viernes, 19 de febrero de 2016

¿Es Jesús el único camino al cielo?

¿Por qué el cristianismo es diferente a cualquier otra religión en el mundo? La respuesta se centra en Jesucristo, “el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16).
El Cristo significa “El Ungido”. Es el término nuevo de la antigua palabra hebrea Mesías, el ungido que Dios enviaría para salvar a Su pueblo. Los primeros creyentes de la iglesia cristiana reconocieron a Jesús como el Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Su período vigente dentro de la historia mundial estuvo rodeado de desaliento y desesperación. Pero el Mesías prometido brilló como faro en las tinieblas, y su luz jamás se ha desvanecido: En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:4,9).
Hoy en día, mientras los líderes mundiales luchan contra insuperables problemas, la oscura y amenazante situación que viven realza la luz de Aquél que proclamó; “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Orar de acuerdo con la voluntad de Dios

Primera de Juan 5:14, 15 nos dice que debemos orar de acuerdo a la voluntad de Dios. La Palabra nos explica claramente, muchas cosas que son voluntad de Dios para nuestra vida. Y sabemos con certeza que podemos pedir esas cosas audazmente, sin estar preocupándonos de si será o no será la voluntad de Dios.
Sin embargo, cuando tratamos con situaciones diarias en las cuales estamos inseguros de la perfecta voluntad de Dios, deberíamos orar para que sea hecha la voluntad de Él y no la nuestra. Cuando le pedimos algo a Dios en oración, si no tenemos un versículo específico de la Biblia que respalde nuestro requerimiento, le debemos decir al Señor: “Esto es lo que pienso que quiero, al menos me parece que sería bueno que fuera de esta forma, pero si me estoy equivocando en lo que te pido, Señor, por favor, no me lo des. Lo que deseo es tu voluntad, y no la mía”.

El Mejor Día

Voy envejeciendo y me doy cuenta de lo importante que es el tiempo. Me doy cuenta que hoy vivo la realidad del momento. Hoy sé lo que es posible en mi vida. Hoy puedo ser y hacer lo que quiero. ¿Pero valdrá la pena?, ¿valdrá la pena el tiempo que invierta? ¿Puedo estar feliz por cómo vivo hoy? ¿Me estoy preparando para mis futuras mañanas?, ¿me estoy preparando para mi eternidad?
Hoy, cuando desperté, me dí cuenta de que este es uno de los mejores días de mi vida. Sin embargo, hubo tiempos en los que me pregunté si subsistiría a través del día… pero lo logré. Y porque lo hice, ahora lo voy a celebrar. Hoy voy a celebrar la vida increíble que he tenido hasta ahora; los logros, las muchas bendiciones y sí, también las dificultades ya que me han hecho más fuerte. Pasaré el día con la cabeza en alto. Tendré un corazón feliz. Me maravillaré con los dones sencillos de Dios: el rocío de la mañana, el sol, las nubes, los árboles y las aves. Hoy veré todas estas maravillosas creaciones en su plenitud.
Hoy compartiré mi entusiasmo por la vida con otros. Haré sonreír, no, mejor aún, haré reír a alguien. Andaré una milla extra para realizar una acción bondadosa a alguien que no conozco. Hoy le daré un cumplido sincero a alguien que se vea desanimado. Le diré a un niño cuán especial es. Le diré a alguien que amo cuánto significa para mí. Hoy dejaré de preocuparme sobre lo que no tengo y daré gracias por las muchas bendiciones que son mías. Recordaré que preocuparme es una pérdida de tiempo, porque mi fe en Dios y Su plan divino garantizan que todo estará bien.
Y esta noche, antes de irme a la cama, saldré afuera y levantaré mis ojos al cielo. Me quedaré maravillado ante la belleza de las estrellas y la luna, y alabaré a Dios por estos magníficos tesoros. Al finalizar el día y reposar mi cabeza en la almohada, agradeceré al Todopoderoso Creador por el mejor día de mi vida. Dormiré el sueño del niño contento; entusiasmado con expectativas porque sé que mañana pudiera ser..., sí, mi mejor día…
Sin duda, este pensamiento acierta al afirmar que nuestro mejor día es ¡precisamente hoy!  Aunque ayer pudiéramos haber experimentado muchas bendiciones, éstas ya son historia y no podrán alimentar nuestras vidas más de lo que el maná de aquel día pudo alimentar al pueblo de Israel en el desierto, camino a Canaán. La Biblia afirma que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana, por lo que podemos estar convencidos de que cada día trae maravillosas bendiciones de parte de un Dios creativo y generoso. Por esta razón no tenemos por qué añorar un tiempo que pasó, cuando caminamos al lado del Salvador.

Un Verdadero Amigo

Antes de entregarle mi vida a Jesucristo e iniciar con Él una relación, supuestamente tenía amigos que de una u otra manera, ocupaban un lugar muy especial en mi corazón, pero de repente todo cambió; los que pensaba que eran mis amigos me dieron la espalda, me rechazaron y algunos hasta se avergonzaron de mí por haber tomado la decisión de hacer mi vida diferente al lado del Señor. No fue fácil despertar de la triste realidad anterior, pero Jesús me abrió los ojos y me mostró que solo en Él era en quien podía confiar, me enseñó que todas las personas que son parte de mi vida en algún momento me pueden defraudar, pero que puedo estar segura de que Él nunca lo hará.
Porque el Señor es bueno y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre. Salmo 100:5 (Nueva Versión Internacional).
De todos los supuestos amigos que yo pensaba que tenía, ninguno se relaciona conmigo en este momento, demostrándome con su actitud, que realmente nunca me quisieron y que sólo teníamos una amistad por conveniencia, condicionada a lo que podía ofrecerles y a lo que representaba en el contexto social en el que con ellos me desenvolvía. Lo bonito de esta experiencia es que he podido comprender realmente el significado de la palabra amistad, pues Jesús me ha revelado que un verdadero amigo primeramente es un hijo de Dios, ya que solo los hijos de Dios pueden amar verdaderamente a las personas que se encuentran a su alrededor. ¡Claro! Ya lo entendí, ¿cómo puedo esperar amor de aquellos a los que yo misma buscaba agradar todo el tiempo?; yo no era una hija de Dios, yo no tenía a Cristo Jesús en mi corazón, entonces ¿qué voy a esperar? Comprendí que yo tampoco los amaba verdaderamente; que la amistad que tenía con ellos, era simplemente un acto de formalismo y compañerismo, una amistad basada en lo superficial del momento, en lo trivial que ofrece la sociedad y la cultura en la que estamos inmersos; por lo tanto, no podía esperar algo distinto, porque yo no era diferente a ellos.