domingo, 21 de febrero de 2016

¿Es verdad la Biblia?

Es fácil citar la Biblia y llamarla verdad, ¿pero cómo saberlo realmente? ¿Existe alguna prueba? He aquí cinco razones por las cuales podemos confiar plenamente, en lo que la Biblia dice:

1. La Biblia contiene cuatro evangelios, cuatro libros, acerca de las Buenas Nuevas de Cristo y de la salvación. Esos Evangelios son Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los autores sabían mucho acerca del ministerio de Jesús: Mateo era un recolector de impuestos que se convirtió en unos de los discípulos y seguidores de Jesús; Marcos trabajó con los primeros fundadores de iglesias; Lucas fue un doctor que investigó a fondo la vida de Cristo y la documentó con gran detalle. Y Juan fue también uno de los discípulos de Jesús. Los Evangelios incluyen nombres de testigos oculares del ministerio de Cristo, así como detalles históricos muy precisos; escritos todos inmediatamente después del ministerio de Cristo. Algunas fuentes no cristianas y la arqueología confirman también los hechos históricos que aparecen en los Evangelios.


2. Entre 25,000 y 30,000 copias escritas a mano del Nuevo Testamento sobreviven hoy en día. Los padres de la iglesia primitiva citaron tantas veces el Nuevo Testamento, que aún si estas copias fuesen destruidas, se podrían volver a armar todos los libros de la Biblia. Algunos críticos dicen que estas copias contienen muchas variantes, o diferencias en el texto. Sin embargo, todas estas variantes son menores, como diferencias en la ortografía o como el uso del nombre “Jesús” en lugar de “Señor”. Pero ninguna de estas variantes cambia el mensaje principal del Nuevo Testamento.


3. Los cuatro evangelios hablan acerca del ministerio de Jesús pero incluyen diferentes detalles. ¿Significa esto que estos cuatro libros se contradicen y por lo tanto no son ciertos? En absoluto, los autores escribieron para diferentes audiencias por distintas razones. Mateo escribió a los judíos para probarles que Jesús es el Mesías, el Salvador. Marcos escribió a los cristianos romanos, enfatizando las enseñanzas de Cristo y el corazón de servicio para con otros. Lucas escribió a los gentiles (los no judíos) para mostrarles que Jesús, al llevar una vida sin pecado, pagó el precio por nuestros pecados. Y Juan escribió para mostrar a los nuevos creyentes que Jesús es el Hijo de Dios y que todos aquellos que crean en Él tendrán vida eterna. Cada autor tiene un estilo de redacción muy particular, pero los cuatro presentan el mismo fundamento. Los Evangelios también incluyen episodios algo "vergonzosos", como cuando en ocasiones los discípulos no entendieron alguna de las enseñanzas de Jesús. Esos testimonios jamás hubiesen sido utilizados por quienes lo llamaban Señor a menos que fuesen ciertos.

Ofender y perdonar

SANTIAGO 5:16  “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.  La oración eficaz del justo puede mucho.”
Si vives rodeado de personas, te darás cuenta que prácticamente en todo lugar te pueden ocasionar ofensas. Sea en el trabajo, vecindario, familia, matrimonio,... hasta en la iglesia los entredichos, discusiones, malos entendidos, peleas, dan lugar a que nos sintamos ofendidos y a la vez, que nosotros ofendamos a otros.
perdonarLos seres humanos somos tan especiales que enseguida nos ofendemos, especialmente cuando nos dicen las verdades. Esta clase de ofensa al molestarnos, demuestra nuestra altivez y orgullo al no estar dispuestos a recibir la corrección.
Pero está la otra ofensa, y es la que cometemos con nuestras palabras. La lengua descontrolada tiene el poder de lastimar a los que nos rodean. Muchas veces las tensiones por los nervios acumulados durante el día en el trabajo, con gente, etc., hacen que respondamos de forma airada y ofendamos a otros.
Sería bueno que en este momento hagas un alto, examines tu caminar en las últimas horas, y te preguntes: ¿A cuántos he ofendido hoy con mis malas reacciones?

¿Eres hincha o espectador?

Una tarde de verano se encontraban un hincha y un espectador en la tribuna "este" de un estadio. Los dos se preparaban para ver el partido de fútbol más importante de la temporada.

No se había dado el primer pitido, y por las venas del hincha ya pasaba la emoción. Su voz se ponía ronca y con sus manos, agitaba fuertemente una gigantesca bandera Roja y Negra.

De otra parte, el panorama para el espectador era diferente. Se ubicó en el lugar que aparecía marcado en su entrada, abrió una soda y se sentó. No paraba de mirar su reloj y preguntarse un poco indispuesto:

-¿A qué hora pensarán iniciar este partido? Yo pagué la entrada más cara no para soportar esto. Su equipo favorito: los de azul.
El árbitro da inicio al 1er tiempo. El balón fue de un lado al otro, se dio el primer saque de esquina para los de “Amarillo”, el primer saque de portería para los Azules, pero el marcador no se movía. Sin embargo, mientras este tiempo transcurría, el hincha vivió paso a paso con emoción y alegría. Por otra parte, el espectador solamente se quejaba:

-Ese arbitro no sirve para nada. ¡El partido esta comprado!

De repente, a los 25 minutos los “Amarillos” anotan su primer gol. El Hincha saltó de alegría, gritó, agitó de nuevo su bandera y se levantó para hacer la ¡ola! que venía. Ola que con tan mala suerte, golpea el brazo del espectador y tira al suelo su bebida. El Hincha, sin pensarlo, recoge lo que queda, se la coloca de nuevo en la mano, le pide excusas y sigue disfrutando su partido. 
Mientras, el Espectador indignado, se levanta de su silla, empuja al Hincha y vocifera. Pasado el incidente, comienza a dar gritos desde la tribuna: ¡sáquenlos!, no sirven para nada, son unos perdedores… (Al equipo Azul)

Llega el 2do tiempo. Para desconcierto de los locales, los Azules cierran el partido con dos goles a favor.

El Espectador se levanta de su silla y ahora sí saca pecho. –¡Así se hace!-¡Somos los mejores! ¡Somos los campeones!…

Por su parte, el Hincha sale cabizbajo pero grita: ¡Arriba mi equipo!, ¡la próxima es la nuestra! ¡vamos, pa` lante!.

Predicar un mundo mejor

Marcos 4:14 “El sembrador es el que siembra la palabra”.

Así como Jesús vino a predicar la palabra de Dios, nosotros podemos, y debemos hacerlo.  En muchas ocasiones sentimos que vivimos en una sociedad rota, sin valores, sin amor. Cuando tenemos este sentimiento, debemos recordar que está en nosotros construir un mundo mejor, un mundo lleno de amor, de fe, de vida, de buenas acciones, de cariño por nuestras vidas.
Quien conoce las enseñanzas de Jesús, el amor de Dios y la solidaridad de la fe, sabe que estos tres son motores que mueven montañas, que mueven emociones, que restauran vidas y que nos pueden traer de vuelta de los momentos más difíciles de nuestras vidas.

Hay muchas personas en el mundo que no escuchan el amor de Dios, porque no saben cómo hacerlo o porque sus vidas han sido más difíciles que las nuestras. Y nosotros podemos predicar el amor acercándonos a esas personas; no se trata de una acción de lástima, sino de solidaridad. Se trata de entender que así como hay personas que nacen con más facilidades económicas, hay otras que nacen con más facilidades espirituales. No hay que juzgar, hay que amar al otro y ayudarlo a tener la facilidad y la fe que nosotros tenemos.