jueves, 14 de enero de 2016

Las riquezas de la gracia de Dios

¿Qué haría falta para que usted se considerara rico? ¿Una buena cuenta bancaria? ¿Un automóvil de lujo en el garaje? ¿La libertad y poder de comprar todo lo que desee?
Puede que usted no responda afirmativamente a las preguntas anteriores, pero ¿es esa su definición de riqueza? Lamentablemente, la norma del mundo en cuanto a las riquezas, que dice que es tener muchas cosas, ha atrapado a muchos creyentes.
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Esto sucede con ricos y pobres. Para los ricos, la tentación es ver al dinero como la característica definitiva de sus vidas; para los pobres, el dinero llega a ser lo más importante para tener comodidades y sentirse satisfechos. El caso es que la codicia no hace acepción de personas. Ataca a ricos y a pobres por igual.
Pero muchos creyentes no se dan cuenta que en Jesucristo todos somos ricos. Claro, es posible que usted tenga que pagar una hipoteca o un alquiler cada mes, pagar las cuotas de un automóvil, y también las tarjetas de crédito; sin embargo, si usted ha puesto su fe en Jesucristo, puede reconocer libremente que el Dios todopoderoso ya ha derramado sus ricas bendiciones sobre usted. ¡Aleluya!
Efesios 1.3 dice que Dios nos bendijo con toda bendición espiritual. ¿Observa usted el tiempo verbal empleado allí? Se utiliza el tiempo pasado -“bendijo”-, lo que significa que eso ya sucedió. Además, no da solo un poquito aquí y allá; por el contrario, derrama abundantemente sus bendiciones sobre nosotros.
Mire más allá de sus finanzas, y haga una lista de las bendiciones en su vida. Eche un vistazo más de cerca a algunos de los regalos más preciosos de Dios.

¿Cómo Salir del Pozo de la Desesperación?

Es probable que te encuentres en una situación desesperada con tu esposo u esposa, puede que sea con tus hijos o cualquier otra relación, como puede ser un problema financiero o laboral.
Otros pueden estar desesperados porque necesitan tomar una decisión y no saben qué hacer. Están cansados de luchar, de intentar, lo han hecho todo, oraciones, ofrendas, diezmos, van a la iglesia, sirven a Dios, pero nada hace que salgan del pozo y sienten como que cada día se hunden más. 
La verdad es que estar en el pozo no es bueno, allí solo se respira angustia, miedo y muerte.
Salir del pozo requiere paciencia y espera en Dios; recuerde las palabras del Salmista:
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová” (Salmo 40:1-3).
Salir del pozo requiere que te conviertas en protagonista y dejes de ser víctima. Tú has sido llamado a ser el protagonista de tu vida, y el protagonista espera en Dios pacientemente antes de actuar, el protagonista ve la vida con optimismo y se convierte en el gerente de su vida.
Hay un cuento de la tradición judía, que nos ilustra si somos protagonistas o víctimas.
“Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal rebuznó durante horas mientras el campesino trataba de buscar la forma de ayudarlo, pero finalmente decidió que el burro ya estaba viejo y el pozo necesitaba ser tapado con urgencia. Así que echando tierra podría solucionar los dos problemas a la vez.
 Con este fin, pidió ayuda a sus vecinos. 
Cada uno tomó una pala y empezaron a echar tierra al interior del pozo. El burro, al notar lo que se le venía encima, empezó a rebuznar con más fuerza pero después de un rato se aquietó. La gente no lo veía y pensaba que habría quedado enterrado, pero lo que realmente sucedía era que el burro estaba sacudiéndose la tierra que le arrojaban con cada palada.
Al poco tiempo, para sorpresa de todos, empezaron a verse las orejas del asno que, apoyándose en la tierra que se sacudía y caía al suelo, estaba logrando subir. Cuando llegó a la altura de la boca del pozo, dando un salto, salió corriendo alegremente dejando boquiabiertos a sus supuestos enterradores.”

La búsqueda de la paz

“Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el DIOS de paz estará con ustedes”. FILIPENSES 4:8-9  
En la cúspide de su popularidad, creatividad y riqueza, los Beatles produjeron un controvertido proyecto llamado "El Álbum Blanco".
Porto-Alegre-Cais-Rio-GuaibaEste proyecto tuvo como consecuencia la desintegración del grupo en individualidades, en vez de ser una colaboración conjunta.  También significó un fuerte desencanto con todo lo que su fama había producido.
En su canción "I’m So Tired" (Estoy muy Cansado), John Lennon expresó el vacío que sentía a pesar de su vida exitosa y adinerada, con estas profundas palabras: "Daría todo lo que tengo por un poquito de paz mental". Todo lo que tenía, todo lo que había logrado, todo lo que había llegado a ser no podía satisfacer esta sencilla, aunque profunda, necesidad personal.
El mundo en el que vivimos no puede ofrecer paz. Solo nos ofrece malas opciones. El placer, el poder y las posesiones no son sustitutivos de la paz en el corazón y en la mente.
Pablo les recordó a los creyentes en Filipos: Y la paz de DIOS, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:7).
Es una paz que llena todo nuestro ser y que hemos de compartirla con un mundo que está desesperado por ella. La paz, la verdadera paz, solo se encuentra en una relación con Jesús. ¿Has recibido Su paz?

El Espíritu Santo

Vivimos en un mundo revolucionario, lleno de luchas, en el que nos hacemos preguntas, y solo lloramos y tratamos de encontrar el camino en esta nueva era de la historia.
Vivimos en un mundo que cambia rápidamente, pero en este mundo, podemos estar seguros sabiendo que Dios tiene todo el control. Solo hay una forma en la que podemos sobrevivir y tener seguridad, y es por medio de Dios. Solo Dios puede salvarnos, y es precisamente eso lo que Él hace cuando nos entregamos a Jesucristo.
La Biblia dice que debemos “nacer de nuevo” (Juan 3:7). Así como hemos nacido físicamente, podemos nacer de nuevo espiritualmente, por medio de la palabra de Dios “que vive y permanece” (1 Pedro 1:23 NVI). Jesús explicó que este nuevo nacimiento, esta regeneración espiritual como obra del Espíritu Santo: “El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu” (Juan 3:8 NVI).
Hay algo de misterioso en este nuevo nacimiento. No podemos entender completamente cómo nos llega, pero sabemos que se produce por causa del amor y la gracia de Dios. Se produce a causa de la muerte y la resurrección de Jesucristo. Se produce a causa de la acción del Espíritu Santo.
Jesús sabe qué hay en los corazones de todas las personas: la fatal enfermedad que causa las mentiras, los engaños, el odio, los prejuicios, la codicia y la lujuria. Él dijo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. Éstas son las cosas que contaminan a la persona..” (Mateo 15:19-20 NVI). La Biblia dice que esta enfermedad fatal se llama pecado, y enseña que el pecador está “muerto” para Dios y, por lo tanto, es necesario un cambio radical en el interior de cada persona. No es un cambio que podamos ganar, ni algo que podemos hacer por nosotros mismos; es algo que solo Dios puede hacer en nosotros.
El Espíritu Santo nos da convicción
Uno de los efectos más devastadores del pecado es que nos ciega nuestra propia condición de pecadores, y solo el Espíritu Santo puede abrirnos los ojos. Solo Él puede darnos convicción de lo profundo que es nuestro pecado; solo Él puede convencernos de la verdad del evangelio, y solo Él puede llevar la convicción de Dios a nuestro corazón. Esto es lo que Jesús quiso decir cuando afirmó: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final (Juan 6:44).
Sin embargo, la Biblia emite una solemne advertencia en cuanto a resistirse al llamado del Espíritu Santo: “No va a estar mi espíritu peleando siempre con el hombre” (Génesis). Sin la “pelea” del Espíritu Santo, sería imposible que una persona se acercara a Cristo. Sin embargo, existe el peligro de que nuestro corazón se endurezca de tal manera por el pecado, que ya no escuchemos la voz del Espíritu. No debemos restarle importancia a la advertencia de la Biblia: “El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio” (Proverbios 29:1).