jueves, 17 de septiembre de 2015

¿Creó Dios el mal?

Podría parecer que si Dios creó todas las cosas, el mal debió haber sido creado por Dios. Sin embargo, esta suposición necesita ser aclarada. El mal no es una “cosa” como una roca o la electricidad. ¡No puedes tener una jarra de mal! Más bien, el mal es algo que ocurre, como el correr. El mal no existe por sí mismo; realmente es la carencia de una cosa buena. Por ejemplo, los hoyos son reales, pero ellos solo existen en algo más. Llamamos a un hoyo la falta de tierra, pero no puede ser separado de la tierra. Cuando Dios hizo la creación, es verdad que todo lo que existía era bueno. 
Una de las cosas buenas que Dios hizo fueron criaturas con la libertad de elegir. Y para que hicieran una elección, Dios tuvo que permitir algo más que el bien para elegir. Así que Dios permitió a estos seres libres, tanto ángeles como humanos, elegir entre el bien y la ausencia de éste (el mal). Cuando existe una mala relación entre dos cosas buenas, le llamamos “mal”, pero eso no lo convierte en una “cosa” que haya requerido la creación de Dios.

Tal vez la siguiente ilustración nos ayude. Si se le preguntara a una persona corriente “¿existe el frío?”, su respuesta sería que sí. Sin embargo, esto es incorrecto, el frío no existe. El frío es la ausencia de calor. De la misma forma, la oscuridad no existe, es la consecuencia de la falta de luz. Por lo tanto e igualmente, el mal es la ausencia del bien, o mejor dicho, el mal es la ausencia de Dios. Dios no creó el mal, solo permitió la ausencia del bien.

Las Lágrimas de un Líder Cristiano

Cada vez que ocurre algo malo en la congregación,... siempre el que soluciona todo es el “Líder”. Todo lo tiene que arreglar él; si alguien se enfermó, si hay alguien muerto, si hay escasez económica, problemas familiares, endemoniados, etc., siempre es el “Líder” el encargado de resolverlo. Ahora bien: ¿Quién entiende a un líder? Siempre tiene tiempo para escuchar a sus seguidores, para aconsejarlos y para orar por ellos; sin embargo, el líder también es un ser humano que tiene necesidades, sentimientos y problemas como el resto de personas.
Un líder esconde muchas veces sus sentimientos, para luego desahogarse en un rincón o con la almohada de su cama. A él siempre se le exige rendimiento, es llamado a cualquier hora, y criticado por su trabajo. Muchas personas se dedican a capacitar “lideres“, pero nadie está listo para ejercer este cargo hasta que lo ha experimentado.
Yo me dirijo a ti, líder:
A ti, que cada vez que tienes una actividad, ves con qué pereza responden las personas de las cuales dependes.
A ti, que has experimentado el insoportable frío de la noche y el desesperante calor del día, mientras te diriges a orar por tu rebaño.
A ti, que siempre han criticado tu trabajo, y que en vez de decirte que sigas adelante, se han dedicado a bajarte los ánimos al suelo.
A ti, que siempre oras por tus seguidores y te dedicas a leer la Biblia para poder enseñarles.
A ti, que te has sentido solo y que cuando miras a tu alrededor te das cuenta que no tienes apoyo.
A ti, que muchas veces te han dado ganas de gritar “¡ya no puedo más!”, y has querido renunciar para no sentir tanta presión.
A ti, que has llorado solo, pensando solamente en ver la luz de un nuevo amanecer.
A ti, siervo de Dios, varón (mujer), esforzado(a), valiente…, te recuerdo que Dios siempre ha estado contigo. Él nunca te ha dejado y está dispuesto a darte todo lo que necesitas para seguir adelante en Su obra.

El Águila en La Tormenta

Pero los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán. Isaías 40.31
¿Sabías que un águila sabe que una tormenta se acerca antes de que empiece?
El águila vuela a un sitio alto para esperar los vientos que sabe que vendrán. Cuando la tormenta empieza a caer, coloca sus alas para recoger el viento que lo lleve por encima de la tormenta.  Mientras la tormenta está destrozando abajo, el águila vuela por encima de ella. El águila no se escapa de la tormenta. Simplemente la usa para levantarse mucho más alto que ella, y usa los vientos que vienen con la tormenta.
Las tormentas, los vientos recios, los tornados, los problemas,... inevitablemente llegarán a nuestra vida.
Isaías 43:2  Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti…
Nuestro Dios de los cielos nos advierte que pasaremos por muchas dificultades en esta vida, pero también nos promete que Él estará en cada una de esas situaciones con nosotros … y es entonces, en esos momentos cruciales de nuestra realidad, cuando tendremos que tomar una decisión trascendental… o quedarnos en el centro del tornado, o usar la fuerza del mismo viento para impulsarnos hacia las alturas del monte santo, sabiendo que si logramos escalar a los lugares altos, estaremos a salvo. Y no solo eso, sino que seremos espectadores de las maravillas que el Señor hará… no sin antes haber previsto que aprenderemos la lección que Él quiera enseñarnos… Es en esos momentos cuando necesitaremos los ojos de Dios, los ojos del don de la fe, ya que sin ese precioso don es imposible sobrevivir a cualquier dificultad… Lo único que puede mantener a un hijo de Dios sobre las alturas en medio de las pruebas, es ese don inefable dado únicamente por el Santo Espíritu….

El barbero

Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Como de costumbre en estos casos, entabló una amena conversación con la persona que le atendía. Hablaron de muchas cosas y tocaron muchos temas.
Y tocaron el tema de Dios.
El barbero dijo:
Fíjese caballero, que yo no creo que Dios exista como usted dice.
- Pero, ¿por qué dice usted eso?, preguntó el cliente.
- Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. O…dígame, si Dios existiera, habría tantos enfermos? ¿Habría niños abandonados? Si Dios existiera, no habría tanto sufrimiento ni tanto dolor en la humanidad. Yo no puedo creer que exista un Dios que permita todas estas cosas.
El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio.
Nada más abandonar la barbería, vio en la calle a un hombre con la barba desarreglada y el cabello largo; al parecer, hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado. Entonces, entró de nuevo en la barbería y le dijo al barbero.
- ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen.
- ¿Cómo que no existen?, preguntó el barbero. Si aquí estoy yo y soy barbero.
- ¡No!, dijo el cliente, no existen, porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.
- ¡Ah!, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen aquí.
- ¡Exacto!, dijo el cliente. Ese es el tema. Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia Él y no lo buscan, por eso hay tanto dolor y miseria.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6
Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6

La vuelta del cartero

“No se olviden de practicar la hospitalidad,
pues gracias a ella algunos, sin saberlo,
hospedaron ángeles”
(Hebreos 13:2).
la vuelta del...Ruth encontró en el buzón de su correo una carta sin sellos ni marcas, en la que solo iba su nombre y dirección. La carta decía: “Querida Ruth: Estaré en tu barrio el sábado por la tarde y pasaré a visitarte. Atte., con amor, Jesús”.
Las manos de Ruth temblaban y de inmediato pensó: “¿Por qué querrá venir a visitarme el Señor? No soy nadie en especial; ¡ni siquiera tengo qué ofrecerle! Tendré que ir al mercado a conseguir algo para la cena”.
Así lo hizo, y con las pocas monedas que tenía compró alimentos. Al regresar a casa se encontró con dos personas que le aguardaban en el portal; eran un hombre y una mujer vestidos con harapos. El hombre dijo: “Disculpe, señora; no tengo empleo; mi mujer y yo hemos estado viviendo en la calle, y bueno, estamos con  hambre, y tenemos frío. Si usted pudiera ayudarnos se lo agradeceríamos”.
Ruth los miró con recelo. Estaban sucios y olían mal. Entonces dijo: “Quisiera ayudarlos pero yo también soy pobre. Todo lo que tengo es esta bolsa de alimentos que acabo de comprar, pero un huésped importante me va a visitar hoy, y planeaba servirle esto a él.
“Sí, la entendemos, señora, dijo el pordiosero con la cabeza baja. Gracias de todos modos.” Y diciendo esto, tomó a su mujer y empezaron a andar. Pero Ruth no pudo más, sintió que su corazón latía con fuerza; corrió hacia ellos, y los detuvo con estas palabras: “esperen, llévense ésto; era para mi invitado especial, pero ya se me ocurrirá algo”. Y les entregó la bolsa con las compras; inmediatamente se sacó su abrigo y lo deslizó sobre los hombros de la mujer. Nuevamente se lo agradecieron y se marcharon.
Ruth se disponía a entrar en casa, satisfecha pero sin su abrigo, y ahora sí, sin nada que ofrecerle a su invitado: Jesús. Buscó la llave y mientras lo hacía, notó que había una nueva carta en el buzón. “Qué raro, se dijo, el cartero no viene dos veces en un día.” La tomó y  la abrió. Su contenido decía: Querida Ruth: ¡Qué bueno fue volverte a ver!… Gracias por la deliciosa cena, y gracias también por el hermoso abrigo. Con amor: Jesús”.