entre estas dos tradiciones sobre los primeros seguidores de Jesús, señalando que los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) se refieren al llamamiento de los primeros apóstoles de Jesús; mientras que Juan se refiere al llamamiento de los primeros discípulos de Jesús. No es interesante este debate porque no es pertinente a lo que Dios ha puesto en nuestro corazón a compartir.

Las certezas de la fe

El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Juan 3:36
Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo. Hechos 16:31
Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Romanos 10:9
Resultado de imagen de La certeza de la fe¡Cuán claros y simples son los testimonios expresados por los versículos del encabezamiento! ¿Por qué tantas personas rechazan la autoridad de la Palabra de Dios, oponiendo vanos razonamientos y apoyándose en sus propios sentimientos? Dicen: Mis sentimientos no me llevan a creer, o: No soy lo suficientemente fiel, no amo bastante a Jesús, soy demasiado pecador. Nuestros sentimientos y razonamientos, por honorables o juiciosos que nos parezcan, nunca tendrán el valor de los testimonios de la Escritura. Con ellos nunca tendremos paz. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13). Estas palabras deben disipar todo temor en el espíritu del creyente.

¿Qué es el Tribunal de Cristo?

Romanos 14:10-12 dice, “... Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo..... De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.” 2 Corintios 5:10 nos dice, “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” 
El contexto de ambas Escrituras se refiere claramente a cristianos, no a incrédulos. El Tribunal de Cristo no determina la salvación; esta fue determinada por el sacrificio de Cristo a nuestro favor (1 Juan 2:2), y nuestra fe en Él (Juan 3:16). Todos nuestros pecados están perdonados y nunca seremos condenados por ellos (Romanos 8:1). No debemos considerar el Tribunal de Cristo como el juicio de Dios a nuestros pecados, sino más bien como la recompensa de Dios por nuestras vidas. Sí, como dicen las Escrituras, tendremos que dar cuenta de nuestras vidas. De acuerdo, parte de esto seguramente será responder por los pecados que cometimos. Sin embargo, ése no va a ser el principal enfoque en el Tribunal de Cristo.