lunes, 24 de agosto de 2015

La Biblia, el libro por excelencia, la palabra de Dios


Dios se dirige a nosotros: La Biblia no solamente es ‘un libro’, sino que es ‘El Libro’. Es la voz de Dios; es el libro para todos los tiempos.
Jesús dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños.  Lucas 10:21.
La manera en que fue escrita tiene su misterio: siglo tras siglo, libro tras libro, fue escrita por diferentes hombres que no se consultaron para este fin. La primera parte comenzó a ser escrita unos mil quinientos años antes del nacimiento del que escribió la última. Sus autores fueron príncipes, sacerdotes, profetas y gente del pueblo.
El nuevo testamento, por su composición, es un milagro. Sin colaboración, sin un plan previamente establecido, aquí un relato, allá una carta: así se formó la segunda parte de la Biblia. En su evangelio, Mateo presenta a Cristo como Rey; Marcos nos revela al siervo, Lucas al Hijo del Hombre y Juan al Hijo de Dios. Pablo se aferra a la doctrina y Santiago insiste en la práctica de la misma. Todos y cada uno de sus diversos redactores fueron inspirados por el Espíritu Santo, para que cada uno escribiera una parte del gran todo.
¿Qué libro, escrito hace dos mil años lee todavía la gente? La Biblia es el libro más difundido en el mundo. La leen todas las clases sociales y gente de todas las edades. Tanto los niños, como los científicos y los filósofos se interesan por ella; incluso diversos estadistas hicieron de ella su libro de cabecera.
¿Cómo se hizo la Biblia?
Unos 45 escritores contribuyeron a su redacción. Pertenecieron a todos los medios socioculturales. Entre ellos se encuentra Moisés, hombre de gran erudición, formado en la escuela de un faraón; Josué, militar genial; Daniel, primer ministro de varios gobiernos sucesivos; Nehemías, copero real; David, rey de Israel; Amós, pastor de ovejas; Pedro, un pescador; Mateo, un cobrador de impuestos; Lucas, un médico; Pablo, un fabricante de tiendas.
Ciertas partes de la Sagrada Escritura fueron redactadas en extrañas circunstancias: Moisés escribió en el desierto, Jeremías y Pablo en la cárcel, Daniel en suntuosos palacios, Lucas en el curso de sus viajes, Juan durante su exilio. Los autores conocieron todos los estados de ánimo: el gozo y el amor, el temor y la inquietud, la angustia y la duda. A pesar del intervalo de unas 60 generaciones que separa el primero del último autor, y de la gran diversidad de escritores, la Biblia presenta una composición unida humanamente inexplicable. Sus diferentes autores abordaron centenares de temas sin contradecirse. ¿Cómo puede ser que hombres que vivieron en épocas diferentes y procedieron de ambientes variados, pudieran expresar ideas convergentes sobre tan gran número de temas? No es sorprendente...
Cualesquiera que fueran los instrumentos utilizados, fue el mismo Dios quien los inspiró y se reveló a lo largo de sus páginas. Para aprender a conocerle, leamos su Palabra.

Solo por fe, solo por Cristo y solo para la gloria de Dios

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree, no es condenado, pero el que no cree, ya es condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y ésta es la condenación; que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el que obra verdad, viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

(Juan 3:16-21 RVG)
La pregunta de Nicodemo es crucial: ¿Cómo puede suceder esto? Pregunta nada extraña. ¿Cómo puedo comenzar de nuevo de un modo tan radical que manifieste un renacimiento? Años de rigurosas prácticas religiosas no habían producido en él esa transformación; incluso la gran mayoría de sus compañeros habían quedado, en términos de disposición, en peor situación que la de los pecadores socialmente visibles.
Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y vino al segundo, y le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí señor, voy, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos le dijeron: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.
(Mateo 21:28-32 RVG)
El texto de Mateo nos presenta parte de la controversia de Jesús con los sacerdotes y líderes religiosos. La religiosidad sin verdadera fe produce una ilusión de justicia. Como en la parábola de Jesús, los hombres solamente religiosos se consideran justos porque dicen “sí, estamos de acuerdo con la verdad cristiana” y se involucran en actividades religiosas que exigen un cierto grado de compromiso, pero hacen sacrificios externos no verdaderamente significativos, y su manifestación más profunda es “la fe de los milagros”, es decir una fe de intereses egoístas y sin amor verdadero por Cristo y odio verdadero hacia el mal.

Estos sistemas religiosos son sistemas de méritos personales donde el que “más hace” tiene más valor o importancia o reconocimiento que el resto del grupo. El “hacer” no está enfocado en la voluntad de Dios sino en convencionalismos religiosos. El que “vende más tarjetas” para algún fin de la organización; el que da más planta; el que resiste más días sin comer; el que reparte más folletos, etc. Todas estas cosas generan la ilusión de que son mejores personas que las demás.

Sin embargo, Jesús muestra la futilidad de este pensamiento: todo este activismo religioso superficial, lejos de acercar al hombre a Dios, le lleva a un interno deseo de matar a Cristo. El Señor crucificado es incompatible e inexplicable en un sistema de méritos personales y obras superficiales. La cruz te muestra las dimensiones de tu maldad, lo desesperado de tu necesidad y, al mismo tiempo, la estupidez de tu jactancia. ¿Cómo tener la mirada altiva frente al Señor que se ha humillado en la cruz?

La cruz nos lleva al terreno de la Gracia, mientras estos hombres son absolutamente incapaces de desear a Cristo. Quienes están llenos de la autosuficiencia de la religión no lo desean, porque poseen un sistema que les recompensa emocional y socialmente. Pero los publicanos y las rameras son personas que, aunque no tienen remedio, podrían ver mejor su verdadera condición. Cuando Juan el Bautista inició su predicación hubo más arrepentimiento en este grupo que en el otro.

La carrera más difícil: Ser madre

La maternidad es una hermosa etapa que todas las mujeres pasan. Las chicas solteras suelen soñar con ser madres algún día, y las casadas que fueron madres por primera vez, recuerdan con dulzura ese tiempo. 
A ti mujer. ¿Qué dirías si al llegar a esta etapa, muchas personas te preguntasen si volverías al trabajo que dejaste por cuidar a tu bebé? ¿Alguna vez lo hicieron? ¿Lo harían? Y, ¿cuál sería tu reacción?, ¿tristeza, enojo o desearías que la tierra te tragase en ese momento?... Nadie más que tú tiene las herramientas para criar a tus hijos.
Poca gente considera la labor de ser madre una Carrera; sin embargo, no es solamente una carrera, es una labor que impacta en todas las generaciones, no existe trabajo más difícil ni de mayor influencia. Mira la siguiente historia:
Una amiga tuvo una incómoda conversación, en la que se le preguntó si ya había vuelto a trabajar (su chiquito apenas tenía dos meses de vida). Le dijo que no, que no había vuelto a trabajar pues tenía la determinación de amamantar a su bebé, ya que éste se rehusaba a tomar el biberón; luego, con una “sonrisa” llegó la segunda pregunta: “¿Pero, sí se plantea regresar a trabajar, no?” No se pudo negar a sí misma, que lo que más quería era alejarse de esa mujer. Se sintió apenada, enojada, vejada, y con un falso sentido de culpa pensó: ¿acaso el ser madre no es un trabajo?, o ¿creía que no hacía nada durante el día? Respiró profundo y le dijo que con el tiempo regresaría, pero que pretendía que fueran solo dos días a la semana, ya que su responsabilidad más importante era su hijo. La conversación terminó en ese momento pero no dejó de pensar en ella, ya que no era la primera vez que se le preguntaba si iba a regresar a trabajar; ahora, con más experiencia y seguridad en sí misma, puede afirmar que el ser madre es un trabajo, y un trabajo mucho más importante del que se puede hacer dentro de la oficina.
Es mucho más fácil desarrollar nuestro trabajo que el ser madre; por lo tanto, ninguna respuesta a la pregunta "a qué se dedican" debería decirse con más orgullo que "soy madre". 

El tesoro

Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando llevaba horas cavando encontró un cofre enterrado. Lo sacó de allí y al abrirlo vio lo que nunca había visto en su vida: un fabuloso tesoro que contenía diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de perlas, esmeraldas, zafiros y una enorme cantidad de objetos preciosos que harían las delicias de cualquier rey.
Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía pensó que era un regalo que Dios le había hecho; pero aquello no podía ser para él solo, era demasiado. Él era un simple campesino que vivía feliz trabajando la tierra. Seguramente, había alguna equivocación.
Muy decidido, cargó el cofre en una carretilla y tomó el camino que conducía a la casa donde vivía. Al rato de ir hacia allí, encontró a una mujer llorando al borde del camino. Sus hijos no tenían nada para comer y los iban a echar de la casa donde vivían por no poder pagar el alquiler. El campesino se compadeció de aquella mujer y, pensando que a Dios no le importaría, abrió el cofre y le dio un puñado de diamantes y monedas de oro. Lo suficiente para solucionar el problema.
Más adelante vio un carromato parado en el camino. El caballo que tiraba de él había muerto y el dueño estaba desesperado. Se ganaba la vida transportando cosas de un lugar a otro. Ahora ya no podría hacerlo y no tenía dinero para comprar otro caballo. El campesino abrió el cofre y le dio lo necesario para un nuevo caballo.
Al anochecer llegó a una aldea donde un incendio había arrasado todas las casas. Los aldeanos dormían en la calle. El campesino pasó la noche con ellos, y a la mañana siguiente, les dejó lo suficiente para que reconstruyeran toda la aldea.
Y así iba recorriendo el camino aquel campesino. Siempre se cruzaba con alguien que tenía algún problema. Fueron tantos que, cuando ya le faltaba poco para llegar a la casa de Dios a devolvérselo, sólo le quedaba un diamante. Era lo único que le había quedado para devolverle a Dios. Aunque poco le duró, porque cayó enfermo de unas fiebres y una familia le recogió para cuidarlo. En agradecimiento, les dio el diamante que le quedaba.

La Mamá más mala del Mundo

Yo tuve la mamá más mala de todo el mundo. Mientras los niños no tenían que desayunar, yo tenía que comer cereales, huevos y pan tostado.
Cuando los demás tomaban refrescos gaseosos y dulces para el almuerzo, yo tenía que comer sándwiches y zumos.
Mi madre siempre insistía en saber donde estábamos. Parecía que estábamos encarcelados. Ella tenía que saber quiénes eran nuestros amigos.
Insistía en que si decíamos que íbamos a tardar una hora, solamente debíamos tardar una hora.
Me da vergüenza admitirlo, pero hasta tuvo el descaro de violar la ley contra el trabajo de los niños menores. Hizo que laváramos la ropa, hiciéramos camas, aprendiéramos a cocinar, y muchas cosas igualmente crueles.
Creo que se quedaba despierta por la noche pensando en las cosas que podría obligarnos a hacer. Siempre insistía en que dijéramos la verdad y solo la verdad.
Cuando llegamos a la adolescencia ya fue más sabia, pero nuestras vidas se hicieron aún más miserables, se volvió posesiva.
Nadie podía tocar el claxon para avisarnos de salir corriendo. Nos avergonzaba al máximo, obligando a nuestros amigos a llegar a la puerta de casa para preguntar por nosotros.
Mi madre fue un completo fracaso. Ninguno de nosotros ha sido arrestado, pero cada uno de mis hermanos ha servido a su patria, y ” ¿A QUIÉN DEBEMOS CULPAR DE NUESTRO TERRIBLE FUTURO? Tienen razón, a nuestra madre.
Fíjense en todo lo que nos hemos perdido. Nunca hemos podido participar en una demostración de lucha, ni actos violentos, y miles de cosas más que hicieron nuestros amigos.
Ello nos hizo convertirnos en adultos educados y honestos. Pues usando todo esto como ejemplo, estoy tratando de educar a mis hijos de la misma manera.
Verán, doy gracias a Dios por haberme dado “LA MAMÁ MÁS MALA DEL MUNDO”.