martes, 19 de enero de 2016

Sacrificio por Amor

En el momento de nacer las crías de pulpo miden solamente 3 mm., y sus brazos tienen únicamente tres ventosas. Con la ayuda de un microscopio y gracias a su transparencia, se puede observar el movimiento conjunto de sus tres corazones bombeando sangre a su cuerpo gelatinoso.
La madre ha cuidado afanosamente de la puesta. Encerrada en una pequeña cueva de cuyo techo penden los racimos de huevos, ha dedicado los últimos tres meses de su vida a limpiarlos y mantenerlos aireados. La hembra jamás abandona la puesta, ni siquiera para procurarse alimento.
Muere por agotamiento al producirse la eclosión de los huevos. Pese a sus esfuerzos, solamente eclosionará un diez por ciento de los 100.000 huevos que conforman la puesta. En el momento de la eclosión una nube de 10.000 diminutos pulpitos transparentes, rodean el cuerpo de la hembra.
Los científicos coinciden en que los primeros alimentos de estas crías son generalmente, larvas de peces. Pero, ¿es casual que la madre muera en el momento exacto de producirse la eclosión?, ¿ni un minuto antes, ni un minuto después? Su vida, agotada por el esfuerzo y la falta de alimento, encuentra el final precisamente en ese exacto momento; ¿así, porque sí? ¿Su cuerpo rico en proteínas, será abandonado a manos de los depredadores mientras una nube de crías busca alimento desesperadamente?
Inclusive se cree en la posibilidad de que el primer alimento de estos pequeños pulpos sea el cuerpo de su propia madre.

El encuentro de tu vida

LUCAS 15:32 “Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.”
Son populares los programas de televisión en los que vemos a personas buscando a otros, sean familiares, amigos de la infancia, o alguien importante de su pasado. Buscan con ansia, porque saben que encontrar a quien han perdido les devolverá la alegría, y hasta incluso les traerá respuestas a preguntas que durante muchos años no han podido contestar.
022-prodigal-sonLa parábola del hijo pródigo nos recuerda una realidad similar. El padre, que había esperado con ansia el regreso de su hijo, ahora celebra que finalmente volvió al hogar.
El motivo para la celebración en este pasaje bíblico, se explica con dos imágenes pasadas muy evidentes y poderosas: la muerte y la perdición. Son dos realidades que se contraponen al resultado final, donde se muestra un cambio enorme en la vida de una persona: resurrección y reencuentro.
Pero no se trata de un relato más o de una historia solo para niños. Porque para entender el valor de la parábola es necesario que cada uno de nosotros se ponga en la piel del hijo. Ese joven que estaba perdido y muerto en sus delitos y pecados, como somos cada uno de nosotros, y cualquier ser humano alejado y renegado contra DIOS. Su realidad es la condenación.
Una vez maduros, el Padre Celestial nos busca y encuentra: para eso envía a Su propio hijo Jesús. Jesús trae luz al mundo; Su presencia nos muestra el camino de la salvación, ÉL es nuestra vida. Tal regalo de amor y cuidado quita de nosotros toda sombra de duda.

Las peleas con Dios siempre se ganan por “K.O.”

Hace tiempo supe a través de las noticias, acerca de una pelea de boxeo insólita, ganada por Knock-Out en el último asalto. Habitualmente no me intereso por el boxeo, y digo “insólita” porque el ganador fue perdiendo toda la pelea desde el primer asalto. Había llegado al final en penosas condiciones, destrozado y extenuado. Y cuando nadie daba ni un centavo por él, sacó con sus últimas fuerzas un potente golpe de izquierda que se estrelló en la mandíbula de su oponente, enviándolo directamente a la lona. En una fracción de segundo pasó de tener la victoria del combate asegurada, a la más absoluta e inobjetable derrota. Lo que me hizo recordar cómo trata Dios con muchas personas. 
“Me están pegando por todos lados” le comenté al pastor de la iglesia en la que me congrego, hace unos días atrás…¿No te has sentido así alguna vez?
Hay períodos en nuestras vidas en las que todo sale mal. Cada cosa que emprendemos parece destinada a hundirse en el fracaso. Los reclamos y quejas de quienes nos rodean arrecian, y los golpes también. Pasa el tiempo y en vez de tender a mejorar las cosas, éstas van de mal en peor.
Igual que el boxeador de la historia con la que comenzamos el presente artículo. Llegó al último asalto de la pelea extenuado, le faltaba el aire, con un ojo casi cerrado, los pómulos extremadamente inflamados y una ceja sangrando profusamente a consecuencia de los golpes recibidos.
Pero aunque el aire falte, aunque las piernas no te respondan y ya casi no puedas tenerte en pie; aunque tu alma se esté desangrando y la visión se nuble, aunque el dolor muerda y el veredicto de los jueces vaya a ser “perdedor”,… siempre queda un último round.

¿Cómo experimentar el gozo en la vida cristiana?"

Los períodos de tristeza y depresión pueden llegar incluso a la vida de los más devotos cristianos. Vemos muchos ejemplos de esto en la Biblia. Job deseaba que nunca hubiera nacido (Job 3:11). David oraba para que fuera llevado a un lugar donde no tuviera que lidiar con la realidad (Salmo 55:6-8). Elías, aún después de vencer a los 450 profetas de Baal pidiendo que bajara fuego del cielo (1 Reyes 18:16-46), huyó al desierto y le pidió a Dios que le quitara la vida (1 Reyes 19:3-5). 
Entonces, ¿cómo podemos superar estos períodos de ausencia de gozo? Podemos ver también, cómo estos mismos personajes superaron sus momentos de depresión. Job dijo que, si oramos y recordamos nuestras bendiciones, Dios nos restaurará el gozo y la justicia (Job 33:26). David escribió que el estudio de la Palabra de Dios alegra el corazón (Salmo 19:8). David también descubrió, que era necesario alabar a Dios aún en medio de la desesperación (Salmo 42:5). En el caso de Elías, Dios lo dejó descansar por un tiempo y después envió a un hombre, Eliseo, para atenderlo (1 Reyes 19:19-21). Nosotros en la actualidad, también necesitamos amigos con quienes podamos compartir nuestras heridas y penas (Eclesiastés 4:9-12). Trata de compartir cómo te sientes con algún hermano en Cristo en quien tú confíes. Puede sorprenderte descubrir que él también ha estado batallando con algunas de las mismas cosas por las que estás pasando ahora.