jueves, 8 de octubre de 2015

Compasión

Cuando Cristo miraba a las multitudes, las veía con esta perspectiva: no como un conjunto de individuos donde cada uno tenía que cuidarse de sí mismo, sino como un grupo de personas que habían sido abandonadas por aquellos que debían velar por sus necesidades.
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Mateo 9:35
El relato del evangelio resume así su actividad en ese tiempo: Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.

Al andar por lugares públicos de la ciudad, necesitaremos que Dios abra nuestros ojos para ver la verdadera condición de los que nos rodean.
Detengámonos un instante en la palabra "recorría". El término describe una de las actividades indispensables para tener y cultivar un corazón pastoral. No existe la función de pastor de escritorio o de oficina. La vocación pastoral se cultiva conociendo de primera mano la realidad del pueblo al cual se pretende ministrar. Podemos incorporar, a nuestra perspectiva ministerial, las observaciones de otros que conforman el cuerpo de Cristo, pero nada nos ayudará a evadir la responsabilidad de recorrer las calles y los barrios de nuestro lugar de ministerio. Porque solamente al caminar entre las multitudes, podremos conocer sus luchas, sus anhelos y sus tristezas.

El Momento Perfecto para Ver a Dios Obrar

Cuando sientas en tu corazón una pena muy profunda y que, con el peso de tus cargas, ya no puedes más; cuando el dolor en tu pecho casi no te permita respirar, y decepcionado, miras a todas partes buscando a alguien que te pueda ayudar, es el momento ideal para permitir que la gracia de Dios te arrope y te envuelva. Es la ocasión ideal para depositar sobre Él tus ansiedades y preocupaciones. Porque cuando tú piensas que ya no podrás más, Él te dice: “no temas, yo te ayudo, tú podrás continuar”.
Es necesario que entiendas que cuando tú sientes que ya no podrás continuar, es el momento oportuno para que Él se encargue de tu situación. Tu dependencia hacia Él será la clave para que pases airoso esa prueba. Tú exclamas: “¡Señor no puedo más!”, y Él dice: “¡Tú solo no puedes, pero con mi ayuda vencerás!” A un corazón humillado y quebrantado Dios jamás lo despreciará. Estás guardado en su corazón. Él te esculpe con la palma de sus manos, entreteje sus pensamientos dentro de tu espíritu para que puedas continuar.

Poder para no pecar más

Vamos a tratar de cómo se puede tener una vida pensante victoriosa. Amigo, la solución a las tentaciones, los deseos y pensamientos pecaminosos se encuentra en el primer versículo de Romanos 8: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. (Por cierto, algunas traducciones de la Biblia, dicen “que no andamos según la carne, sino conforme al Espíritu”. Esto fue agregado por traductores más tardíos de la Biblia. En los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento, disponibles hoy en griego, simplemente se dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”).
Puedes experimentar tentaciones y pensamientos pecaminosos de vez en cuando, pero justo en medio de ello, debes saber esto: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Ten en cuenta que este versículo es en tiempo presente. Es decir, en este momento, aunque en este mismo momento los pensamientos pecaminosos estén pasando por tu mente, no hay condenación, ya que estás ¡EN CRISTO JESÚS! Ahora bien, ¿hemos de permanecer inmóviles y que nos entretengan esos pensamientos pecaminosos? Por supuesto que no.

La resurrección especial de los impíos

He aquí que viene con las nubes, y todo ojo lo verá, y los que lo traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Apocalipsis 1:7.

“Los que lo traspasaron”, los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarlo en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.

Caifás, alzando la diestra hacia el cielo, se dirigió a Jesús con un juramento solemne: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si tú eres el Cristo, Hijo de Dios”…
Todos los oídos estaban atentos, y todos los ojos se fijaban en Él mientras contestaba: “Tú lo has dicho”. Una luz celestial parecía iluminar su semblante pálido, mientras añadía: “Y aun os digo, que desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo”.

Por un momento, la divinidad de Cristo refulgió a través de su aspecto humano. El sumo sacerdote vaciló bajo la mirada penetrante del Salvador… Se sintió como delante del Juez eterno, cuyo ojo, que lo ve todo, estaba leyendo su alma y sacando a la luz misterios suyos, que él suponía ocultos con los muertos.

La escena se desvaneció de la visión del sacerdote,…y rasgando su manto, pidió que se condenase al preso por blasfemia. “¿Qué más necesidad tenemos de testigos?, dijo. He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece?” Mateo 26:65, 66. Y todos le condenaron.
Así cumplieron su decisión los dirigentes judíos. Su decisión fue registrada en el libro que Juan vio en la mano de Aquel que se sienta en el trono, el libro que ningún hombre podía abrir. Con todo su carácter vindicativo aparecerá esta decisión delante de ellos el día en que este libro sea abierto por el León de la tribu de Judá.

Cuando Cristo venga por segunda vez, lo verán como Rey celestial,…y entonces los sacerdotes y gobernantes recordarán con claridad la escena en la sala del juicio. Cada circunstancia aparecerá delante de ellos como escrita en letras de fuego.