martes, 2 de febrero de 2016

Funcionando por Fe

Una vez un viajero caminaba por el desierto, cuando llegó al borde de un cañón. Buscando la manera de cruzarlo, se dio cuenta que había una larga cuerda extendida hacia el otro lado. Mientras sus ojos seguían la cuerda hacia la otra orilla, se quedó atónito al ver a un hombre caminando hacia él, confiadamente, conduciendo una carretilla. Al llegar a la orilla a su lado, el viajero exclamó:
-¡Es asombroso!
El hombre de la carretilla le preguntó:
-¿Tú crees que lo puedo volver a hacer?
-Estoy seguro que sí, contestó el viajero. Lo has hecho con mucha confianza.
-¿De verdad crees que lo puedo volver a hacer?
-Sí, definitivamente sí.
-Muy bien, de acuerdo, dijo el hombre de la carretilla. Súbete y te llevo al otro lado.

Paciencia

Paciencia es lo que necesita el agricultor, cuando deposita una semilla bajo la tierra esperando lentamente que su flor crezca o que su producto rinda fruto, anhelando ver resultados, deseando una abundante cosecha. 
Paciencia es la que a veces parece que se nos agota. Nos causa frustración y gran tristeza ante la incertidumbre de que no veremos los resultados.
Como una semilla que sembramos bajo tierra y no logramos ver cómo van brotando sus raíces, pero, con una fe llena de certezas, confiamos en que a su debido tiempo producirá resultados, así es como desarrollamos la paciencia.
La paciencia produce en nosotros perseverancia, y hace que desarrollemos características que nos preparan para hacernos más fuertes ante las pruebas de la vida. Si hay algo que conoce lo que es esperar pacientemente, ese es el desierto. El desierto siempre ansía que la lluvia acaricie su arena.
Hasta cada estación tiene su tiempo. La primavera espera al verano, el verano al otoño, el otoño al invierno, y éste de nuevo a la primavera. El sol sale de mañana, y luego va desapareciendo en el ocaso para que llegue la noche inundada de estrellas. También la luna tiene que pasar por procesos para estar llena. Espera lentamente su crecimiento, para a su debido momento brillar con el fulgor más bello.

Un Hogar Feliz

Señor Jesús: Tú viviste en una familia feliz.
Haz de esta casa una morada de tu presencia, un hogar cálido y dichoso.
Venga la tranquilidad a todos sus miembros, la serenidad a nuestros nervios, el control a nuestras lenguas…
Que los hijos sean y se sientan amados
y se alejen de ellos para siempre
la ingratitud y el egoísmo.

Inunda, Señor, el corazón de los padres
con paciencia y comprensión,
y con una generosidad sin límites.

Extiende, Señor Dios, un toldo de amor
para cobijar y refrescar, calentar y madurar
a todos los hijos de la casa.

Danos el pan de cada día,
y aleja de nuestra casa
el afán de exhibir, brillar y aparentar;
líbranos de las vanidades mundanas
y de las ambiciones que inquietan
y roban la paz.

Que la alegría brille en los ojos,
la confianza abra todas las puertas,
y la dicha resplandezca como un sol;
sea la paz la reina de este hogar
y la unidad su sólido entramado.

Te lo pedimos a Ti Señor,
que fuiste un hijo feliz,
en el hogar de Nazaret
junto a José y a María.

En el nombre de Cristo Jesús,
Amén

Honrar a Dios

El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto… Juan 15; 5.
La reunión en la iglesia estaba en pleno desarrollo. Aquella mañana nos visitaban algunas personas por primera vez. El predicador iba por la mitad del sermón, cuando observé que una de las visitas salía. Sentí curiosidad y preocupación, y salí detrás de ella.
¡Se va pronto!, le dije mientras me acercaba. ¿Hay algo en que pueda ayudarla?
Inline image 1 Fue sincera y directa: Sí, mi problema es ese sermón. No estoy de acuerdo con lo que dice el predicador. 
Él había dicho que sea lo que sea lo que logremos en la vida, el reconocimiento y la alabanza le pertenecen a Dios. Quejándose, la mujer agregó: Al menos, merezco que se me atribuya algo de reconocimiento por mis logros.
Le expliqué lo que el pastor quería decir: las personas sí merecen reconocimiento y aprecio por lo que hacen. No obstante, nuestros dones y talentos provienen de Dios; por eso, la gloria le pertenece a Él. Jesús, el Hijo de Dios, declaró: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre (Juan 5:19). Y a sus seguidores, les dijo: separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5
Reconocemos que el Señor es quien nos ayuda a llevar a cabo todas las cosas.
Señor, que no olvide reconocer todo lo que haces por mí y que Tú eres quien me capacita para concretar mis logros.