martes, 8 de marzo de 2016

Una lección inolvidable

Cómo líder, sus lecciones más dramáticas y efectivas pueden ser dadas sin el uso de palabras.
Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. Juan 13:15-16
Imagine por un momento que Jesús hubiera enseñado principios de la misma manera que nosotros lo hacemos. Primeramente, hubiera anunciado con bastante antelación la fecha de un "seminario sobre servicio", para que los discípulos fueran reservando la fecha e, incluso, invitando a algunos otros interesados. En privado, Cristo dedicaría largas horas a estudiar los textos bíblicos acerca del tema del servicio, preparando cuidadosamente sus argumentos a favor de los diferentes aspectos de este tema.
En la fecha establecida, los hubiera reunido y habría compartido los resultados de sus estudios, presentando grandes evidencias sobre la importancia del servicio. No hubiera terminado su lección, sin una seria exhortación a que los discípulos buscaran practicar lo que habían escuchado en "clase".
El entendimiento de cada discípulo no se apartó de lo que el Señor había querido enseñar.

¿Cómo debo entender el concepto de Dios Padre?

 “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él.” (1 Juan 3:1). Este pasaje comienza con un mandato: “¡Mirad!” Juan quiere que observemos las manifestaciones del amor del Padre. Él ha introducido el tema del amor de Dios (1 Juan 2:515) y su propósito es describir la clase de amor que el Padre da a Sus hijos, “¡cuál amor!” La palabra griega traducida como “cuál amor” se encuentra solo seis veces en el Nuevo Testamento y siempre implica asombro y admiración.

Lo que es interesante notar aquí es que Juan no dice, “El Padre nos ama....” Al hacerlo, estaría describiendo un supuesto. En lugar de eso, él nos dice, asevera, que el Padre ha “derramado” Su amor en nosotros, y esto, a su vez, representa una acción y el alcance de su amor. También es interesante notar que Juan ha elegido la palabra “Padre” a propósito. La palabra implica la relación padre-hijo. Sin embargo, Dios no se convirtió en Padre cuando nos adoptó como Sus hijos. No, la paternidad de Dios es eterna. Él es eternamente el Padre de Jesucristo, y a través de Jesús, Él es nuestro Padre. Es a través de Jesús como recibimos el amor del Padre y somos llamados “hijos de Dios.”
Qué gran honor es el que Dios nos llame Sus hijos, y nos dé la seguridad de que como hijos suyos, somos herederos y coherederos con Cristo (Romanos 8:17). En su Evangelio, Juan también nos dice que Dios le da el derecho de convertirse en hijo de Dios a todo aquel que mediante la fe, ha recibido a Cristo como su Señor y Salvador (Juan 1:12). Dios extiende Su amor a Su Hijo Jesucristo, y a través de Él, a todos Sus hijos adoptados.

Habla, Jehová, que tu siervo escucha

Y le dijo: Ve y acuéstate; y si te llama, di: “Habla, Jehová, que tu siervo escucha”. Así se fue Samuel y se acostó en su lugar.” 1 Samuel 3:9 
Samuel era muy joven y servía en el templo en los tiempos del sacerdote Elí. Una noche oyó que lo llamaban por su nombre, – ¡Samuel! ¡Samuel! Cuatro veces escuchó que lo llamaban, y cuatro veces el joven se levantó y fue a la habitación del sacerdote Elí, creyendo que era éste quien lo llamaba, pues aún Dios no se le había revelado.
Elí se percató de que era Dios quien llamaba a Samuel y entonces, le dio instrucciones para la siguiente vez que el Señor lo llamara, y así hizo Samuel. Aquella noche se inició una hermosa y poderosa relación entre el profeta Samuel y Dios.
Este pasaje bíblico hace referencia a muchas personas que dicen “Yo quiero que Dios me hable”, “A mi Dios no me habla”. Dios sí te habla, solo que tú no te das cuenta.
Samuel estaba escuchando la voz de Dios, pero no sabía que era Él quién lo estaba llamando. Así mismo, Dios llama a muchas personas en estos tiempos; pero estamos tan inmersos en nuestro transcurso del día a día que no nos detenemos a escuchar su voz, ni lo que tiene que decirnos.
Posiblemente no escuches audiblemente la voz de Dios, sin embargo, no puedes negar que tenemos muchos otros medios por los que el Señor nos habla. Esa canción que habla de Dios y te hace llorar, ese programa cristiano que algunas veces sintonizas por televisión, incluso esa situación difícil que tienes es Dios llamándote para que le prestes atención, ese vacío que no se llena a pesar de que lo has intentado todo... ¿No estarás esperando que Él se te aparezca en persona? ¡No pensarás eso!

Lo que más me preocupa

Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal. Mateo 6:34
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 Pedro 5:7
Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré. Hebreos 13:5
Lo que más me preocupa no es el presente, sino el futuro. Hoy en día, a menudo los meses o los años venideros nos preocupan mucho más que el presente. Sin embargo, la carga diaria sería mucho más ligera si no añadiésemos inútilmente, la de los días siguientes.
Los temas que nos preocupan son múltiples: ¿Qué sucederá con mi hijo minusválido cuando yo no esté más aquí? ¿Quién se ocupará de mí cuando esté viejo? ¿Cómo podré hacer mi trabajo dentro de diez años? ¿Y si me ocurre tal o cual catástrofe?… Es muy comprensible que estos sean temas de preocupación.