sábado, 28 de noviembre de 2015

El premio mayor

Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios… Filipenses 3.14.
En todas las actividades hay un premio que se considera lo máximo del reconocimiento y el éxito. Entre los grandes premios, se encuentran una medalla de oro olímpica, un Grammy, un Oscar o un Premio Nobel. Sin embargo, hay un premio mayor que toda persona puede obtener.
Inline image 1El apóstol Pablo estaba familiarizado con los juegos de atletismo del siglo 1, donde los competidores se esforzaban al máximo para ganar el premio. Con esto en la mente, le escribió a un grupo de seguidores de Cristo en Filipos: Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo (Filipenses 3:7). ¿Por qué? Porque tenía su corazón enfocado hacia un nuevo objetivo: a fin de conocer a Cristo y el poder de su resurrección, y de participar de sus padecimientos (verso 10). Por eso, agregó: prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús (verso 12). Su trofeo por haber completado la carrera sería la corona de justicia (2 Timoteo 4:8).
Cada uno de nosotros puede aspirar al mismo premio, sabiendo que, cuando procuramos obtenerlo, honramos al Señor. En nuestras obligaciones diarias habituales, vamos camino hacia "el premio mayor": el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:14).

Señor, dame ánimo para seguir sirviéndote.

Recibiendo la verdadera vida

“Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.” Mateo 7:14 (Nueva Versión Internacional).
Jesús entregó su vida por la humanidad, para que ésta recibiera la vida verdadera. Esta vida solamente se puede recibir mediante el Espíritu de DIOS. Es la vida que sacia el alma y da plenitud, desborda gozo y permite discernir claramente a DIOS detrás de Su creación. Esta vida mantiene al creyente conectado con el Señor. Se vive y se tiene la certeza de que todo está bien. Al estar lleno de esta verdadera vida los ataques del enemigo son insignificantes, la muerte y el pecado se desvanecen; no existen los aguijones de la carne. Pero para recibir esta vida verdadera hay que avanzar por un camino angosto para desprenderse de la carne.
Recibiendo la verdadera vidaPara recibir la verdadera vida se tiene que avanzar en el desprendimiento del pecado, de quien se fue esclavo en el pasado, y de cualquier concupiscencia. Al andar por este camino, el enemigo tratará de usar la culpa y toda suerte de mentiras para impedir el avance del creyente, pero cuando se cree de todo corazón que Jesús enterró aquella en la Cruz del calvario su influencia desaparece. (Hebreos 10:22).
El camino para recibir la verdadera vida no es fácil, no obstante, con Jesús de nuestro lado se asegura la victoria. Muchos creyentes no intentan obtener la vida verdadera porque en sus corazones persisten sentimientos negativos del pasado o la carne dentro de sí, pero cuando creen de todo corazón que Cristo ya les ha liberado de todo esto, un gran peso es quitado de ellos y pueden avanzar para recibir lo que les pertenece.

La Vida es Muy Corta

La vida es tan corta que debemos aprovechar cada día para ser felices.
John Powell, un profesor de Loyola University en Chicago, escribe sobre un estudiante de su clase de La Teología de la Fe, llamado Tommy.
Tommy resultó ser el “ateo de la clase” en mi curso de Teología de la Fe. Él objetaba constantemente, y sonreía sarcásticamente ante la posibilidad de un Dios/Padre que nos ama incondicionalmente.
Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó en un tono algo irónico:
¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios?
Inmediatamente decidí usar un poquito de la técnica de la terapia de shock. - ¡No!, le dije muy enfáticamente.
– ¿Por qué no?, me respondió, yo creía que ese era el producto que usted estaba vendiendo.

Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón y alcé mi voz para decirle:
– ¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios… Pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti.
Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida.
Me quedé algo frustrado por el hecho de que no había captado realmente mi ingeniosa observación:
“¡Él te encontrará a ti! Por lo menos yo pensaba que había sido ingeniosa…
Tiempo después me enteré que Tommy se había graduado y con ello, me dio la debida honra.
Más adelante me llegó una triste noticia, supe que Tommy padecía de cáncer terminal.
Antes de que yo pudiera salir a buscarlo, él vino a verme.
Cuando entró en mi oficina, se le veía demacrado y su larga cabellera había desaparecido debido a la quimioterapia. Pero sus ojos brillaban y su voz tenía una firmeza que no tenía antes.

¿Es Obligatorio?

Si tienes a tus padres todavía, abrázalos, ámalos, ayúdalos... y perdónalos si se equivocan. Conversa con ellos. Nunca les faltes al respeto. Son seres humanos como tú.
Se llamaba Ángela. Tenía 85 años, y hacía diez que no veía a sus tres hijos. Uno de ellos la llamaba por teléfono y le enviaba dinero, pero nunca la visitaba. Estaba muy triste, y me aconsejó que yo no hiciera lo mismo. Me sentí muy apenado al ver las lágrimas rodando por sus mejillas. No supe qué contestar, así que la abracé durante unos segundos. Me lo agradeció con una sonrisa, y me dijo que una familia con dos niños pequeños, la había adoptado como abuelita. Se esforzaban por hacerla feliz y la llevaban al dentista. Pero extrañaba a sus hijos. Se levantó... habían llegado por ella. Se despidió y no supe más de ella. Cuando salió, mi corazón se encogió. La recepcionista del consultorio me dijo:
-Yo pensé que la señora que la trae a consulta era su hija. ¡Caramba!
En China, el gobierno ha tenido que promulgar una ley que obliga a los hijos a visitar a sus padres ancianos. Si un adulto no obedece dicha ley, recibirá primeramente una multa, caso de persistir una demanda judicial y hasta podría ir a la cárcel por no cumplir con su responsabilidad familiar. Con tristeza, reporteros chinos informaron que algunos se atrevieron a burlarse de la ley en las redes sociales, y otros más dieron excusas para no obedecerla.