jueves, 28 de enero de 2016

¿Dios aún realiza milagros? ¿Por qué Dios ya no hace milagros como los hizo en la Biblia?

Cuando Dios realizó poderosos y asombrosos milagros para los israelitas ¿lograron estos milagros que ellos lo obedecieran? No, los israelitas desobedecieron una y otra vez y se rebelaron contra Dios, a pesar de presenciar todos esos milagros. La misma gente que vio a Dios abrir las aguas del Mar Rojo, dudó más tarde si Dios sería capaz de llevarlos a dominar a los habitantes de la Tierra Prometida y conquistarla. Veamos la parábola en Lucas 16:19-31. En ella, un hombre en el infierno le pide a Abraham enviar a Lázaro de entre los muertos para advertir a sus hermanos. Abraham le dijo al hombre que, “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31).

Jesús realizó incontables milagros, sin embargo, la gran mayoría de la gente no creyó en Él. Si en la actualidad Dios realizara milagros como los que hizo en el pasado, ocurriría el mismo resultado. La gente quedaría asombrada y creería en Dios por un corto tiempo. La fe sería superficial y desaparecería en el momento en que algo inesperado o amenazante ocurriera. Una fe basada en milagros no es una fe madura. Dios realizó el milagro más grande de todos los tiempos al venir al mundo en la forma humana de Jesucristo, para morir en la cruz por nuestros pecados (Romanos 5:8), para que pudiéramos ser salvados (Juan 3:16). Dios aún realiza milagros, aunque muchos de ellos simplemente pasan inadvertidos o son negados. Sin embargo, no necesitamos más milagros. Lo que necesitamos es creer en el milagro de la salvación a través de la fe en Jesucristo.

¡Bienvenido a casa!

… cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia… Lucas 15; 20.
Cuando estábamos atravesando un desafío muy particular con nuestro hijo, un amigo me llamó después de una reunión en la iglesia y me dijo: Quiero que sepas que oro por ti y por tu hijo todos los días. Y agregó: ¡Me siento culpable!
¿Por qué?, le pregunté.
Porque nunca tuve que lidiar con hijos descarriados, respondió, encogiéndose de hombros. Mis hijos se ajustaron bastante a las reglas. Pero no fue por lo que yo hiciera o no. Ellos toman sus propias decisiones.
Quise abrazarlo. Su compasión fue un regalo de Dios que me recordó que el Padre entendía mi lucha.
Nadie comprende mejor la lucha los con hijos descarriados que nuestro Padre celestial. La historia de ese joven, en Lucas 15, es la nuestra y la de Dios. Jesús la relató para beneficio de todos los pecadores que necesitan desesperadamente, volver a la casa de su Creador y descubrir la calidez de la comunión amorosa con Él.
Jesús es Dios encarnado, quien nos ve desde lejos y nos mira con compasión. Es Dios corriendo hacia nosotros para abrazarnos. Es el beso del cielo que da la bienvenida a casa al pecador arrepentido (verso 20).
Dios no solo deja la luz encendida en la entrada, sino que está afuera observando, esperando y llamándonos para que volvamos a casa.
Señor, que nuestros hijos descarriados vuelvan a ti.

Tu amor, tu perdón, mi Salvación

Cuando era niña, una pregunta invadió mi mente durante todo ese tiempo: si Dios creó al hombre y a la mujer y luego ellos le desobedecieron, ¿por qué el Señor no los hizo caer en un sueño profundo del cual no volvieran a despertar? ¿Por qué Dios no volvió a crear al hombre y a la mujer sin que conocieran el pecado? Puede que hoy todo fuera diferente, tal vez no estaríamos aquí.
Repasando el libro de Génesis, encontré que:
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
(Génesis 1:27 RV60)
Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
(Génesis 2:16-17 RV60)
Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
(Génesis 3:22-23 RV60)
Nuestro Señor estaba enojado con Adán y Eva, que por haber desobedecido su mandamiento fueron expulsados del Edén, y junto a ellos arrastraron en su caída a toda la Creación. Pero el enojo de nuestro Señor no duró para siempre, pues su amor fue más grande y envió a su único Hijo a morir por nuestros pecados.
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
(Isaías 9:6-7 RV60)
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
(Mateo 1:21 RV60)
En estos versículos está resumida la respuesta. La Biblia fue inspirada por su Autor (II Timoteo 3:16) para que hoy podamos leerla, recibirla, entenderla, y aceptar los mensajes que nos deja y entrega nuestro Padre para afrontar la vida, esta vida. La biblia es la Palabra que el Señor tiene para nosotros; cada hecho, cada historia que hay en ella, son mensajes de amor para nosotros. Jehová Dios, Nuestro Señor, nos creó semejantes a su imagen en cuerpo, alma y espíritu. Enfadado, sí, mas su enojo con nosotros no duró para siempre, pues su amor fue mucho más grande y eterno; tuvo compasión, misericordia de nosotros.
No permitió que Adán y Eva probaran del árbol de la vida, pues viviríamos para siempre en el pecado y eso no es lo que quiere el Señor, por eso los desterró del Edén. Vivimos en un mundo donde el pecado se expande cada vez más de generación en generación. Viviremos una vida aquí en este mundo, pasaremos por el desierto, por pruebas, por tormentas, y el enemigo tratará de confundirnos, de engañarnos, mas la justicia, el amor y la protección de Dios estará con nosotros. No somos merecedores de su misericordia, de su amor; por desobediencia estamos aquí.

¿Cómo servir a Dios?

Cuando se nos presentan oportunidades de servir a Dios, no siempre reaccionamos de la manera que Él merece. Quizá sea por creer que nuestra agenda está demasiado saturada o por sentirnos poco capaces.
Estas respuestas cierran la puerta antes de que sepamos si el Señor quiere o no que la atravesemos. Quizá nunca haya pensado que negarse a servir a Dios es una forma de idolatría, pues eso es doblegarse a sí mismo en vez de someterse a Él.
flores rojas
El Señor quiere que sus siervos estén dispuestos, primero, a hacer lo que sea; y después, a buscar y conocer su plan específico para ellos. Una vez sabido el plan, Dios dota de manera especial a sus seguidores para que le sirvan conforme a su voluntad, pero cuando ya hemos decidido que no podemos hacerlo, que no lo haremos, o que no estamos bien preparados, estamos actuando de acuerdo con nuestra voluntad, y eso no está bien.
Usted puede servir al Señor como buen padre, o como quien habla del evangelio a sus compañeros de trabajo, o como amigo que escucha a quienes estén sufriendo. No hay ninguna restricción en lo que Dios puede hacer con un ayudador dispuesto. Y el poder de su Espíritu supera las limitaciones humanas. ¿No se siente usted lo suficientemente valiente? Dios puede cambiar eso. ¿No tiene las aptitudes adecuadas? Dios puede cambiar eso.
Dejar a un lado las excusas es lo más sabio que podemos hacer para servir a Dios. Confíe en que el Señor le capacitará para hacer lo que Él le pida, y que se ocupará de dotarlo y prepararlo debidamente (Efesios 2.10; 2 Timoteo 3.16, 17). Lo único que Él le pide es que diga “Sí”.