martes, 6 de octubre de 2015

El Maestro Sigue Aprendiendo

Llegó una carta al hogar del anciano profesor, jubilado tras enseñar y graduar a muchas generaciones de letrados.
La carta venía de James, un estudiante normal que se había esforzado grandemente para aprobar las clases del profesor, cosa que finalmente logró.
Muchos años después de graduarse, James había asumido un importante cargo de liderazgo en su compañía, pero a veces se sentía incómodo.
James, en la carta, le hacía una breve pero desesperada pregunta a su profesor, a quien consideraba la persona más sabía que jamás hubiese conocido, aunque sabía que pudo haber hecho un mejor trabajo caso de haber aprovechado bien las lecciones de su antiguo profesor.
“Maestro, no estoy seguro de si todavía continúa desempeñando su cargo, pero quisiera preguntarle si sería posible regresar para intentar aprender de nuevo las cosas que me perdí en la escuela, y así aprovechar su sabio consejo y enseñanzas”.
Las arrugadas manos del anciano profesor sostuvieron la carta en el aire, y se quitó las gafas para contemplar el cielo un momento, suspirar y tomar el viejo bolígrafo rojo que siempre había usado, y usó en su día para calificar las pruebas de James. El bolígrafo rojo nunca había sido usado para degradar las pruebas de James, sino para añadir notas de comentarios y preguntas de reflexión a los márgenes. 

Un Solo Mediador

Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate. 1 Timoteo 2:5-6.
A Dios nadie lo vio jamás, y ningún ser humano puede verlo, porque mora en luz inaccesible. Sin embargo, quiere darse a conocer. En el Antiguo Testamento, Dios se reveló al hombre de una manera progresiva y en diferentes etapas. Abraham aprendió a conocerlo como el Todopoderoso. A su pueblo terrenal se dio a conocer como el Eterno, el Inmutable.
Devocional-Cristiano-Jesus-MediadorLuego, el Hijo de Dios vino al escenario de esta tierra como un verdadero ser humano, pero sin pecado. No vino como los profetas para traer un mensaje de Dios, sino que Él mismo, como Hijo, era el mensaje para nosotros. En los “postreros días” (Hebreos 1:2) Dios nos habló mediante la persona de su Hijo. En él, Dios mismo vino hacia nosotros.
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Él reveló a Dios tan perfectamente que se le puede llamar “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). Con toda razón dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Esta maravillosa revelación de Dios en el Hijo está formulada en el Nuevo Testamento. Así, en realidad, solo hay un mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos. ¡Cuán necesario es que miremos más la faz de nuestro Salvador y Señor, para ver en Él la gloria de Dios!
“Mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria…” (2 Corintios 3:18).

El Retorno del Regalo

Esta mañana me detuve a contemplar el tipo de regalo que podría traer a los pies atravesados por clavos de mi bondadoso Rey Celestial.
Él me ha dado la vida misma y las bendiciones que tanto aprecio, pero me temo que no pude pensar en nada apropiado.
Cada vez que le doy algo, Él más que duplica el retorno…
Le di mi debilidad… y Él entonces, confirmó que Su fortaleza estaría siempre allí para que me pudiese aferrar.
Le di mi vida destruida… Él me dio una renovada.
Le di mi dolor y quebranto de corazón, todo lo que aquejaba mi cansada alma… Él me dio esperanza y felicidad, y restauró todo mi ser.
Le di todas mis dudas y temores, las cosas que estorbaban mi servicio diario en Su nombre… Él las hizo irse.
Le ofrecí mi débil voz para cantar Sus alabanzas en canción… Él llenó mi corazón con una melodía que durará toda mi vida.
Le ofrecí mis manos para servir, para ayudar a aquellos en necesidad… Él me dio el talento de usar estas herramientas para que pudiera lograrlo.
Le di mi vida por completo para mostrar Su luz a un mundo en tinieblas… Él me dio un testimonio maravilloso, una manera de compartir Su luz.
Le ofrecí mis ojos para ver todo lo que pudieran captar… Él me mostró un mundo de temor, infelicidad y pecado.

El valle de la visión

… me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti… Jonás 2:7.
La oración puritana "El valle de la visión" habla de la separación entre el hombre pecador y su Dios santo. El hombre (Jonás) dice a Dios: Me has traído al valle de la visión (…); cercado por montañas de pecado contemplo tu gloria. Consciente de sus errores, todavía tiene esperanza: Durante el día, se pueden ver las estrellas desde los pozos más profundos, y mientras más profundos sean los pozos mayor es el brillo de tus estrellas. Y concluye con una petición: Permíteme encontrar tu luz en mi oscuridad, (…) tu gloria en mi valle.

Inline image 1Mientras estaba en las profundidades del mar, Jonás descubrió la gloria de Dios. Se rebeló contra Él y terminó en el estómago de un pez, abrumado por su pecado. Desde allí, clamó: Me echaste a lo profundo (…). Las aguas me rodearon hasta el alma (Jonás 2:3-5). A pesar de su situación, exclamó: Me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo (verso 7). Dios oyó su oración e hizo que el pez lo expulsara.

Aunque el pecado pone distancia entre Dios y nosotros, podemos elevar la mirada desde los lugares más bajos de nuestra vida y ver al Señor, su santidad, su bondad y su gracia. Si, entonces, nos arrepentimos de nuestro pecado y ponemos nuestra fe en Jesús, Él nos perdona. Dios contesta la oración hecha desde el valle.
Señor, permíteme encontrar tu luz en mi oscuridad.
La oscuridad del pecado solo aumenta el brillo de la gracia de Dios.