jueves, 24 de septiembre de 2015

Bella Mujer ejemplar: Teme a Dios

“No se compra con el oro mas fino, ni su precio se calcula en plata.
No se compra con oro refinado, ni con ónice ni zafiros.
Ni el oro ni el cristal se comparan con ella,
Ni se cambia por áureas joyas.
¡Para qué mencionar el coral y el jaspe!
¡La sabiduría vale más que los rubíes!
El topacio no se le iguala ni es posible compararla con oro puro.
¿De dónde, pues, viene la sabiduría?
¿Dónde habita la inteligencia?
Solo Dios sabe llegar hasta ella, sólo él sabe donde habita.
Miro entonces a la sabiduría y pondero su valor;
La puso a prueba y la confirmó, y dijo a los mortales:
“Temer al Señor”: ¡Eso es sabiduría!
“Apartarse del mal”: ¡Eso es discernimiento!
Job 28;15-28
Mujer ejemplar, ¿Dónde se hallará?
¡Es más valiosa que las piedras preciosas!
¡La mujer que teme al Señor es digna de alabanza!
Proverbios 31
¡Qué descripción tan fascinante de la sabiduría!
Cuando me encontré con esta poesía de Job, sentí un nudo en la garganta. 
La afirmación divina de que nada es comparable, de que no hay riqueza que opaque ni lujo que disminuya el precioso don de la sabiduría, nos hace ver lo insignificantes que somos y lo lejos que estamos de su majestad.
Es de anhelar tener por lo menos, una pizca de esta grandiosa sabiduría.
Job trató de buscar este don cuando estaba en el momento más duro de su prueba, cuando sus amigos hicieron una gran gala de oratoria con discursos sobre el verdadero conocimiento, pero no se acercaron ni un centímetro al verdadero significado de la sapiencia.
Ya casi al final de la prueba, cuando sus fuerzas eran casi nulas, agobiado por las palabras ociosas de sus amigos, Job les pudo responder con este elogio a la verdadera sabiduría.

Amor es Dar Más...

Un hombre que acababa de llegar al cielo, no aguantaba las ganas de decirle a San Pedro lo feliz que se sentía por estar en ese glorioso lugar. Le pidió a Pedro que le permitiera dar un vistazo al Hades para poder apreciar aun más su buena suerte, y Pedro se lo permitió.
En el Hades vio que había una mesa más larga que lo que alcanzaba su vista. Estaba cubierta de los más deliciosos y variados alimentos que el hombre nunca viera. Sin embargo, todo el que estaba sentado alrededor de la mesa se moría de hambre.
-¿ Por qué no comen?, le preguntó el hombre a Pedro.
-Porque a todos se les exige que tomen el alimento con tenedores de un metro de largo. Son tan largos que nadie logra llevarse el alimento a la boca, y por lo tanto se mueren poco a poco de hambre.
Cuando el hombre regresó al cielo, vio una mesa que parecía idéntica. También estaba llena de deliciosos alimentos de todo tipo. Sin embargo, la gente alrededor de esta mesa estaba bien alimentada.
-¡Aquí en el cielo, deben tener tenedores mucho más cortos!, le dijo el hombre a Pedro.
-No, solo tenedores de un metro de largo, le respondió Pedro.
-Entonces, ¿por qué los que están en el Hades se mueren de hambre, y estos en el cielo parecen estar felices y bien alimentados?, preguntó el hombre confundido.
-En el cielo, la gente se da de comer el uno al otro, respondió Pedro.
Amor es dar más y nunca contar las veces.
1 Corintios 13:5
(El amor) no se comporta con rudeza, no es egoísta.

Semejantes en Su muerte y en Su resurrección

Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y ser solidario en sus sufrimientos, haciéndome semejante a él en su muerte, y espero llegar a la resurrección de los muertos. Filipenses 3: 10-11
Debemos saber que hay un propósito en todo; es decir, que por algún motivo o mejor dicho, para algo que no sabemos, Dios permitió o permite que situaciones difíciles nos sucedan, estremeciéndonos hasta el punto de ver nuestro corazón despedazarse. El hecho de que nos sucedan no quiere decir que Él no nos quiera o que se olvidó de nosotros. Estas cosas tienen que suceder para que nuestro carácter sea perfeccionado a la manera de Cristo, porque solamente podremos parecernos a Él en la medida que aprendamos a morir con Él.
El hombre que no ha desarrollado su carácter no podrá recibir su llamado, porque no tendrá la fortaleza precisa para enfrentarse al enemigo que se opone a que lleguemos a nuestro destino. El carácter se desarrolla con dolor, padecimiento, sufrimiento, agonía e impotencia al no poder hacer que las cosas cambien. Cuando suceden estas cosas no debemos quejarnos ni lamentarnos, solamente darle la gloria a Él y decirle “Hágase Tu voluntad”.
Son momentos en los que debemos buscar más Su Presencia por medio del ayuno, la oración y la penitencia; porque estos momentos nos ayudarán a fortalecernos y ser más sensibles a Su voz, anulando los deseos de la carne que quiere que nos rebelemos de nuestra situación.
No desmayemos hasta que Él termine la obra en nosotros, y podamos coronarnos con el carácter de Cristo, quien mostrará nuestro propósito cumplido cuando hayamos sido semejantes a Él en su muerte y en su resurrección.