martes, 25 de agosto de 2015

Conducidos en la Tormenta

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.  Juan 8:12.
Sucedió en Canadá, en la inmensidad helada del lago Winnipeg. Dos trineos se alejaban de la costa cuando se levantó la ventisca. Repentinamente, la nieve se alzó en torbellinos y el viento se volvió glacial. Llegó la noche y el temor se apoderó de los viajeros; si no alcanzaban la ribera, estarían congelados antes de la mañana. Pero, ¿hacia dónde dirigirse?
En medio de la desesperación los hombres decidieron confiar en el instinto de los perros. Tomaron a Koona, un perro viejo y lo pusieron a la cabeza de los trineos. Al hallarse repentinamente como jefe de fila, Koona vaciló unos instantes. Finalmente se lanzó hacia adelante y los trineos siguieron su marcha. Durante horas corrieron, en medio de la oscura noche, hasta que de repente, unas sacudidas mostraron que dejaban el lago. Subieron por el bosque y se detuvieron cerca del fuego de un campamento indio.
Cristianos, nosotros también debemos aprender a andar por la fe. A menudo tenemos que ir por un camino desconocido, pero podemos confiar en la bondad y la providencia de Dios, porque una luz brilla en el mundo, una luz que solo se ve con los ojos de la fe: Jesucristo mismo.
Jesús es el testigo fiel, la luz, el amor y la verdad. Alrededor de nosotros la oscuridad permanece igual; nuestra inteligencia no siempre comprende las circunstancias de la vida, sobre todo si son agotadoras; pero conociendo al Señor, podemos confiar y apoyarnos en Él. Él nos toma de la mano, nos conduce, y a menudo lo hace mediante su Palabra.

El Lobo y el León

Una fábula cuenta que cierta vez, un lobo, después de capturar a un carnero en un rebaño, lo arrastraba a su guarida. Pero un león que lo observaba, salió a su paso y se lo arrebató.
Molesto el lobo, y guardando prudente distancia, le reclamó: “¡No es justo, me arrebatas lo que es mío!”
El león, riéndose, le dijo: “Ajá; seguro que me vas a decir que tú lo recibiste buenamente de un amigo”.
Moraleja: Lo que ha sido mal habido, de alguna forma llegará a ser perdido.

Sumergidos, como estamos, en medio de una sociedad dispuesta a hacer lo que sea por alcanzar el éxito personal, esta fábula de Esopo nos recuerda que en la vida no podemos andar de esa manera.
La Biblia nos recuerda que cosecharemos lo que hayamos sembrado… algo que, en la práctica, muy pocas personas parecen aceptar.
El caso es que parece que el enemigo de nuestras almas nos ciega en el momento que estamos en condiciones de sembrar, y solo nos anima el lograr las metas y objetivos proyectadas en el momento… sin importar las consecuencias para quienes nos rodean.
Pero, ¿quién dijo que tenemos que seguir haciendo eso? Bueno, menos mal que Dios está a nuestro lado brindándonos una nueva oportunidad para comenzar de nuevo. ¿Qué tal si la aceptamos? 
La experiencia me ha enseñado que los que siembran maldad cosechan desventura. Job 4:8.
Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. Salmo 126:5.

Es necesario que el frasco de alabastro sea quebrado

La Biblia habla del ungüento de nardo puro (Juan 12:3). La Palabra de Dios usa intencionadamente el adjetivo puro. Ungüento de nardo puro se refiere a algo verdaderamente espiritual. No obstante, a menos que el frasco de alabastro fuera quebrado, el ungüento de nardo puro no podía ser liberado. Un eufemismo puede parecer el hecho de que mucha gente valore más el frasco, en este caso de alabastro, que el ungüento. De la misma manera, muchos piensan que su hombre exterior es más valioso que su hombre interior. 

Este es el problema que afronta la iglesia en la actualidad. Es posible que valoremos demasiado nuestra propia sabiduría y pensemos que somos superiores. Unos pueden estimar en demasía sus emociones y creer que son personas excepcionales. Y otros se valoran exageradamente a sí mismos y creen que son mejores que los demás. Piensan que su elocuencia, sus capacidades, su discernimiento y juicio, son mejores que los de los demás. Pero debemos saber que no somos coleccionistas de antigüedades, ni admiradores de frascos de alabastro, sino que buscamos otra cosa, el aroma del ungüento. Y si la parte exterior no se quiebra, el contenido no puede salir. Ni nosotros ni la iglesia podremos seguir adelante. No debemos seguir estimándonos en demasía a nosotros mismos.

Pero El Espíritu Santo nunca ha dejado de obrar en los creyentes. De hecho, muchos pueden dar testimonio de la manera en que la obra de Dios nunca se ha detenido en ellos. Se enfrentan a una prueba tras otra, a un incidente tras otro, mientras el Espíritu Santo tiene una sola meta en toda Su obra de disciplina: quebrantar y deshacer al hombre exterior 
para que el hombre interior encuentre salida. Aunque nuestro problema es que en cuanto enfrentamos una pequeña dificultad, murmuramos, y cuando sufrimos alguna pequeña derrota nos quejamos. El Señor ha preparado un camino para nosotros y está dispuesto a usarnos, pero en cuanto Su mano nos toca nos sentimos tristes. Alegamos a favor de Él o nos quejamos ante Él por todo. Desde el día en que fuimos salvos, el Señor ha estado obrando en nosotros de muchas formas con el propósito de quebrantar nuestro yo. Lo sepamos o no, la meta del Señor siempre es la misma: quebrantar nuestro hombre exterior.

No Olvides nunca de donde fuiste Liberado

¿Creer la verdad de Dios o la mentira del Diablo?
Sofía se veía muy inquieta y asustada,... me comentó que últimamente se estaba sintiendo prisionera de sus pensamientos. La semana anterior, un hombre drogado portando una pistola, había entrado a su tienda y la había asaltado. Después de hacer la denuncia correspondiente, la policía dio con el ladrón. 
verdad mentiraPero ahora tenía un nuevo problema, tres amigos del agresor, entre ellos uno que años atrás había estado preso por homicidio, la molestaban todo el tiempo, y la amenazaban con que si no retiraba la denuncia la harían daño a ella y a su familia; esto la tenia muy asustada y no dejaba de pensar lo peor. Entonces me pareció una buena oportunidad para hablarle de Jesús, sobre sus verdades, y su promesa de enviar a sus ángeles a quienes confían en Él. Sofía parecía muy receptiva, y comenzamos a tener largas charlas en las que iba aprendiendo con entusiasmo, todo lo que yo le enseñaba acerca del Señor, hasta que llegó el momento en que me pidió que la guiara con la oración de entrega para aceptarlo como su Salvador. Según me dijo, al instante de hacerla recibió mucha paz, y desde ese momento comenzó a orar varias veces al día. Sentía, en su espíritu, que Dios le hablaba y le decía que no temiera ya a nada ni a nadie pues Él la amaba y la estaba protegiendo. 

Durante los días siguientes pasamos mucho tiempo hablando del Evangelio. Ella tenía una gran necesidad de aprender sobre las verdades eternas, se compró una Biblia, comenzó a leerla, y cada duda que tenía sobre algún pasaje me la planteaba. Yo, como es obvio, apasionado del tema, con gusto le explicaba lo que sabía. Al final la citaron para declarar contra el agresor, a quien más tarde el juez sentenció a varios años de prisión, y también en ese tiempo, sus amenazadores amigos dejaron de molestarla. Gracias a Dios, la vida de Sofia poco a poco regresaba a la normalidad. Luego, por motivos vinculados directamente con mi trabajo, tuve que retornar a mi pueblo natal ubicado al este del país. Con algo de tristeza, me despedí de mi amiga de la tienda, no sin antes recordarle que comenzase a buscar una iglesia cristiana para congregarse, un lugar donde rodearse de verdaderos creyentes que la sostuvieran cuando su fe estuviera débil.

Unos meses mas tarde... 


Dos días atrás, regresaba desde la capital del país rumbo a mi casa, y pasé a solo cuatro kilómetros de su ciudad. Aunque me sentía bastante cansado, no pude evitar llegar hasta su tienda. Hacía casi siete meses que no sabía nada de Sofía, tenía ganas de volverla a ver, y de saber como marchaba su relación con Dios.
Finalmente llegué a su pequeño pero surtido local de venta de ropa deportiva, y apenas nos vimos nos saludamos amistosamente. Después de charlar unos minutos sobre cosas de la vida, le pregunté:
- "Sofia, ¿te estás congregando en una iglesia con otros cristianos?" Me contestó que de vez en cuando asistía a un templo, en el que aunque no enseñaban que Cristo fue el Creador, era un buen lugar. Aunque no es la clase de iglesia que yo le aconsejé, también se hablaba de Dios y eso era lo más importante, y le dije:
 - "Amiga.. ¿r
ecuerdas que muchas veces te alerté que tuvieras cuidado, pues el diablo usa mentiras para disfrazar la verdad? Pues a esto me refería, la verdad está en La Biblia y allí dice que por Él y para Él fueron creadas toda las cosas" (Colosenses 1:16)
- (Sofía) "No me convence lo que dices, pues de ser así los millones de hombres que forman parte de religiones no cristianas estarían siendo engañados por el Diablo; no lo creo, pues todos ellos creen en Dios. Además, lo he pensado bien, no quiero convertirme en una fanática religiosa".
- "Pero dime.. ¿aún lees la Biblia y oras?"
- (Sofia) "Sinceramente, tengo mucho trabajo en la tienda y casi no tengo tiempo de leer nada, y ¿orar?, ¿para qué? Dios sabe lo que necesito, no quiero molestarlo con mis tonterías, yo estoy bien. Además, Él debe estar muy ocupado contestando las oraciones de esos pobres niños que tienen hambre, a propósito... ¿los escucha?" Y cambió de tema... Comenzó a contarme que su negocio funcionaba mejor que nunca, y que estaba contenta pues hizo un contrato con una marca importante para vender sus productos, y que si todo seguía así pensaba ampliar el local. Minutos más tarde nos despedimos. Salí de allí con una sensación bastante desagradable, sentí en mi corazón, que el diablo había robado la semilla que un día Dios plantó en ella.