jueves, 21 de enero de 2016

Todo Lo Que Va…..Viene

Un día, un hombre vio a una anciana parada a un lado del camino, y aún en medio de la penumbra del día, pudo ver que necesitaba ayuda. Así que detuvo su Mercedes y se bajó; el Pontiac todavía estaba en marcha cuando se le acercó.
Aún con su sonrisa, se veía que ella estaba preocupada. En una hora nadie se había detenido para ayudarla; ¿iba él a ayudarla? No se veía seguro; parecía pobre y hambriento. Él pudo notar que ella estaba amedrentada, parada en medio del frío. Sabía cómo se sentía ella, tenía unos escalofríos que sólo el temor puede colocar en uno. Le dijo: “Estoy aquí para ayudarla, señora. ¿Por qué no se mete en el coche donde estará calentita?  De paso, mi nombre es Bryan Anderson”.
Bueno, todo lo que tenía era un reventón, pero para una anciana aquello era muchísimo. Bryan se metió debajo del coche buscando un lugar para meter el gato, hiriéndose los nudillos un par de veces; pudo reemplazar el neumático pronto pero tuvo que ensuciarse y le dolían sus manos.
Al terminar de apretar las tuercas, ella bajó la ventanilla y comenzó a hablarle. Le dijo que era de San Luís y que solo estaba de paso; no sabía cómo expresarle su agradecimiento por la ayuda.
Bryan solo sonrió mientras cerraba el maletero del coche. 
La anciana le preguntó cuánto le debía. Cualquier cantidad hubiera estado bien para ella, ya que podía imaginarse todas las cosas malas que le pudieron haber pasado si él no se hubiese detenido. Bryan nunca pensó en recibir nada; para él, esto no era un trabajo. Estaba ayudando a alguien en necesidad, y Dios sabe que había muchos que le habían echado una mano en el pasado. Había vivido toda su vida de esta manera y nunca se le ocurrió actuar de otra.
Y le dijo que si realmente quería pagarle, la próxima vez que viera a alguien en necesidad, le brindase la ayuda que necesitaba, y agregó: “Y piense en mí”. Se quedó hasta que ella arrancó su coche y se alejó; había sido un día frío y deprimente, pero se sintió bien al dirigirse a casa.

Dios nos está mirando

Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. Salmo 32:8
Inline image 1"El Gran Hermano le está mirando" es el tema central de la novela "1984", escrita por George Orwell. El Gran Hermano personifica un estado totalitario y omnipresente, que vigila y controla los más mínimos gestos de cada ciudadano, lo cual hace la vida insoportable. Afortunadamente solo se trata de una novela de ciencia ficción…
Por el contrario, lo que no es ciencia ficción es que Dios conoce cada uno de nuestros actos, e incluso cada uno de nuestros pensamientos.
Él es el Creador de todo el universo y de cada ser vivo, y se interesa en los detalles de la vida de cada individuo. “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta(Hebreos 4:13).Los caminos del hombre están ante los ojos del Señor, y él considera todas sus veredas(Proverbios 5:21). Podemos disimular muchas cosas, incluso a nuestros familiares, pero no a Dios. ¡Él conoce incluso los motivos que nos hacen actuar!

Las monedas del pastor

Tiempo atrás un pastor se mudó a un nuevo pueblo. Un día, dirigiéndose al mercado, se montó en el autobús y le entregó al chófer un billete para pagar su pasaje. Cuando se sentó y comenzó a contar el cambio, se dio cuenta de que el chófer le había devuelto unas monedas de más.
Comenzó a pensar en lo que había sucedido, y pensó para sí: “son solo tres monedas, no tiene importancia. Además, el transporte público gana mucho dinero con los pasajes, así que nadie va a echar de menos tan poca cantidad. Acepta las monedas como una bendición, y olvídate del asunto”.
Pero al llegar a la parada donde se bajaría, su conciencia no lo dejaba en paz, y se acercó al chófer y le dijo: “aquí tienes", y le entregó las monedas. Cuando subí al autobús me diste estas tres monedas de más.”
Entonces, el chófer con una sonrisa le contestó: “Sé que eres el nuevo pastor del pueblo, y la realidad es que yo soy cristiano aunque me he apartado de los caminos del Señor, y estaba a punto de regresar a la iglesia, pero quería ver qué haría usted cuando yo le entregara unas monedas adicionales en su vuelta.”
Se bajó el pastor del autobús, y sacudido por sus emociones se dijo: “Dios mío, por poco vendo a tu Hijo por unas monedas.”

Completamente disponible

Hágase esta pregunta: ¿Qué clase de luz soy? ¿Está su brillo un poco apagado, al extremo que resulta difícil verlo, a menos que alguien esté prestando mucha atención? ¿O es usted la clase de luz que ilumina todo cuando entra en una habitación? Como cristianos, debemos “brillar” con intensidad, no importa dónde estemos. Aunque una llama sea pequeña, si es potente ilumina toda una habitación.
La poca visión puede opacar nuestro brillo, y eso puede hacer que perdamos bendiciones. Antes de aceptar cooperar con el Señor, podemos pensar que tenemos que saber exactamente lo que Él piensa hacer. Pero hemos sido llamados solamente a ser embajadores fieles, que confían en que Su Espíritu hará el resto de la obra en nuestro corazón. Dios nos dice: “No me des una agenda; simplemente confía en mí. Observa lo que hago a mi manera y en mi tiempo, y verás lo que sucede”.