sábado, 6 de febrero de 2016

La Salvación

¿Qué es la salvación?
La salvación de Dios significa ser rescatado de la pena del pecado. Todos somos pecadores, y la consecuencia del pecado es la muerte, no muerte física, sino la separación eterna de Dios. Para ser salvo de sus pecados, usted debe hacer tres cosas: pida el perdón de sus pecados, apártese de ellos, y crea que Jesucristo - nuestro Señor y Salvador - murió por sus pecados y resucitó de entre los muertos.
¡Si usted ha hecho estas cosas, usted es salvo. Usted tiene la salvación, lo que significa que usted ha aceptado el amor de Dios y el perdón, es adoptado en Su familia y tiene comunión con Su gente, los Cristianos. ¡Usted es libre del poder del pecado, es un niño de Dios! La Biblia le promete así, la eternidad en el cielo (Romanos 10:9-10).
¿Cómo somos salvos?
Juan 3:16-17 y Juan 10:10 nos hablan del gran amor que Dios tiene por nosotros. Debido a ese amor, Dios quiere que nos acerquemos a Él tal como somos. Anhela que hablemos con Él libremente, de nuestros pecados y nuestras necesidades.
Dios reveló Su amor por nosotros enviando a Su Hijo, Jesús, para morir por nuestros pecados hace más de 2,000 años. Jesús nos enseñó por qué Él vivió como un hombre en la tierra durante 33 años. Él vivió una vida libre de pecado y pagó el precio de nuestros pecados ofreciéndose como el sacrificio perfecto en la cruz. Resucitó tres días después, ascendió a los cielos, donde intercede por nosotros (Romanos 8:34; Hebreos 7:25).
¿Va la gente buena al cielo?
Muchas personas creen que ser bueno les permitirá entrar al cielo; que si son agradables, no cometen ningún crimen y tratan de hacer lo correcto, todo ello les abre las puertas al reino de Dios.
Sin embargo, la Biblia dice que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Pecamos, y la pena por el pecado es la muerte (Romanos 6:23). No hay nada que podamos hacer para ganar una entrada al cielo.
¡Pero Dios trazó el camino enviando a Jesucristo para morir por nuestros pecados para tener la vida eterna! Ninguno de nosotros, por sí mismos, somos lo bastante buenos para entrar al cielo, pero si invitamos a Cristo a ser parte de nuestras vidas, sabemos que pasaremos la eternidad con Él en el paraíso. No por las cosas buenas que usted ha hecho, sino por lo que Cristo ha hecho por usted (Efesios 2:8). No es por las emociones que pueda sentir, sino por lo que la Palabra de Dios dice (1 Juan 5:11-13). Jesús proporciona el único camino a la salvación.
Entonces, ¿qué debo hacer?
Ante todo, reconozcamos que Jesús tiene todo el poder y autoridad sobre el pecado y el mal (Mateo 28:18; Hebreos 2:14-15; 1 Juan 3:8), y que por Él también podemos vivir vidas victoriosas. Leemos en 2 Corintios 5:17: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación: ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” La Biblia también dice en 1 Corintios 15:57: ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!”
Para ser salvo, admita a Dios que usted es un pecador. Todos somos pecadores, y como Dios es Santo, Él no tolera el pecado. Sin embargo, dado que Él le ama, Él perdona nuestros pecados cuando le pedimos perdón. No hay nada que podamos hacer para ganar la salvación, es solamente por la gracia de Dios – gracia inmerecida – como podemos ser salvos.
Una vez ya salvo, no significa que podemos seguir pecando esperando que Dios nos perdone una y otra vez. Dios es Santo, y nuestro pecado es una rebelión contra su santidad. Ninguno de nosotros es perfecto y seguiremos pecando, pero lo importante es que de verdad sintamos arrepentimiento por nuestros pecados y hagamos el mejor esfuerzo para corregirlo. Con el arrepentimiento viene la confesión del pecado y el querer cambiar nuestras vidas.
Cuando usted se haya arrepentido de sus pecados, reconociendo a Jesús como su Salvador, dele las gracias a Dios por su amor y por aceptarlo a usted. Si nos damos totalmente a Jesús, Él entra en nuestros corazones y vive allí (Apocalipsis 3:20). Estamos con Cristo Jesús, y Él está con nosotros (Juan 15:4-7; Gálatas 2:20). Debemos encomendarnos a Él y confiar solo en Él como nuestro Salvador y Señor.
Tenga confianza total en la vida eterna por medio de Cristo, y experimente la alegría que viene de conocerle personalmente.

El Gran Poder de Dios

Un día me encontraba clasificando libros, cuando se me acercó un joven, me entregó un ejemplar y me contó una historia mientras lo firmaba: “Me había puesto una pistola en el pecho e iba a suicidarme”, comenzó diciendo, pero, por alguna razón, encendí el televisor y usted estaba hablando acerca del suicidio. Después de escucharlo durante un rato, supe que el Señor me estaba hablando, bajé el arma y le entregué mi vida a Jesucristo”.
No podría contar todas las historias parecidas que he escuchado; alguien, en su desesperación, enciende la radio o el televisor, y escucha una predicación que trata directamente su necesidad. Yo no creo que fuera capaz de hacerlo, me refiero al suicidio. Dios, que es todopoderoso, interviene en la vida de las personas para que sintonicen un programa que pueda ayudarles. Además, solamente un Dios que controla todas las cosas es capaz de transformar a un joven desesperado en un servidor entusiasta y diligente, exactamente la clase de hombre que estaba parado frente a mí junto a la mesa de libros.

El mundo habla de accidentes y de buena y mala suerte, pero todo eso implica que somos víctimas de las circunstancias. La única verdad es que Dios es soberano y que todo el mundo está bajo su control. Todo lo que nos sucede en la vida, sean bendiciones o pruebas, nos llega porque Dios lo ha permitido. Y en algunos casos, incluso permite el mal, y nos preguntamos por qué no le pone fin pues sabemos que podría hacerlo. Pero Dios tiene un propósito, y la historia ha demostrado que Él saca el bien aun de las tragedias humanas más espantosas.

¿Por qué permite Dios los desastres naturales como los terremotos, huracanes y tsunamis?

¿Por qué permite Dios los terremotos, tornados, huracanes, tsunamis, tifones, avalanchas, y otros desastres naturales? La tragedia del tsunami en Asia a finales del 2004, el huracán Katrina en 2005 en el sureste de los Estados Unidos, y las avalanchas de lodo en el 2006 en Filipinas, hacen que mucha gente ponga en duda la bondad de Dios. Es triste que con frecuencia los desastres naturales sean nombrados como “actos de Dios”, mientras que no se le da “crédito” alguno a Dios durante años, décadas, o incluso siglos en un clima benéfico. Dios creó todo el universo y las leyes de la naturaleza (Génesis 1:1), y la mayoría de los desastres naturales son el resultado de la acción de estas leyes. Los huracanes, tifones y tornados son el resultado de la colisión de diferentes patrones climáticos. Los terremotos son el resultado de desplazamientos de las placas en la estructura de la corteza terrestre. Un tsunami es causado por un terremoto submarino.

La Biblia proclama que en Jesucristo subsiste el control de la naturaleza (Colosenses 1:16-17). ¿Podría Dios prevenir los desastres naturales? ¡Completamente! ¿Algunas veces influye Dios en el clima? Sí, ver Deuteronomio 11:17, Santiago 5:17. ¿Algunas veces causa Dios los desastres naturales como juicio contra el pecado? Si, ver Números 16:30-34. El libro de Apocalipsis describe muchos eventos que en definitiva, pueden ser descritos como desastres naturales (Apocalipsis capítulos 6, 8 y 16). Entonces, ¿Es cada desastre natural un castigo de Dios? Absolutamente, NO.

De manera muy parecida a la que Dios permite a la gente mala que cometa actos malvados, también permite que la tierra demuestre las consecuencias que tiene el pecado sobre la creación. Romanos 8:19-21 nos dice que, “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” La caída de la humanidad en el pecado tuvo efectos en todo, incluido el universo que habitamos. Todas las cosas de la creación fueron sujetadas a la “vanidad” y a la “corrupción”. El pecado es la causa final de los desastres naturales, así como lo es de la muerte, de la enfermedad y el sufrimiento.

Tienen que saber


Cada día puedo ver en sus ojos el sufrir, 
gente llena de dolor y sin rumbo aquí. 
En angustia y soledad, llenos de temor, 
risa esconde su aflicción. Solo Cristo ve.

Tienen que saber del amor de Dios, 
en las pruebas y el temor, Él refugio da. 
Tienen que saber del amor de Dios, 
que en Él hay salvación, 
tienen que saber.

Él nos llama a brillar en un mundo de confusión, 
nada iguala el llevar vida a quien perdido está. 
Por Su amor podemos ver que sufriendo están, 
ellos tienen que oír, debemos compartir.

Tienen que saber del amor de Dios, 
en las pruebas y el temor, Él refugio da. 
Tienen que saber del amor de Dios, 
que en Él hay salvación, 
y nuestras vidas dar, 
tienen que saber.

Esta canción la compusieron Greg Nelson y Phill McHugh, y la frase más impactante, a la vez que desafiante, es la que aparece en la segunda estrofa que dice: “nada iguala el llevar vida a quien perdido está”. Doy gracias a Dios por los lugares en los que me ha permitido trabajar, y la mayor satisfacción no ha sido una buena venta efectuada, ni ver a personas que tienen ansias de escuchar la Palabra de Dios; como bien dice esta canción, “nada iguala el llevar vida a quien perdido está”. Sin dar nombres, porque esos nombres, esas vidas, las conoce el Señor, pero es gozoso ver a “hijos espirituales” que Dios nos confirió. 
Cuando a veces pienso y me detengo en los problemas, cuando lucho contra tantas dificultades, cuando a veces me asalta la duda de si merece la pena seguir luchando, pienso en la bendición que ha sido “llevar vida a quien perdido está”, y ahora no solo no está perdido sino que es un hombre o una mujer nueva. Gracias a Dios porque me da ese gozo.