“He aquí vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá.” Jeremías 33:14
En medio de la deportación, la situación personal de cada israelita era caótica. Estaban viviendo como esclavos en otro país, eran obligados a servir contra su voluntad a otros amos y no entendían el idioma. Y para colmo, sabiendo que todo lo que estaban sufriendo era consecuencia de sus malas decisiones. Ellos no podían echarle la culpa a nadie de sus problemas.
Era una situación muy angustiosa y complicada, y no tenían esperanza de solucionarla en un corto plazo. Es angustioso padecer una realidad triste sin solución, desanima, nos hace bajar los brazos, nos quita las ganas de vivir. Deprime pensar en vivir cada día con semejante peso sobre los hombros.
Era una situación muy angustiosa y complicada, y no tenían esperanza de solucionarla en un corto plazo. Es angustioso padecer una realidad triste sin solución, desanima, nos hace bajar los brazos, nos quita las ganas de vivir. Deprime pensar en vivir cada día con semejante peso sobre los hombros.
Quizá nunca te pasó, pero si lo padeciste, tal vez puedas comprender como se sentían aquellos israelitas en el exilio; desmotivados, agotados y vencidos. Si sufriste o estás sufriendo una situación similar y tu realidad cotidiana es triste o devastadora, Jeremías tiene para nosotros un gran alivio de parte de Dios.
Los israelitas no merecían la bendición de Dios sino su castigo. Al igual que nosotros, sus actos y pecados los habían alejado de la comunión con Dios, y su orgullo los había hecho caer por la pendiente de sus propios caminos. Sin embargo, la Gracia de Dios se seguía manifestando. Y para ellos, Jeremías les confirma que Dios es justo y que es amor, les garantiza la restauración.