miércoles, 26 de agosto de 2015

Sin previo aviso

Mateo 25:1-12 narra que el reino del cielo será como diez damas de honor, que tomaron sus lámparas y salieron para encontrarse con el novio. Cinco de ellas eran necias y cinco sabias. Las necias no llevaron suficiente aceite para sus lámparas, pero las otras cinco fueron tan sabias que llevaron aceite extra. Como el novio se demoró, a todas les dio sueño y se durmieron. A la medianoche, se despertaron ante el grito de: “¡Miren, ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!”
Todas las damas de honor se levantaron y prepararon sus lámparas. Entonces las cinco necias les pidieron a las otras: “Por favor, dennos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se están apagando”. Sin embargo, las sabias contestaron: “No tenemos suficiente para todas. Vayan a una tienda y compren un poco para ustedes”.
Pero durante el lapso de tiempo en que se fueron a comprar aceite llegó el novio. Entonces, las que estaban listas entraron con él a la fiesta de bodas, y se cerró la puerta con llave. Más tarde, cuando regresaron las otras cinco, se quedaron afuera, y llamaron: “¡Señor, señor! ¡Ábrenos la puerta!”.
-Él les respondió: “Créanme, ¡no las conozco!”

Trabaje y Viva

Papá era un hombre trabajador que repartía pan como forma de sostener a su esposa y a sus tres hijos. Pasaba sus noches, después del trabajo, asistiendo a clases, esperando mejorar y así hallar algún día un mejor empleo. Excepto los domingos, papá casi no comía con su familia. Trabajaba y estudiaba muy duro porque quería darle a su familia lo mejor que el dinero pudiese comprar.
Cuando la familia se quejaba de que no pasaba suficiente tiempo con ellos, él razonaba que estaba haciendo todo eso por ellos. Sin embargo, a menudo añoraba invertir más tiempo con su familia.
Llegó el día en que se anunciaron los resultados de los exámenes. Para su gozo, papá pasó ¡y de manera sobresaliente! Pronto, después de eso, se le ofreció un buen empleo como supervisor en el que le pagaban muy bien.
Como un sueño hecho realidad, papá ahora podía darse el lujo de darle a su familia algunos "lujitos" como buena ropa, buena comida y vacaciones fuera del país.
Sin embargo, la familia siguió sin poder ver al padre la mayor parte de la semana. Continuó trabajando muy duro, esperando ser propuesto o ascendido a la posición de gerente. De hecho, para aumentar sus méritos como candidato a la promoción, se matriculó en otro curso en la universidad a distancia.
Una vez más, cuando la familia se quejaba que no pasaba suficiente tiempo con ellos, razonaba que lo hacía todo por ellos. Pero él seguía añorando pasar más tiempo con su familia.

Carta de un alma herida

Y volverán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión con cantos de alegría, coronados de una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y el regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido.
(Isaías 35:10 NVI)
Aquel fatídico día en el que cosechaba todo aquello que durante años sembró, dolor, tristeza, desesperación, sentimientos de derrota y frustración, seguidos de pensamientos de no querer vivir, eran la consecuencia de palabras llenas de rencor, rabia y actitudes de rudeza de un lado y del otro.
Como fruto de todo esto, Ana Sofía, sufría el abandono, la desilusión y la desesperanza. Cada golpe, palabra e insulto recibido, eran puñaladas directas al corazón, y se sintió humillada, desvalorizada; nada de lo que hiciera o dejara de hacer importaba, porque al final, todo sería en vano.
Renegaba del Padre celestial, y en su inercia, entregó al enemigo su dignidad, su valor como mujer y todo su ser. No conocía, en aquel entonces, de Jesucristo. Esa noche, pensó que no tenía sentido vivir si la persona que amaba no permanecía a su lado, y sus fuerzas acabaron al meditar en que la mejor salida era atentar contra su vida, sin importar que su pequeña hija de 2 años, la necesitaba y que allí se encontraba con ella.
Pero meses más tarde, conoció a un Dios misericordioso que le enseñó que como persona vale su sangre, y que como su hija consentida, todo lo que le sucedía era para su bien. Ahora no se arrepiente de todo lo vivido, no cambiaría ni los malos ni los buenos momentos que experimentó, porque en cada uno de ellos, pudo ver la mano de su Padre tratando directamente con su carácter.
Hoy no es la misma de ayer, es más fuerte, tiene valor en cada segundo de su existencia y cree que todo es posible para Aquel que en su amor la diseñó.

Se trata de ser feliz haciendo felices a otros

Seguramente has pensado en qué cosas hacen feliz a la gente que amas. Hoy le preguntaba a los jóvenes de la congregación a la que pertenezco, qué creían ellos que hacía feliz a sus padres. Y algunas de sus respuestas fueron las siguientes: tomar nosotros las decisiones correctas, seguir sus consejos, ser obedientes, portarse bien. Y todas esas respuestas son muy acertadas, porque cuando se ama, se quiere hacer lo mejor y no preocupar a las personas que amas.
He notado que soy más feliz cuando siento que contribuyo a la felicidad y realización de las metas de otras personas. Eso me ayuda a crecer como ser humano. Hay ocasiones en las que hay algunas preocupaciones y problemas que quieren ocupar mis pensamientos, pero todo pasa a un segundo plano cuando me ocupo de ayudar a otros y ver que, muchas veces, lo que yo pensaba que era una montaña en mi vida, realmente solo era un vaso pequeño de agua.
Así que te invito a que ayudes a construir la felicidad de otros, porque, curiosamente, a su debido tiempo, tú vas a cosechar la felicidad que has sembrado. El viernes me encontraba en un servicio especial de ayuda a niños. Me habían solicitado ayuda y di toda la que pude. Pero mi verdadera satisfacción fue cuando vi que la actividad fue exitosa, porque ver los rostros de los chicos y de los grandes sonreír.... No lo hice esperando nada a cambio, pero para sorpresa mía, casi cuando estaba concluyendo la actividad me sorprendieron con 3 hermosas rosas amarillas y un regalito muy especial. Mi corazón se inundó de ternura, de una alegría tremenda. Y no me canso de confirmar y decir que a medida que ayudas a otros, te ayudas a ti mismo.

Porque como dijo Dios a través de su preciosa Palabra, “es mejor dar que recibir”.

Dios Sana la depresión.

La depresión es sin duda uno de los problemas más comunes de nuestro tiempo. Dado que la depresión es tan común, ha sido llamada como el resfriado común de las enfermedades emocionales. Alguien dijo que, “la depresión es una espiral descendente iniciada con la pérdida de control, y empeorada por la falta de energía y el pensamiento negativo”. El diccionario la define como “un sentimiento de desesperanza extrema”. Esta emoción se manifiesta en reacciones parecidas a: todo está perdido, quiero abandonar, no lo puedo hacer.

“Nadie está exento de la depresión”
Nadie, ni los grandes líderes espirituales de la Biblia estaban estaban exentos de la depresión. El salmista David la experimentó: “¿Por qué te abates, oh, alma mía? ¿Por qué te turbas dentro de mí? ”(Salmos 42:5). Moisés clamó, “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo; que me es pesado en demasía. Si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte.”(Números 11:14-15). Elías, el gran profeta, sufrió la depresión solo un día después de su gran triunfo en Monte Carmelo, cuando desafió a los profetas de Baal y vio a Dios contestando a su oración de una manera poderosa.
“Dios nos da la solución”
Cuando miramos a estos héroes bíblicos, nos damos cuenta de que la depresión no hace acepción de personas. Todo el mundo se deprime de vez en cuando. La pregunta es entonces, ¿cuál es el remedio de Dios para curarla? Echémosle un vistazo a la solución que Dios proveyó a Elías, porque es una que todos podemos usar.
Paso 1. “La depresión no es un pecado”
La depresión no es un pecado, sino un síntoma. La forma en que respondemos a la depresión puede ser pecaminosa, pero la emoción en sí misma no lo es. El pecado puede conducir a la depresión, pero todas las depresiones no vienen del pecado. La depresión es como una luz de advertencia en un vehículo. La forma de apagar la luz de advertencia no es destruyéndola, sino encontrando el problema. Cuando la depresión se establece, algo dentro está mal.  
“Tu salud integral es fundamental”.