“Y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4:42).
De acuerdo con una antigua leyenda, un viajante se perdió en el camino y acabó preso en arenas movedizas. Confucio vio la situación difícil del hombre y dijo: “Es evidente que este hombre debe estar fuera de un lugar como ése”. Próximo a él, Buda observó la situación y habló: “Deje que su empeño sirva de ejemplo para los demás del mundo”. Entonces, Mahoma se aproximó al hombre que se estaba hundiendo y le dijo: “Ay, es la voluntad de Dios”. Finalmente, Jesús apareció.
“Tome mi mano, hermano,” dijo, “y yo lo salvaré a usted”. Sí, el Cristianismo es único en tener un Dios Salvador.
Está claro que el texto no es nada más que una leyenda. Pero, es verdad que nosotros, cristianos, tenemos el privilegio y la gran bendición de poder contar con un Dios Salvador, lleno de amor, que perdona nuestros pecados y transforma nuestras vidas, ofreciéndonos la oportunidad de vivir abundantemente aquí en este mundo, y para siempre, con Él, en los Cielos de gloria.