lunes, 2 de noviembre de 2015

Vía estrecha o vía ancha

En la mañana de hoy, me llevó una hora y veinte minutos el trayecto desde mi casa hasta el lugar de trabajo, a pesar de haber realizado todo el trayecto en avenidas o vías anchas. Los tapones, por donde quiera que pasaba, estaban a la orden del día. En días así, no muchos conductores optan por usar vías estrechas, porque las avenidas o vías anchas tienen mucho espacio y pueden tener muchos vehículos en un mismo momento. Tomando este ejemplo, existe una vía estrecha que debemos tomar siempre, y obtendremos la victoria al hacerlo. Con ello, tenemos que evitar la vía ancha. 

Imagínate en el Cielo

Para muchos que soñamos con viajar y conocer diferentes partes del mundo, es una aventura y un verdadero desafío lograrlo en tiempos donde la economía a nivel mundial está afectada.
Pero cuando imagino las calles de oro o el mar de cristal al estar ante la presencia del Señor riendo, alabándolo y mirándolo cara a cara, no puedo evitar sentirme emocionado.
Aunque en esta vida muchas veces tenemos tristezas y preocupaciones, un día podremos reconocer y apreciar que valió la pena sembrar en el reino de Dios.
Porque solo un instante en Su majestuosa gloria, rodeado por sus brazos amorosos, nos hará sentir estar en la verdadera gloria. Allí no va a haber problemas de ninguna índole. No habrá límites, ni fronteras ni necesidad de pasaportes. Todos hablaremos un mismo idioma, compartiremos y nos amaremos sin que a nadie se le señale por su nacionalidad, color de piel, ideología política, apariencia física, condición o posición social, porque todos estaremos unidos en un mismo sentir, espíritu y pensar.
Cuando imagino lo asombroso de estar compartiendo en las bodas del Cordero, todos los que seamos fieles a Dios, … mi corazón se inunda de alegría y de paz. Sonrío porque será señal de que no perdí mi tiempo en esta vida. Y cuando orgulloso, el Señor me diga, “Ven buen siervo y fiel, en lo poco fuiste fiel y en lo mucho te pondré. ¡Entra en el gozo de tu Señor!, yo saltaré, gritaré y danzaré de tanta felicidad. Cuando Dios me entregue una corona, no importa su tamaño y me diga: “por cuanto hiciste el bien a uno de mis pequeñitos, me lo hiciste a mí”, presenciaré y seré testigo de la fidelidad de mi Amado Dios.

¿Y tú, puedes imaginar cómo será estar en el cielo con nuestro Dios para siempre?

Honra y cuida a tus ancianos

Delante de las canas te levantarás y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo, Jehová. Levítico 19:32.

Nos cuidaron día y noche cuando éramos recién nacidos, cuando éramos niños y hasta cuando dejamos el hogar de origen para formar nuestro propio hogar. Pasaron noches en vela preocupados por nosotros, cuando teníamos fiebre o algún dolor de muelas. Y también, cuando logramos nuestra independencia y llegábamos tarde a casa nos esperaban despiertos, hasta que se aseguraban de que estuviéramos nuevamente a salvo en el hogar.

Nos criaron, y nos vieron crecer y embellecernos “a fuerza de arrugas y canas" por su parte. Pero el tiempo no los perdonó, y ya no son los seres fuertes de ayer. Su espalda se ha encorvado; sus facciones, antes tersas y firmes, se han ido cayendo, desfigurando su rostro hermoso de antaño para dar lugar a una sucesión innumerable de arrugas, bolsas en los ojos y manchas en la piel. Sus párpados se han caído, y aquellos ojos, antes grandes, brillantes y penetrantes, han dado paso a las cataratas.

Su paso ya no es firme y elástico, sino irregular, torpe y pausado. Sus manos ya no son tan fuertes, sino trémulas. Su hablar ya no es tan penetrante, ágil y sonoro, y sus oídos ya no les permiten entenderte cada palabra que pronuncias, y ante tu impaciencia te piden que les repitas nuevamente lo que les acabas de decir.

La Pasión por Dios

Muchas personas en este mundo, sin conocer aún a Dios, lo dejan todo por un ideal. Se sacrifican para alcanzar la meta que representa la pasión de su vida. Por ejemplo, un atleta que se prepara para una competencia lleva una vida de rigor y privaciones. No vacila en esforzarse y apartarse de todo. ¡Su corazón está dominado por una pasión!
Esa misma pasión debería caracterizar a todos los cristianos a buscar el rostro de Dios. Deberíamos arder con el mismo fuego que ardía en Pablo, en Jeremías, en Moisés... ¡Siempre querían más! Tenían hambre de Dios, pasión por conocerlo.
Años atrás, cuando terminaban los cultos de nuestra iglesia, me iba a mi casa, me arrodillaba y oraba: Señor, sé que hay más…, necesito conocerte más. Dios puso en mí una gran sed espiritual. Y cuando lo busqué con pasión, encontré lo que necesitaba.
Un día, los ojos se me abrieron, y entendí que la relación con el Espíritu Santo es más profunda que el mero hecho de dirigirle palabras, porque sí, a Dios. Fui transformado, y comencé a vivir una nueva etapa en mi vida y en mi ministerio. El Espíritu Santo me llenó y volví a sentir el amor, en el que no hay rutina religiosa, donde todo es fresco y renovado. Fue una experiencia tan fuerte que aún por las noches no dormía para tener comunión con Él. Aún hoy, Su presencia me seduce de tal manera que cuido mis ojos y mi corazón para que no se aparte de mí.
El apóstol Pablo vivió tremendas experiencias con el Señor. Su maravillosa conversión, rumbo a Damasco, lo puso cara a cara con el Cristo resucitado. Su ministerio palpó lo sobrenatural a través de las revelaciones (2 Corintios 12:1), y las señales y prodigios que acompañaron su predicación (12:12). Pero su anhelo más profundo estaba en la misma persona de su Rey y Señor, y por esta pasión estaba dispuesto a dejarlo todo y tenerlo todo por basura: Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo (Filipenses 3:7-8). 
¿Cuál es la diferencia entre un cristiano maduro y otro que no lo es? Mientras el creyente inmaduro solo busca las manos del Señor (sus beneficios, sus obras), el espiritual tiene su mirada puesta en el rostro del Señor, en su misma persona. El inmaduro desea solo los beneficios, el poder. El espiritual busca conocer al Dios del poder, Su carácter, Su voluntad. ¡Cuántos cristianos chapotean en cinco centímetros de agua pudiendo internarse en las profundidades de Dios! Seguramente, muchos de ellos no lo conocen en realidad, porque nunca lo buscaron de veras. Así sucedió con el pueblo de Israel. En su peregrinaje por el desierto no buscaron a Dios para amarlo y obedecerle. Solo le interesaban los beneficios que le daba. Conocieron la derrota porque pusieron sus ojos en las obras de Dios más que en Dios mismo. 
Moisés es un precioso ejemplo de búsqueda espiritual. Aunque también disfrutó de las maravillas que Dios hizo en el desierto (el maná, el agua de la roca, la nube y la columna de fuego…)él deseaba conocer a Dios íntimamente. El pueblo clamaba: ¡Queremos comida! ¡Queremos agua! Y Moisés oraba: Muéstrame tu gloria quiero conocerte (Éxodo 33:13).